Tierra Adentro

Titulo: El reino

Autor: Emmanuel Carrère

Editorial: Anagrama

Lugar y Año: España, 2016

De Emmanuel Carrère se dice que reinventó la literatura de no ficción; si uno está dispuesto a creerlo bastaría con leer su mejor obra, Limónov, en la que despliega todo su arsenal para construir obsesivamente, en HD, a este estrafalario poeta ruso que vivió como vagabundo mientras escribía novelas autobiográficas. Sin embargo, se tendría que leer El Reino para comprender a toda profundidad la arquitectura de la obra de Carrère. Tardó siete años en escribirlo y pensó, tal como le confesó a Wyatt Mason en el New York Times, que con esta obra culminaría una segunda época creativa y comenzaría una tercera. Hasta la fecha El Reino parece tener el efecto de una lápida más que de un cometa.

El Reino se encuentra dividido en cuatro momentos: Una crisis (París 1990-1993), Pablo (Grecia 50-58), La investigación ( Judea 58-60) y Lucas (Roma 60-90). Además, el libro es clausurado por un capítulo que lanza una flecha desde la Roma del año 90 hasta el París de 2014. La edición de Anagrama tiene 516 páginas, de modo que el volumen tiene una dimensión casi bíblica. El género de El Reino es una mezcla de ensayo informal pero erudito, autoficción y novela de viajes. El personaje central es Emmanuel Carrère; por fortuna su prosa limpia y transparente y su sentido del humor superan —por una nariz— su propio ego.

El Reino tiene dos fines ulteriores: construir una reflexión sobre la fe religiosa que condense las contradicciones del mundo en su encarnación actual, y una apología de la única fe que salvará a nuestra fallida especie: la escritura. Ambos objetivos se complementan. Al estar consciente en cada letra de que lo que escribe es una obra maestra, Carrère cuida que la transubstanciación que ha sufrido con Cristo no se torne chocante.

En la primera parte nos confiesa su efímero fervor católico (de apenas tres años) en el que, como Saulo de Tarso, se vuelve un converso-casi-fanático y pasa a ser Pablo que vuelve a ser sustituido por el antiguo perseguidor. En esta época Carrère goza de éxito profesional y creativo al mismo tiempo que es atrapado por el más profundo desasosiego. Su madrina Jaqueline, quien es una devota de María, lo comienza a guiar al camino de Cristo en el que finalmente se reconoce a través del Evangelio de Juan: «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven tú mismo te ceñías la cintura e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te la ceñirá y te llevará a donde tú no quieras».

Los años de conversión y pérdida de la fe son acompañados con el tras bambalinas de la biografía de Phillip K. Dick, textos de Simone Weill, el I-Ching, los paseos en los alrededores de un chalet suizo con su mejor amigo y el consuelo de haber sepultado esa fe en la cual, aunque le resulta perturbador, millones de personas siguen creyendo. Antes de embarcarse en su propia y muy singular exégesis de los orígenes del catolicismo, el autor espeta un «te abandono, Señor. Tú no me abandones».

La historia de un muerto que ha resucitado y que hace milagros parece un K. Dick vintage que ha logrado fundar una religión, la más extendida en el mundo. Para ejecutar su proeza literaria el autor se vale de los evangelios, el libro de los Hechos de los Apóstoles, los textos de los exégetas, las referencias pop y fuentes históricas de la época que reconstruyen los primeros días del fenómeno cultural más poderoso del que se tenga memoria.

La revisión minuciosa de los Hechos de los Apóstoles le permite dibujar al héroe del texto, un culto médico griego que siguió al converso Pablo y que logró tejer el relato que sería su propio evangelio, el de las escenas y pasajes universales y eternos, Lucas. A partir de dos intervenciones en primera persona de Lucas, Carrère es capaz de seguirlo, colocarlo frente a la realidad y cuando se acaban los recursos, liberarse e imaginar la ucronía perfecta. Lucas entonces se convierte en el gran escritor, el que le da sentido de trascendencia a su tarea de organizar, traducir y redactar las misiones paulinas, sus cartas y sus disputas políticas en los primeros días del movimiento. Para Carrère, Lucas se encuentra en todo momento consciente de su tarea de escritor, «dramatiza, guioniza, fabula […] Y cuando algo no le gusta, no duda en corregirlo».

En este making off del Nuevo Testamento, Carrère ha tomado como pretexto los orígenes del cristianismo para hablar del poder de la palabra, para llevar su propia buena nueva: «la palabra nos hará libres».

Similar articles