Tierra Adentro
Foto publicitaria de Marilyn Monroe. Posiblemente para la película “Los caballeros las prefieren rubias” (1953). Imagen de dominio publico, recuperada de Wikimedia Commons.

La estrella pop más grande del siglo XX, Marilyn Monroe, ha formado parte de los encabezados de noticias incluso 60 años después de su muerte. Recientemente debido a uno de los vestidos que utilizó que ha pasado a la historia y que, a pesar de haber estado resguardado en un museo, fue manipulado y deformado por una celebridad de la actualidad.

Debido a su laureada carrera y a su culminación como sex symbol, todos los acontecimientos de su vida fueron tratados por los medios con frivolidad, falta de empatía y de manera utilitaria. Su trágica muerte no fue la excepción a pesar de que sucedió bajo circunstancias turbias, poco claras y devastadoras, pues develaron una serie de traumas, adicciones y situaciones dolorosas por las que la actriz y cantante atravesó desde su niñez.

Tras su presunto suicidio, Ernesto Cardenal, un sacerdote y poeta nicaragüense (quien únicamente compartía con Marilyn el espacio temporal en donde ambos existieron), hace un esfuerzo por dedicarle las que pudieron haber sido las palabras más humanas que nunca le escribieron en vida. Lo hace por medio de un poema que titula puntualmente “Oración por Marilyn Monroe” y que publica tres años después de su fallecimiento a manera de oración (como su nombre lo indica), de carta de despedida, de disculpa pública en nombre de toda la humanidad y tal vez, desde su posición, a manera de réquiem o de misa funeral.

El sensible texto comienza como una petición hacia el Señor y aborda los eventos traumáticos que Norma Mortenson (nombre de pila de Monroe) vive en su infancia y juventud, como preámbulo a lo que posiblemente no tendría cura en su vida adulta:

 

(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)

 

También, recurre constantemente a temas oníricos y analíticos como los sueños y sus sesiones de psicoanálisis, de las cuales se tenían conocimiento debido a los fármacos que consumía:

 

Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.

 

Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.

 

Se pueden encontrar una variedad de recursos, como lo es el campo semántico al principio del poema donde agrupa las palabras “iglesia, casa, cueva” y que a su vez tienen relación con una metáfora que acompaña la lectura de principio a fin: los deseos de Marilyn vistos como ensoñaciones y la realidad a la que fue sometida, abruptamente distinta:

 

Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!

 

El final del texto coincide con el final de su vida, y es la parte más impetuosa del poema. Cardenal escribe literalmente que la actriz fue hallada muerta con el teléfono descolgado en su mano, la imagen es contundente y sirve para dar pie al rotundo y desgarrador final que retumbará en la memoria del lector cada que visite este escrito:

 

Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó

[…]
¡contesta Tú al teléfono!

 

Tal vez, en una mundana relación, la escritura de este poema fue un ejercicio temprano para lo que sería el proyecto más ambicioso del poeta nicaragüense: el Cántico Cósmico, en donde por medio de una profunda contemplación que consta de páginas y páginas de lírica sobre el universo se pretende dar explicación al fenómeno de la existencia. Tal vez Cardenal observo la estrella en ascenso y la muerte del astro, y decidió incorporarlo a la gran poética del universo.