Pedro Uc Be: poesía en defensa del territorio
Canek dijo:
Los hombres blancos no saben de la tierra ni del mar ni del viento de estos lugares. ¿Qué saben ellos si noviembre es bueno para quebrar maizales? ¿Qué saben si los peces ovan en octubre y las tortugas en marzo? ¿Qué saben si en febrero hay que librar a los hijos y a las cosas buenas de los vientos del sur? Ellos gozan, sin embargo, de todo lo que produce la tierra, el mar y el viento de estos lugares. Ahora nos toca entender, cómo y en qué tiempo debemos librarnos de este mal.
Ermilo Abreu Gómez
El 16 de diciembre de 2019, Pedro Uc Be, poeta y defensor del territorio maya en Yucatán, originario del municipio de Buctzotz, recibió una amenaza de muerte desde un número anónimo. Un sujeto le advirtió que lo matarían a él y su familia si no paraba con sus acciones en contra de las construcciones, financiados por empresas privadas, que invaden áreas naturales.
Pedro acababa de cumplir dos años encabezando la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal, cuyo fin es proteger las tierras de los pueblos originarios de Yucatán, formar redes de comunicación y resistencia entre las comunidades; y más de veinte años como integrante y fundador del Consejo Nacional Indígena(CNI).
“Para el neoliberalismo el único criterio es maximizar la ganancia de los inversionistas en el menor tiempo posible, pero sin considerar la participación integral de los ejidos y comunidades indígenas mayas que son los dueños de la tierra”, explicó en una entrevista para La Jornada Maya.
A lo largo de tres décadas de lucha, Pedro ha sufrido el encarcelamiento y asesinato de varios compañeros. Uno de los más recientes, menciona, es el caso de Samir Flores, un campesino indígena náhuatl a quien presuntamente asesinaron por su activismo en contra de la construcción de una termoeléctrica en la población de Huexca. Fue ultimado a balazos en la puerta de su domicilio. Los responsables, hasta la fecha, siguen libres.
Sin bandera religiosa ni política, acostumbrado a las amenazas de represión, consciente de la agresión contra más de 440 ambientalistas en los últimos diez años y del cruento panorama que viven los defensores de la tierra en México, Pedro publicó el mensaje en sus redes sociales, herramienta que hoy, sentado en la terraza de su domicilio, define como indispensable para dar a conocer su proyecto y, a su vez, para protegerse.
Asimismo, sobre las redes sociales, las considera una herramienta “maravillosa” pero mal utilizada. Lo expone con una frase que el escritor Juan Villoro dijo durante una ponencia en la Feria Internacional del Libro de Yucatán (Filey): “El internet nos ha llegado como le llegó el cuchillo a los primitivos: lo primero que se les antoja es cómo encajarlo en la costilla de su prójimo”.
Durante los últimos años se la ha identificado por ser un férreo opositor a los proyectos de energía renovable encabezados por megaempresas en Yucatán, como el parque fotovoltaico —actualmente detenido— que pretende construir la empresa Jinko Solar en las comunidades mayas de Valladolid.
“Ni rentamos ni vendemos tierras”, sentencia. “Nuestra tierra no es negociable, no queremos ser despojados de ella porque es la fuente de nuestra vida, alimentación, aprendizaje, lengua y cultura”.
El origen del poeta maya
Las principales vías de acceso a Buctzotz, municipio localizado al nororiente de Yucatán, con poco más de 10 mil habitantes, se encuentran cercadas por policías. Los casos de coronavirus, o Covid-19, están por llegar a una centena y media en el estado, mientras que son más de cinco mil a nivel nacional, y se busca prevenir la propagación del brote. Muestro un gafete de prensa falso, de un medio clausurado hace más de cinco años, y les explico que pasaré únicamente para hacer una entrevista. Menos de una hora, preciso, y los efectivos ceden. Ni siquiera revisan mi lugar de procedencia.
La gente de la comunidad lo identifica— “Ah, vas con Don Pedro”, dicen— y proporcionan las indicaciones para llegar. Un mototaxi me guía hasta su calle, que se encuentra a un costado de la plaza principal. Pedro mira el auto desde la ventana y sale a recibirme.
En su estudio hay un librero abarrotado, un refrigerador, una computadora, una mesa de madera con utensilios diversos y sin orden aparente. Cuelgan, cerca del techo, dos retratos que lo sintetizan a nivel ideológico: un dibujo a lápiz del revolucionario Ernesto Guevara y, más arriba, una pintura con los rostros de los guerrilleros Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y el Subcomandante Galeano.
Autor de los libros U k’aay Siipkuut/El canto del Siipkuut (2019) y Yáanal Xya’axche’/Debajo de la Ceiba (2019), ganador del concurso estatal “El espíritu de la letra” y el nacional “Alfredo Barrera Vázquez”, ambos en lengua maya, Pedro apunta que la poesía y la lucha en defensa del territorio son un tema común en su vida, una raíz profunda, anudada, que lo remite a su niñez como campesino maya.
