Reírse de lo feo Mostrología del Cine Mexicano
Titulo: Mostrología del Cine Mexicano
Autor: Marco González Ambriz, José Luis Ortega Torres, Rodrigo Vidal-Tamayo, Octavio Serra Bustamante
Editorial: La caja de cerillos Ediciones / Conaculta-DGP
Lugar y Año: México, 2015
Parece irónico pero si lo analizamos, el elemento más representativo del cine de horror mexicano es el humor. Este rasgo en sus momentos cúspide ha sido provocado y perseguido por sus creadores con una extraña simbiosis entre lo visualmente grotesco y la sátira más incorrecta. Por otro lado, si intentamos enumerar los momentos trascendentes y memorables para el imaginario cultural mexicano, veremos que están poblados por el tipo de humor que brota de lo involuntario, lo extravagante y lo improbable, lo que de manera genérica y sin distinción llamamos kitch.
Bajo ese entendido y dinámica: hablar del terror mexicano —ese estilo súper específico y puntual— con un tono humorístico y anti solemne, cuatro expertos mostrólogos (versados en diversas áreas) han reunido en un solo volumen, Mostrología del cine mexicano, un estudio sobre esta fauna horripilante que habita lo más singular de la cinematografía nacional.
El compendio funciona no sólo como un archivo de películas enterradas en la memoria del cine mexicano, filmes que pocos se han atrevido a explorar, Mostrología del cine mexicano también despierta la curiosidad por revisitar sagas como El santo contra… o joyas que difícilmente podrían encasillarse en un solo género, y que únicamente por el ojo clínico y el tratamiento lúdico de los autores es que llegan hasta las páginas de este ejemplar. Es importante recalcar que este archivo no cumple el papel academista de estudio serio, de hecho, por momentos, la recreación de la sinopsis se convierte en un ejercicio literario de los autores para destacar los rasgos más extraños y chuscos de cada filme. Este recurso confunde, pero siempre divierte.
Marcos González Ambriz, José Luis Ortega Torres, Octavio Serra y Rodrigo Vidal Tamayo son los autores de esta taxonomía completísima que explora, clasifica, diseca, pero sobre todo se regodea en los especímenes más exuberantes y estrambóticos que hayan sido concebidos para el séptimo arte en México, país contradictorio, violento y burlón que ha convertido el gesto del miedo en una gran risotada siniestra.
El libro está dividido en diez secciones que responden a una clasificación aparentemente meticulosa, pero que en la praxis se desborda, quizá por la fusión de características en varios de los personajes que no logran definirse como una sola cosa, ejemplo de ello son los zombitronics: criaturas que son al mismo tiempo muertos vivientes, experimento científico, máquinas programadas, humanos y animales.
«Alimañas», «Aparecidos», «Brujas», «Chamucos», «Chupasangres», «Electrodomésticos», «Etes», «Humanoides», «Momias» y «Peluches», son los apartados en los que se distribuyeron los monstruos según sus rasgos físicos o rasgos de «crapulencia».
Entre las secciones también se incluyeron capítulos con temas como «Laboratorio: dónde se fabrican los mostros»; o «Dónde viven los mostros», es decir, lugares icónicos del cine de terror como casonas o Acapulco, y también lugares en el margen de lo legal donde pueden hallarse este tipo de películas, por ejemplo el Foro Cultural José Martí (a las afueras del Metro Hidalgo) donde Jorge Grajales, una de las autoridades máximas de cine en nuestro país, organiza ciclos de cine extravagante todas las semanas; «Cuadro de horror de hacedores de Mostros» expone a los cineastas que dedicaron casi toda su carrera a crear monstros para la pantalla grande; y «El Gran Cerebro» que responde al cuestionario Proust. Además de una extensa filmografía y una muy completa iconografía, ya que todo el libro cuenta con un importante acervo visual de fotogramas y carteles de los filmes.
La cronología del divertido estudio abarca de obras como la La llorona (1933) de Ramón Peón, La momia azteca vs. el robot humano (1958) de Rafael Portillo, La cabeza viviente (1961) de Chano Ureta, El monstruo de los volcanes (1962) de Jaime Salvador, Satánico pandemónium (1975) de Gilberto Martínez Solares, El vampiro teporocho (1989) de Rafael Villaseñor Kuri, hasta Cronos (1992) de Guillermo del Toro, y Kilómetro 31 (2006) de Rigoberto Castañeda, por mencionar algunas de las cintas más representativas.
Este homenaje tuvo su génesis en dos proyectos previos en los que coincidieron los autores, el primero fue la revista digital Cinefagía, cuya labor en sus 13 años de existencia ha sido reivindicar —de alguna manera— el cine de terror mexicano y contextualizarlo desde un punto de vista crítico, lo mismo a otros géneros considerados menores como la pornografía y los videohomes; y el segundo, el programa Paracinema en Pánico TV.
Mostrología del cine mexicano es un libro que se toma muy en serio el cine de horror (tan en serio que se burla porque así somos los espectadores con las películas que nos entusiasman) y entiende la necesidad de explorar esa faceta de la cinematografía nacional que muchos aseguran no volverá, pero que en recientes años ha tenido un despunte interesante en autores como Lex Ortega, Isaac Ezban, Michelle Garza, Xavier Velasco, César García, Jorge Michel Grau, entre otros.
El humor ha sido por excelencia la herramienta crítica del mexicano, pero en el cine de terror —si lo analizamos de manera mucho más profunda— representa siempre la metáfora de complejos y horrores nocturnos, cotidianos y globales que han aquejado a los mexicanos. Creo que por eso es importante acercarse a esta obra, más que desmembrar un ensayo de erudición, impulsa a los lectores a acudir a la fuente, es decir, a las películas que se enlistan para despertar nuevas reflexiones sobre una faceta de la identidad que nos conforma.