Tierra Adentro

Titulo: Falsa Liebre

Autor: Fernanda Melchor

Editorial: Alamadía

Lugar y Año: México, 2013

En 1604, el éxito del anónimo Lazarillo de Tormes y del Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, provoca un auge de narraciones construidas bajo la misma fórmula. Relatos a los que se añadirá otro que Francisco de Quevedo comienza en este mismo año: La vida del Buscón. Es prematuro hablar de novela moderna, pues falta un año para que se publique la primera parte del Quijote. No obstante, podemos hablar de la aparición de públicos que gustan leer o escuchar historias que recrean el habla de vagabundos, estafadores, prostitutas y ladrones. Porque uno de los ingredientes que distinguen a estos relatos –agrupados bajo la etiqueta picaresca– es aquello que llamamos “realismo”, es decir, la recreación artística de tiempos y lugares existentes, en su mayoría oscuros escenarios de los bajos fondos. Empujados por la necesidad, los protagonistas intentan sacar provecho de quienes les rodean. A menudo huyen de la casa materna, opresivo entorno donde el engaño y la estafa son el pan de cada día. Comienzan así un duro aprendizaje que los obliga a mantenerse en movimiento, en constante viaje, y a desarrollar su instinto de supervivencia. “Parece como si Quevedo hubiera querido ofrecernos un panorama contracultural, un mundo en libertad, recreado (…) con lo más elemental y libre de aquella época de enormes constricciones sociales”, señala el hispanista Pablo Jauralde en su prólogo al Buscón.

He recordado esto mientras leía Falsa liebre, primera novela de Fernanda Melchor, pues hay en sus páginas un regusto a realismo sucio, esa picaresca del siglo XX. Desde la cuarta de forros, una voz nos advierte: “Algo se pudre en el trópico. En esa esquina del mundo disfrazada de paraíso, junto al mar, cuatro vidas están a punto de coincidir en la fatalidad de un engañoso día de verano”. Esas cuatro vidas son las de Andrik, adolescente que escapa de un amante celoso, Zahir, su regordete compañero que lo busca por todos los rincones del puerto, Pachi, un mensajero frustrado que no soporta la convivencia con su esposa, y Vinicio, un aspirante a pintor atormentado porque no conoce la identidad de su verdadero padre. Los primeros tres son jóvenes cuya única consigna es el placer inmediato: alcohol, sexo, drogas. Es Vinicio quien introduce la nota discordante, pues desarrolla una sensibilidad especial debido a sus inclinaciones artísticas.

Como en los relatos de la picaresca, los personajes de Falsa liebre se ven obligados al movimiento continuo, a huir “como una liebre perseguida por perros”. La razón es la misma que movía a los del siglo de oro: los padres y las figuras de autoridad son retratados como personajes mezquinos y sin escrúpulos. A lo largo de ocho capítulos, atestiguamos los excesos de una tía que obliga a sus sobrinos a mamar la leche de una perra cuando piden de cenar, de una madre trastornada y pirómana cuyo baño está lleno de cucarachas muertas, de un amante que libra de la calle a un adolescente para convertirlo en su esclavo sexual, de un padre enfermo de celos a quien su hija miente para salir de casa. El relato revienta así la noción tradicional de familia: desfilan hermanos que no lo son, relaciones incestuosas, tías pervertidas, jóvenes cuyo mejor intento de amistad es hacer un trío con una bailarina adicta. Las relaciones de pareja aparecen como un juego de sometimiento donde lo más placentero es zafarse del control del amante.

Falsa liebre está construida sobre líneas narrativas que se entrecruzan y nos permiten conocer la historia en su mayor parte, nunca completa. Como ocurre en la vida real, quedan cabos sueltos y hay hechos que tienen varias interpretaciones.

A diferencia de la picaresca ancestral y de muchas obras del realismo sucio, ésta del golfo nos llega narrada en tercera persona. No es que la autora busque tomar distancia de sus personajes, sino lo contrario. Como señala James Wood, tan pronto uno comienza a narrar, la prosa tiende a curvarse alrededor del protagonista: la voz del narrador se amalgama con la forma de hablar y de pensar del personaje al que seguimos. Pero resultaría muy pobre un relato armado con las voces de protagonistas que están intoxicados casi todo el tiempo. Utilizar narradores en tercera persona habilita a Fernanda para entrar y salir de la consciencia de sus personajes. La mejor parte de la novela es, a mi gusto, la que consigna las reflexiones de Vinicio acerca del quehacer artístico, pues en esos pensamientos están cifradas las búsquedas de esta novela. Del mismo modo que la autora afina su relato, el muchacho emborrona zanates y perfecciona los bocetos de sus decrépitos amigos que se disputan el alimento sin saber que sus peleas son el detonador de una obra artística. Al retratarlos, escritora y dibujante intentan atrapar lo que Vinicio identifica como “la esquiva chispa de la vida”.

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