“Donde nazco, en una familia de campesinos, comencé a labrar la milpa. Lo que conocí, hasta mis dieciocho años de edad, fue el trabajo para la producción de la comida. De eso estoy lleno emocionalmente, mentalmente, porque de la labor nace una emoción. Ese monte que trabajamos nos da una forma de mirar, vemos como ese lugar va transformándose en diferentes estaciones del año. Las flores amarillas, de este inicio de primavera, nos anuncian la preparación de los vientos del sur para comenzar a traer lluvia, y por eso se calienta más la tierra. Esos conocimientos nos llenan de una sabiduría que no tiene la gente de la ciudad y que no les significa absolutamente nada. Para la gente de la ciudad buscar comida es ir al supermercado. Nosotros aprendimos que para comer hay que ir a la milpa”.
El amor por la tierra y los elementos de su cultura encauzaron a Pedro en la poesía. A los dieciocho años entró a un seminario teológico de donde obtuvo tres herramientas fundamentales para interpretar su realidad: la hermenéutica, aplicada como una forma de entender los elementos culturales que marcaron su crecimiento; la teología, la filosofía y la homilética: el arte de preparar un discurso.
“En el seminario encuentro que la filosofía es el nido de estas materias, en donde brotan diferentes vidas que van configurando un pensamiento donde se unen la escritura y los conocimientos que adquirí de niño. Pasan los años y entiendo el valor del monte, del lugar en el que vivo, y descubro que vienen empresas y comienzan a depredar, a fumigar, a destruir y desnudar la tierra, a quitarles la casa a los animales. Es un dolor que uno no sabe cómo combatir. Al comienzo se buscan las vías legales, lo civilizado, para evitarlo. Pero te llevas una sorpresa al notar que el único valor que ostenta el mundo occidental es el monetario. Ante esto, comienzo a escribir como una reacción de impotencia. ¿Qué puedo hacer con el dolor que esto nos genera si los caminos legales y organizados están obstruidos?”
De esa manera, Pedro escribió versos donde unió su visión del mundo desde la identidad maya y la defensa de la tierra. Su objetivo, explica, es acercar a las comunidades la necesidad de una resistencia organizada para enfrentar al capitalismo. “Lo que pasó por mi cabeza fue: cómo hacer accesible y, de ser posible, atractivas algunas líneas para llevárselas a la gente y que las escuchen. Pero pasó algo curioso, lo escrito pegó más en el mundo occidental que en los pueblos. Ahí ha sido complicado, pero lo hacemos. En las comunidades, antes de comenzar cualquier taller, leo un poema y lo reflexionamos. Les gustan mucho porque se encuentran, se espejan en ellos. Se dicen: es cierto, eso somos nosotros, pero ha costado trabajo. Es necesario generar canales de comunicación en los pueblos para hacerles llegar la información”.
Sobre esa línea, el poeta critica la postura de algunos autores que escriben en su lengua, quienes, desde la oralidad maya, abordan argumentativamente símbolos occidentales. Para él los símbolos necesarios son los mayas, los cuales deberían ser vistos desde las problemáticas de la contemporaneidad.
“Tenemos símbolos muy ricos que no hemos sabido explotar. Aquí es donde viene mi diferencia con algunos escritores y escritoras mayas: me parece que hay una tendencia de copiar los contenidos occidentales y decirlos en sonidos que son propios de la lengua. Eso, pienso, no hace literatura maya. Por el contrario, mi planteamiento es revestir esos símbolos de la realidad que vivimos y demostrar que son también una propuesta de vida, de valores morales, de sobrevivencia y alegría. Una forma que hemos aprendido los mayas desde hace cientos de años y que también le podría servir a otra cultura occidental”.
Al igual que otros escritores en lenguas indígenas, habita el mundo en dos idiomas. Su predilecto, el maya, le permite indagar en aspectos de sí mismo en los que es imposible utilizar el español. Al respecto, considera que en esa lengua está limitado, y que mantener la escritura en lengua maya es un acto político y de resistencia.
“Tengo dos razones para no escribir en español: la primera, que mi español es demasiado limitado; aunque puedo leer y comprender casi cualquier texto en este idioma, en especial textos sobre ciencias sociales, no puedo producir con él, está atropellado por el maya; la segunda: ¿qué voy a escribir en español si en español ya se ha dicho todo? Yo creo que no tengo nada que decir. En todo caso, es un esfuerzo por compartir lo que intento decir con quien no habla mi lengua”.
Añade que: “la resistencia de escribir en maya no es plástica, sino natural, no me lo propuse, es así desde que nací. Mi estructura de pensamiento es maya, aunque la exprese en español. Tal vez eso le da mayor legitimidad, es decir, que no sea algo comprado sino algo que se da como parte de la vida”.
Pedro es parte del grupo que fundó el Consejo Nacional Indígena durante 1996, en el marco del crecimiento mediático del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), organización que marcó un hito en cuanto a la lucha por la autonomía de los pueblos indígenas en México. Sin embargo, considera que su concepto sobre la identidad cobró forma en 1992. “Fue en ese tiempo, en los primeros meses del 1992, cuando participé en una serie de marchas y conferencias, de conversatorios, viajes y gestiones sobre la importancia de conocernos y rescatar nuestras formas de vida como culturas originarias”.
