Mentada para una fanática difunta
Estoy en una comunidad Abeja, a pocos kilómetros de Acteal, en Chiapas. Las Abejas son un grupo que simpatiza con los Zapatistas, pero opta por una práctica de resistencia fundamentada en el pacifismo. Acteal es la comunidad que sufrió la masacre perpetrada por paramilitares el 22 de diciembre de 1997, asesinaron a 45 tsotsiles, miembros de Las Abejas, que se encontraban rezando en la iglesia de Acteal.
Es la tarde, el sol está descendiendo entre las montañas boscosas, la niebla comienza a cubrirlo todo y el frío cala profundo. En la cabañita que la comunidad nos preparó, pasamos las últimas horas de luz leyendo. Estamos dos amigas universitarias y yo. Una de ellas lee los cuentos completos de Cortázar; la otra, un libro de historia sobre robos de comida en París y las penas desmedidas que imponía la corona, previo a la Revolución de 1789, y yo… Yo leo Atlas Shrugged de Ayn Rand.
Leí gran parte de esa monstruosa novela (1,070 páginas) en la comunidad Abeja; la ironía del acto me pasó de largo, era muy tonto. En mi defensa, vaya que la necesito, todavía no estudiaba filosofía, tras eso caería en cuenta de mi error de apreciación filosófica, de lo alejado que me encontraba en cuanto a mis inclinaciones políticas de la autora, que bien se merece el mote con el que ahora me refiero a ella: señora horrible.
Pero antes de entrar en materia, antes de desplegar plenamente mi berrinche, debo admitir que no sólo leí ese mamotreto espantoso, sino que me chuté, además, sus otras dos novelas: The Fountainhead y Anthem, y su tratado “filosófico” The Virtue of Selfishness. De nuevo, era muy tonto. Incluso así, debo indagar en qué sedujo, por qué Danush pequeño se chutó más de dos mil páginas escritas por una señora horrible, también explicaré por qué el mote lo tiene merecido.
Dentro del “sistema” de Rand, las obras literarias y las filosóficas son complementarias, forman parte del pensamiento que ella llamó “objetivismo”, pero que podría llamarse “ojetivismo”. Esta postura se puede resumir en mantener como centro al individuo, un egoísmo ético y rechazar toda negación o imposición sobre éste, sea de parte del gobierno, de la Iglesia o de ideas moralistas que pregonan cosas como el altruismo. Aquí está un elemento que al pequeño Danush le gustó, ese rechazo al gobierno y la Iglesia. Desde que abandoné la religión y mi teísmo, incursioné en ideas cercanas al anarquismo, ya sea por medio de videos de YouTube o libros que no entendía del todo (ya se dijo aquello de lo tonto).
Hoy en día, gran parte de los políticos evangélicos y republicanos de nuestro país vecino tienen a Ayn Rand como un modelo a seguir. Existen diversas fundaciones dedicadas a promover su línea de pensamiento, como el Ayn Rand Institute o el Ayn Rand Center Latin America. En tiempos recientes he visto varios simpatizantes de la derecha mexicana promover citas de Rand o recomendar sus libros en redes sociales. Como consecuencia de lo anterior, sus novelas se editan constantemente, se venden en cantidades exorbitantes, al grado que la Library of Congress, la biblioteca más importante de Estados Unidos, enlistó Atlas Shrugged como el segundo libro más influyente en el país, tan sólo detrás de la Biblia. Esta afición, sobre todo por parte del grupo denominado WASP (blancos, anglosajones, protestantes, según las siglas en inglés), me parece interesante, es como si viéramos una radiografía de las contradicciones del pensamiento neoliberal norteamericano: por un lado, la ambición grotesca, el individualismo más feroz, y por otro, el cristianismo, la religión con sus preceptos morales tan lejanos a lo predicado por Rand; sin embargo, cohabitan.
Alisa Zinóvievna Rosenbaum nació el 2 de febrero de 1905 en San Petersburgo. De familia burguesa. Se mudó a Crimea tras la Revolución de 1917. En 1926 viajó rumbo a Estados Unidos para visitar a unos tíos; se quedó a vivir para siempre. Rápidamente se asoció con el mundo del cine en Hollywood, luego con la escena teatral en Nueva York. Poco a poco comenzó a publicar y a mostrar sus posturas políticas en sus personajes.
