Nosferatu. Crónica del Horror
Me tomé la libertad de hablar sobre Nosferatu, la película que Murnau estrenó en marzo de 1922, con un reparto magnífico conformado por el increíble Max Schreck, un actor teatral (como la mayor parte del gremio, especialmente durante las primeras etapas del cine) que ya había participado en películas como El alcalde de Zalamea, y que siguió labrándose una extensa carrera hasta su muerte. Además de Schreck, quien cuenta con una leyenda negra del todo inverosímil1, en la película participaron Alexander Granach como el tétrico Knock, Gustav von Wangenheim como Hutter (el Harker stokeriano), y la muy talentosa Greta Schröder, quien ya había participado en El Golem de Wegener (que era también su esposo).
Me detengo un poco porque el “revisionado” de Nosferatu aún está muy fresco. Jugueteo con una escultura pequeña que me hizo un amigo, precisamente rememorando al gran Nosferatu, pero de forma caricaturesca. Admiro sus enormes ojos y sus dedos larguísimos, como los que expone Schreck en la película cuando emerge de su ataúd improvisado, o cuando se decide a mostrarse en la cubierta del barco, porque ¡Oh, la peste, el mal de nuestro tiempo! Se ha comido a la tripulación, ¿o ha sido él?
Dice David J. Skal que el crecimiento de sus dedos y uñas es uno de los grandes aciertos de la película, contribuyendo así a la creación de un escenario en el que el monstruo, como también lo hiciera el brutal Señor Hyde en su película El doctor y el monstruo, emerge por fin, y ha trascendido ya su naturaleza humana para compartir la de los animales, o la de alguna cosa aún peor.
Quizá, debido a mis propias circunstancias, la escena que más retumba en mi cabeza es aquella donde la cámara capta una de las calles de Wisborg con hombres cargando varios ataúdes, realizando una fila funeraria que pretende describir la peste y sus consecuencias, pero que en mí resuena como un llamado a los muertos.
Hay que decirlo: la película de Murnau —vista cien años después—, remite a la historia y a las maravillosas creaciones que formaron parte del “Expresionismo alemán”, término en el que se encajaba cualquier cosa, pero que buscaba denotar cierta predilección por una mirada distinta a la meramente mimética, como si estableciera cierto contacto con el periodo impresionista pictórico, donde los paisajes son contemplados a través de un ensueño. Las manchas de la belleza se tornaron en las máculas de la oscuridad en películas como El estudiante de Praga (1913) dirigida por Stellan Rye y Paul Wegener (que durante un tiempo permaneció perdida, hasta que se reconstruyó utilizando la versión de 1923 y otras técnicas diversas), la ya mencionada El Golem (1920)2 o las muy famosas obras de Robert Wiene, como El gabinete del Doctor Caligari (1920) o Las manos de Orlac (1924), hasta la inmensamente célebre Metrópolis (1927) de Fritz Lang.
Nosferatu es una película que fue concebida por empresarios (algunos de ellos con conocimientos ocultistas) que habían descubierto la gran capacidad de la novela de Bram Stoker, Dracula (1897) para ser llevada al cine. Las aristas de la historia podían ser convertidas en imágenes, en visiones sobre un mundo extenso y complejo, creado, pero también captado, por Bram Stoker. Además, la historia fue simplificada por su guionista, Henrik Galeen, quien además trabajaría con el escritor y también cineasta Hanns Heinz Ewers en la producción de una obra tan original como El estudiante de Praga, famosa además por jugar con el tema fáustico (del tipo de La maravillosa historia de Peter Schlemihl), y por haber sido uno de los mayores antecedentes del expresionismo germano.
Entre este grupo de hombres de negocios se encontraba Albin Grau, un artista visionario, además de arquitecto y ocultista. Especialmente fue esta rama la que lo llevó a encontrar un punto nodal desde el cual lanzaría sus obras imbuidas de temas que le interesaban. Para ello fundó junto a Enrico Dieckmanm la productora Prana-Films, cuyo nombre hace alusión al término “aire inspirado”, noción religiosa que está más cercana al concepto de la “energía vital” que al mero hecho fisiológico. La idea de Grau era producir filmes que tuvieran elementos ocultistas, inspirados en historias antiguas, o incluso en el folklore, como ya lo venían haciendo en la industria fílmica nórdica, especialmente en las producciones suecas y danesas (sirvan de ejemplo las obras de Victor Sjöström, como La carreta fantasma de 1921, basada en una de las novelas de Selma Lagerloff, o Häxan. La brujería a través de los tiempos, finalizada en 1920 y estrenada el mismo año que Nosferatu).
La versión que pretendía realizarse por medio de Prana-Films buscaba una adaptación de Drácula, la novela que Stoker publicara en 1897, pero que sirviera para un público alemán. Se ha comentado que —debido a no poseer los derechos—, el guionista cambió los nombres de los personajes, sin embargo, parece que esa era la intención desde un principio, presentando una película que tuviera un espíritu alemán, conforme a lo manifestado por la poderosa corriente del Expresionismo, adaptando una historia que terminara convertida en un epítome de la cultura alemana. Wisborg en lugar de Londres. Un vampiro con un nombre extraño (que en realidad no pertenece a ningún vocablo de Europa del Este). Un símbolo de la peste, y ciertas reminiscencias con cuentos del romanticismo alemán, o incluso con los recopilados por los hermanos Grimm.