Ese mismo año descubrió el espacio de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, bajo la gestión de Samuel Ruiz, obispo del estado y teólogo de la liberación que entonces trabajaba en favor de las comunidades indígenas e incluso fungió como mediador entre el EZLN y el gobierno federal de México, encabezado por Carlos Salinas de Gortari.
“Fundamos un evento que sigue vivo hasta el día de hoy, que se llama Teología India. Como parte de este proyecto hacemos un encuentro regional cada año, algo que sigue hasta la fecha: un evento en Chiapas y otro en Yucatán”.
Antes de que sonaran los primeros balazos en las selvas chiapanecas, como parte de la represión gubernamental contra el movimiento insurgente, Pedro ya avizoraba el panorama al que se enfrentarían en adelante los defensores de los pueblos originarios. En coordinación con la diócesis de San Cristóbal, en compañía de Samuel Ruiz y otros sacerdotes, viajó por América Latina. Tuvo experiencias desgarradoras. Destaca una en Guatemala, al borde de la conclusión de la guerra centroamericana, donde estuvo en pueblos únicamente habitados por mujeres porque habían asesinado a todos los hombres.
“En la zona de Chimaltenango, Huehuetenango, Quetzaltenango. Ahí encontramos pueblos de solo mujeres porque mataron a todos los hombres. Acompañamos situaciones así, complicadas, eso profundizó mi conciencia y el dolor que se vive en América Latina. Tal vez eso fue el sabucán en donde se iban guardando las palabras y emociones que más tarde estarían convertidas en versos”.
“Escribir desde nuestra identidad”
Sobre la amenaza que recibió el pasado 16 de diciembre, Pedro agradeció la labor de los medios de comunicación que la posicionaron a nivel nacional, pero resalta que no es la misma situación con el resto de los defensores del territorio en México; muchos han muerto, han sido reprimidos o encarcelados.
“La persecución, el encarcelamiento y el asesinato de indígenas que defienden su territorio ha sido la diversión del sistema desde hace mucho tiempo”.
En ese sentido, responsabiliza a la empresa Jinko Solar por la amenaza en contra de él y su familia. A través de la vía legal, la Asamblea de Defensores del Territorio Maya logró suspender de manera definitiva la construcción de un parque fotovoltaico financiado por la empresa. El abogado de la organización, Flavio Ayuso, dijo que se tomó la decisión porque para la construcción del proyecto “Yucatán Solar” no hubo una consulta libre e informada a la comunidad maya, que tiene derecho a un ambiente sano. El proyecto incluye, sin ningún aval científico, la deforestación de más de 246 hectáreas solo en este caso, pues en conjunto se plantea la deforestación de 15 mil hectáreas en la península para la construcción de parques eólicos, solares, mega granjas porcícolas y cultivos con organismos transgénicos.
“La empresa ha querido amedrentarnos, darnos miedo para levantar la demanda y desistir. No lo vamos a hacer. Se quejan de que han perdido millones de dólares, pero ni siquiera incluyeron en sus estudios que en la zona hay un cenote, un lugar sagrado para los sacerdotes mayas. Pelear contra estas empresas significa derrota de nuestra parte, persecución, descalificación, cárcel, amenazas y muerte. Porque sí lo hacen: matan a la gente y lo hemos visto. Afortunadamente en mi caso, hasta ahora, no ha prosperado, gracias a la circulación que tuvo en los medios y las organizaciones. Lamento que esto no pase con muchos otros compañeros”.
Tras esta situación, se acogió al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de los Derechos Humanos y Periodistas. Le ofrecieron una escolta, que rechazó, pero aceptó ser monitoreado por las autoridades federales en su domicilio, así como un botón de alerta que le garantiza la presencia de los efectivos en quince minutos.
Para finalizar comenta que, incluso dentro de las etnias, hay indígenas que se han prestado a una representatividad falsa de las comunidades a nivel político. “Las guardias blancas están en todas las culturas, entre los pueblos indígenas también los hay. Si uno quiere, desde el poder político y económico, tener gatos, uno los va a tener de cualquier raza. Y esto ha pasado con nosotros: hay indios que trabajan de indios, y por muy poco. Eso se tiene que terminar. No somos un acto publicitario”.
La lucha sigue, señala Pedro. El camino es construir redes de información entre las comunidades, “mirarnos frente a frente para poner nuestros problemas en común” y usar la vía jurídica y política para fortalecer la unidad.
“Eso vamos hacer siempre, contra todo megaproyecto que intente despojarnos o destruir la tierra. En cuanto al trabajo como poeta, estoy por terminar una obra de 250 poemas; quiero ver si hay un golpe de suerte para que alguien apoye con el financiamiento y se publique. Las literaturas indígenas merecen tener un papel con el resto de la literatura mundial, es injusto que nos traten como inferiores, aunque es cierto que no hemos reclamado nuestros derechos y me preocupa que la mayoría de quienes hoy dicen ser escritores lo hacen bajo la sombra del poder. Yo creo que la literatura hay que liberarla del poder. No podemos escribir bajo ningún yugo, sino desde nuestra identidad. Desde los sueños propios y no los prestados y menos los pagados”.