The Fountainhead le brindó éxito y reconocimiento en 1943. La trama gira en torno a Howard Roark, un arquitecto con ideas innovadoras que no es apreciado por sus colegas. El personaje es prácticamente un megáfono para que Ayn Rand difunda su postura objetivista. Cada que habla lo hace de una manera solemne, como si estuviera dando un discurso político o fuera la escena final de una película de superación personal. Es como si leyéramos a Dostoyevski, sólo sin alma, sin dudas, petulante en sus ideas. El héroe, Roark, tiene un interés romántico, Dominique, la cual actúa de manera errática e incluso malévola, pero jamás deja de admirar a Roark, al grado que él llega a violarla y después eso está bien porque… porque así funciona la mente de Rand, sin argumentos ni razones. Al final el héroe consigue lo que quiere, construye un edificio enorme que lo consagra como el superhombre que es.
En 1957 Rand publica su obra maestra, Atlas Shrugged. Trata de John Galt, un empresario que se va a huelga contra el gobierno que está imponiendo regulaciones cada vez más castrantes para el desarrollo. El héroe se mantiene oculto gran parte de la novela, pero va reuniendo a otros hombres y mujeres que piensan como él, que se oponen a la intervención del gobierno y que defienden el uso de la razón y del individuo sobre cualquier otra cosa. En un poblado donde habitan los superhombres y supermujeres, preparados para fundar una nueva sociedad capitalista que defienda los intereses empresariales, en lugar de una cruz, colocan un signo de dólar. Esto no es metáfora, por desgracia.
En Anthem nos chutamos la misma fórmula: en un mundo distópico habita un hombre llamado Equality 7-2521, se rebela contra el gobierno que mantiene a la sociedad en miseria, termina huyendo con la chica. Como se ve, Rand no era muy imaginativa. Sólo cambia el escenario y la profesión del protagonista. Además, es curioso que sus héroes siempre son hombres. Los personajes femeninos tienen carácter fuerte, pero su voluntad está al servicio del interés romántico masculino, eso sin ahondar en cómo las describe, como si el señor más macho de la literatura se hubiera hecho cargo: hiper sexualizadas bajo la mirada del varón.
En tiempos recientes, se ha querido reinterpretar a Ayn Rand como un ícono feminista, incluso sus frases se estampan en camisas y se comercializan. Esto a pesar de que en entrevistas se autoproclamó antifeminista, se describió como “macho chauvinista”, además de decir que jamás votaría por una candidata a la presidencia porque el que una mujer gobernara a hombres le parecía absurdo.1
Pero volvamos a esa figura heroica de sus protagonistas. Rand, como cualquier adolescente enojado, leyó a Nietzsche y, como cualquier adolescente enojado, no le entendió. Ella misma confesaría que quitó un epígrafe del filósofo alemán en The Fountainhead tras darse cuenta de que su filosofía era muy distinta a la suya.2 Pero algo permaneció, una caricatura de un concepto filosófico, la del superhombre. Según Rand el humano ideal es aquel que se guía por la razón de manera exclusiva y que, por lo mismo, sólo busca sus propios intereses dentro de un sistema que los propicie, el cual sólo puede ser uno: el capitalismo. El superhombre florece en una economía de libre mercado, la inequidad socioeconómica funciona como la selección del más apto, el rico es aquel que aprovechó y, sobre todo, aquel que más valor tiene como humano, como ser racional y funcional, el pobre es inferior.
Pero Rand no sólo utilizó a Nietzsche para crear a su héroe de novela, de acuerdo con su diario personal, admiraba a William Hickman, un asesino que raptó y desmembró a una niña de 12 años. Rand trabajó en una novela que pretendía tener a un héroe protagonista modelado a partir de Hickman.3 Afortunadamente, The Little Street nunca vio la luz de la imprenta. Escribió en su diario que Hickman “jamás aprendió el proceso de pensar en las otras personas… Indiferencia y un infinito y calmado desprecio es lo único que siente por el mundo y los otros hombres que no son como él”.4
¿Cómo argumenta su ética, su metafísica, su epistemología? No lo hace. Por ejemplo, sostiene que el fundamento de la existencia humana es la razón, que sólo ella debe ser el pilar sobre el cual debemos construir sociedades. De ahí pasa a decir que la única sociedad racional es aquella regida dentro de la economía laissez-faire, porque eso es lo racional. Se guía por axiomas, empuña como argumento, literal, “A is A”,5 existencia es identidad, la identidad del ser humano es ser conscientes de su supervivencia, la cual se logra con la razón, por lo tanto, el sistema más racional es el más adecuado para el humano y su existencia, ese sistema es el capitalismo. Por cosas como esta última, incluso Roberto Nozick, el filósofo libertario, alguien que tendría afinidad con las ideas de Rand, la critica por su falta de claridad y la ausencia absoluta de argumentos y lógica en sus posturas: “…uno no puede llegar a la conclusión de que la vida misma es un valor meramente por medio de entremezclar muchos enunciados que contiene las palabras valor y vida o vivo, y así esperar que, por medio de un proceso de asociación y mezcla, esta nueva conexión emerja”.6