La película es poderosa tanto por sus actuaciones, cuya esencia teatral aún es palpable, y por la producción artística que se concibió para ella, a pesar de tener recursos limitados, como la utilización de una sola cámara. En lugar de los atrezos diseñados para El gabinete del doctor Caligari, y que también pueden verse en El Golem, Nosferatu fue filmada en espacios abiertos, utilizando coloraciones azuladas para la noche, y amarillas para las mañanas. La iluminación no estaba diseñada para ser laberíntica, pero sí para ser, de cierta manera, inquietante.
La dirección de Murnau fue decisiva, pues por momentos el guion de Galeen fue pasado por alto para alcanzar una cota cinematográfica particular, a pesar de que el mismo guion estuviera conformado por un espíritu poético palpable. El notable trabajo de Murnau puede apreciarse en películas posteriores como Faust (1926), con un tema goethiano tildando a lo siniestro (a lo unheimlich, si seguimos este espíritu germano) o en el drama Amanecer (1927).
¿Es la dirección, las actuaciones, el maquillaje, los escenarios, la atmósfera o la dirección lo que hace que esta película pueda seguir dialogando con nosotros? A diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con El Golem o con las películas de Monstruos de la Universal, que a pesar de lo clásicas que son permiten ciertos visos hacia la comicidad —en ocasiones buscada y en otras fortuita—, Nosferatu es una película que pretendía encontrar una atmósfera plena de lo siniestro, donde el horror jugara con elementos sentidos en la sociedad europea de aquella época, pero que todavía se sienten justo ahora. Nosferatu, como lo sugiere la naturaleza de su monstruo, no ha envejecido.
La película de Murnau no es solamente un filme sobre vampiros, sino un relato sobre la muerte y la peste, sobre la oscuridad más absoluta, pues cuando ésta desaparece con el sol, los estragos aún permanecen. En la historia de Nosferatu, como en Dracula, es el vampiro el que viaja en barco hasta la Europa occidental. Y con él, las ratas. Las ratas son portadoras de la peste, y es más este elemento el que cunde en la ciudad, provocando muertes sin conversión alguna, como originalmente pasa en la novela y en películas posteriores. El bestial Nosferatu es una criatura de la noche, no se debilita como el Conde Drácula, sino que muere con la luz, y no convierte a sus víctimas, tan sólo las fagocita. David J. Skal lo dice en su célebre Hollywood Gothic, y lo repite en la serie sobre el cine de terror, Eli Roth’s History of Horror: Nosferatu es un vampiro cósmico que baja desde la oscuridad más profunda (o emerge) y termina con ciudades enteras. Fagocita y destruye, y deja su impronta como una mácula. Es la bestia de la oscuridad, y con ella podemos entendernos.3
Vuelvo entonces a la escena de los féretros, que recuerda tanto a las imágenes de aquel cercano 2020, en el que cadáveres eran abandonados en las calles de Guayaquil por haber sido rebasados los servicios funerarios de la ciudad4. Los muertos apilados en Nueva York, listos para ser depositados en fosas comunes.5 Los cuerpos flotando en el Ganges, durante la ola que devastó India durante el 2021.6 Una pandemia que remite a las Danzas de la Muerte del medioevo, celebradas en Alemania, en Francia o España. Una enfermedad que recuerda a las grandes hecatombes vividas por epidemias de la Edad Media, a la Gripe Española, a la posibilidad siempre cercana de la muerte. Y que Nosferatu no trasciende de otra manera más que por medio de la valentía.
Ellen, la prometida de Hutter, es la encargada de destruir el mal, de ofrecerse como víctima al infame vampiro, retrasando el momento en que regrese a su ataúd. Pues es esta la única manera en la que él morirá, cuando el sol le dé directamente y lo convierta en ceniza y humo. No hay final feliz. Ellen no regresa de la muerte ni todos sonríen porque la bestia ha sido eliminada. La oscuridad sigue ahí, recordándonos que nunca se ha ido, que tan sólo basta abrir los ojos a mitad de la noche, porque tal vez cuando uno quiera levantarse y tiente con la mano extendida por el apagador, no lo encuentre, o si lo hace, al accionarlo ninguna luz le responderá, pues no hay nada más certero que la noche, y ésta resguarda monstruos. Tal vez, en lugar de un apagador, lo que encontremos sea una garra larga y afilada, que busque la fragilidad de nuestra piel, de nuestras muñecas, de nuestro cuello. Es un recordatorio: los muertos viajan deprisa.
- Esta leyenda fue reproducida en la película (2000), dirigida por E. Elias Merhige, e interpretada por Willem Dafoe y John Malkovich. En ella se cuenta que Max Schreck era realmente un vampiro contratado por Murnau, supuestamente debido a la poca información sobre su vida, cosa rotundamente falsa. Esto cobró fuerza por el significado en alemán de su apellido: Schrek, miedo.
- Existen versiones anteriores, el mismo caso que con El estudiante de Praga.
- Hollywood Gothic W. W. Norton & Company Nueva York, 1990 edición revisada publicada por Faber and Faber, Inc. Londres, 2004
- https://www.elperiodico.com/es/internacional/20200402/muertos-en-las-calles-la-imagen-que-resume-la-crisis-sanitaria-en-ecuador-7914370
- https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52243771
- https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-57052844