Novelas clásicas
Titulo: La procesión infinita
Autor: Diego Trelles Paz
Editorial: Anagrama
Lugar y Año: España, 2016
Palabras que circulan como un torpedo a lo largo de la página. Palabras de una dictadura que no se va nunca, que es un proceso, una procesión eterna e infinita en la que la geometría política está salpicada de Leónidas, cayendo precipitadas una tras otra encima de vidas desfiguradas de un país llamado alguna vez Perú.
Europa como pasatiempo en el que nada está escrito, donde una gallina sufre de soledad por igual que un murciélago. Alemania nada peliculera. Alemania diabólica pero sin nazis. Un nido de escorpión más en el inmenso mapa de nidos de escorpión que atraviesa al mundo sin excepción.
Una vida sexual que no aparece definida en el diccionario Larousse. Una mujer disecada en la sala de una casa francesa que tiene antorchas encendidas toda la madrugada. Por la novela de Diego Trelles se anda como si se recorriera un laberinto urbano, moderno y reluciente, donde no hay cantos de sirenas ni dragones ni baba de dinosaurios.
La procesión infinita es una avispa naranja. Uno de esos animales literarios que entre más coloridos, más peligrosos se vuelven para los demás. La naturaleza, como la literatura, es sabia, por eso pinta de naranja ciertas avispas y ciertos libros como éste.
Termino de leer en medio de la oscurana de Culiacán, Sinaloa, México. Allá es París en junio de 2016 y aquí diciembre de 2017. La sirena de una patrulla suena a todo volumen y me asomo por la ventana a ver cómo unos agentes interceptan a un indio viejo, lo estrujan, golpean y luego lo suben a su vehículo de mierda. Aquí acaba de pasar algo y al mismo tiempo no ha pasado nada. Todos salimos indemnes de noches como ésta o como las que llegan de repente en Berlín.
Cuando se es latinoamericano, el mundo puede ser una oportunidad narrativa o una tragedia permanente. Para nosotros, la realidad suele tener más imaginación que la ficción. Cuando escribimos, lo que hacemos de verdad es poner una nota más al pie de página del infierno. Ése es el destino que tenemos marcado de aquí hasta el año 2666.
Ya después podremos escribir novela clásica.