Lo único real es lo real, la herramienta para lidiar con eso es la razón, el individuo con mayor valor es aquel que utiliza la razón y, dentro del sistema capitalista, “la riqueza es el producto de la capacidad de pensar del hombre”.7 Así, la propiedad se vuelve algo no sólo importante, sino esencial para el sujeto. Y aquellos humanos que viven en sistemas que no privilegian a la propiedad privada y el enriquecimiento, son inferiores. Para Rand, los nativos americanos no tienen derecho a reclamar la tierra que se les quitó, dijo al respecto: “Supongamos que todos eran salvajes hermosamente inocentes, lo cual ciertamente no lo eran… Al oponerse al hombre blanco en este continente, ¿para qué luchaban? Luchaban para continuar con su existencia primitiva, para conservar parte de la tierra inmaculada, sin usar, ni siquiera como propiedad, tan sólo para mantener a todos afuera para que ellos continuaran viviendo prácticamente como animales”.8 (Ya va quedando claro lo de señora horrible, ¿verdad?) Es decir, la propiedad sólo es sagrada cuando se explota, cuando se utiliza bajo un sistema de competencia libre como el capitalismo.
Pero quiero revisar su ética egoísta, qué es lo que contiene, si es realmente tan racional como se le pinta, tan libre e individualista. Para esto recurro a un filósofo que sí era aficionado a argumentar, Max Stirner, el egoísta por excelencia. No le veo mucho sentido a utilizar la filosofía de alguien completamente opuesto a Rand, sería infértil tomar a Kant y su imperativo categórico, por ejemplo, o incluso a Arendt y su definición de libertad. Prefiero cuestionarla en su misma cancha, evidenciar que incluso como filósofa del egoísmo es deficiente.
Stirner escribió El único y su propiedad, ahí expone su filosofía nihilista y su política y ética anarquista, todo sobre el fundamento del egoísmo, del Yo más irreductible: yo mismo, nada de abstractos. Para él, tanto la Iglesia como el Estado han hecho uso de fantasmas para controlar a los individuos, se predica que debes actuar de cierta manera, ser de cierta manera para acomodarte al Plan Divino o a la Verdad (así en mayúsculas), a Dios o al Humanismo; debes sacrificar tus intereses individuales por el bien común del Pueblo, de tu Patria. Stirner dice que nada de esas cosas existen realmente, son sólo abstractos que las personas en el poder perpetúan para beneficiarse. Incluso denuncia la idea de Libertad como uno de esos fantasmas, es imposible no ver una pedrada accidental e indirecta a los discursos gringos que instigan a ir a bombardear países en Medio Oriente por la Libertad.
También es fácil imaginar cómo Stirner vería un falso egoísmo en la filosofía de Rand, sobre todo al leer ese pasaje de Atlas Shrugged donde erigen una figura de dólar como si fuera crucifijo. La libertad de Stirner es en minúsculas, él reconoce que sólo se puede ser libre de algo, no en general, y nunca del todo. Lo único que podemos hacer es sacrificar ciertas libertades por nuestro propio bien, es así como entiende las asociaciones humanas. Él no vería con malos ojos al altruismo si este está hecho de manera consciente, si mantenemos como individuos control sobre él y si nos brinda algún sentimiento de bienestar. El problema es regirse, sacrificarse, someterse a fantasmas, a los abstractos que anulan al individuo. Va al extremo de decir que ni los pensamientos deben someterme, ni la razón. “Que yo me haga inteligible, sólo eso es razón, por poco razonable que yo sea; si me hago comprender y si me comprendo yo mismo, los demás gozarán de mí como yo gozo, y me consumirán como yo me consumo”.9
El libre mercado según Rand es el medio para que el individuo se realice libremente, de esta manera ignora por completo las desigualdades sociales y estructurales. Dice Stirner “La libre competencia no es libre porque los medios de competir, las cosas necesarias para la competencia, me faltan. Contra mi persona nada se tiene que objetar; pero como yo no tengo la cosa, preciso es que mi persona renuncie”.10
Un verdadero egoísta, un verdadero individuo que rechaza cualquier yugo, no puede someterse a un incuestionable sistema económico como el capitalismo, tampoco a una idea inamovible de lo que es lo racional, lo necesario para la obtención de una vida plena. Un egoísta rechaza cualquier cosa que se sitúe sobre él, que se imponga sobre su individualidad; sea altruismo o Dios, sea avaricia o razón. Rand se quedó a la mitad del berrinche de un adolescente que rechaza el sometimiento de sus padres y de su escuelita dominical, se quedó a medias porque en lugar de esas cadenas que rompió impuso otras, lustrosas e igual de intransigentes.
Constantemente veo en personas leídas la noción de que el nihilismo es sinónimo de maldad, como si negar la existencia de un absoluto deviniera en una forma de actuar contraria a lo que se suele denominar como el bien o la virtud. Rand está lejos de ser nihilista, al contrario, pretende pregonar una verdad obvia, objetiva, tan evidente que sólo se debe decir de ella “A es A”, y en su filosofía abunda la mezquindad, el desprecio al vulnerable, la adoración al Jeff Bezos del momento.
Max Stirner, con su egoísmo nihilista, escucharía con asco el discurso de Elon Musk, la supuesta lucha por la humanidad en su carrera espacial. Para él serían sólo las palabras huecas de un sujeto que busca enriquecerse utilizando fantasmas para embobar a las personas. Los sistemas económicos y políticos que desgastan actualmente al planeta no están fundamentados en nihilismo, aquel falso diablo que se han imaginado, sino en nuevos dioses, nuevas religiones, que no tienen empacho en situar a un signo de dólar como crucifijo al cual sacrificarse. La filosofía de Rand es jerárquica, los poderosos merecen estar en la cúpula, los pobres en los abismos. Stirner, en cambio, se opone a cualquier jerarquía sobre el individuo, cualquier figura real o fantasmagórica que pregone un derecho a estar encima del otro, ya sea un derecho supuestamente basado en la ley divina o en la ley del mercado.
Siempre será más peligroso un absoluto en el pensamiento, es en estos que el individuo se escuda para obrar, para disociarse de la responsabilidad de su actuar. No soy yo el que hizo esto, lo hizo el Diablo, no soy yo el que te juzga por aquello, es Dios quien lo dice, no fui yo sino el sistema capitalista, la mano invisible del mercado. Ahora se puede entender por qué Ayn Rand tiene tanto éxito con los evangélicos norteamericanos, por qué su filosofía es cristianismo vestido de dólares. Ellos tienen dos religiones a la vez, contradictorias en su ética, pero idénticas en su estructura incuestionable y abstracta.
Dado que su filosofía no está construida sobre argumentos, no sorprende que la práctica de la misma, incluso por parte de Rand, trajera contradicciones flagrantes. Una de ellas es su propio autoritarismo, su imposición como incuestionable frente a sus súbditos. No tuvo que esperar a la muerte para volverse objeto de culto, ella misma organizó una especie de secta alrededor de su persona. Los fieles se reunían en su departamento para discutir las ideas de superhombres y supermujeres. Como toda buena secta, había un componente sexual, los miembros tenían prohibido mantener relaciones sexuales con personas inferiores en intelecto. Rand se hizo de un amante 10 años menor que ella, Nathaniel Branden, lo convenció a él y a su esposa de que ese amorío era racional y necesario. Cuando Branden tuvo otra amante lo expulsó de la secta, es decir, cuando Branden ejerció su egoísmo, ella optó por el castigo autoritario.11
Era de esperarse la creación de esa atmósfera de secta, los clubes de estudio de la obra de Rand tenían, y tienen, 8 reglas fundamentales. Las primeras dos son: 1-Ayn Rand es el ser humano más grandioso que haya existido, 2- Atlas Shrugged es el mayor logró de la historia de la humanidad.12
Finalmente, otra de sus contradicciones curiosas es que, Ayn Rand, la enemiga número uno del altruismo y de las dádivas del gobierno, en sus últimos años, recibió dinero del Seguro Social como manutención. Murió hace 40 años, el 6 de marzo de 1982, en Nueva York; en su aniversario luctuoso, y con el derecho que me otorgo yo mismo por haber leído gran parte de su obra, le dedico este texto por haber sido una novelista y filósofa mediocre y, sobre todo, una señora horrible.
- https://www.thecut.com/2014/11/ayn-rand-girl-power-icon.html
- Ayn Rand, The Fountainhead, Signet, New York, 1993, p. x.
- https://en.wikipedia.org/wiki/Murder_of_Marion_Parker#Ayn_Rand’s_The_Little_Street
- (Traducción original del autor) https://revjimmybookreview.wordpress.com/2020/02/06/mean-girl/
- http://aynrandlexicon.com/lexicon/identity.html
- (Traducción del autor) https://www.scribd.com/document/102657523/On-the-Randian-Argument-Nozick
- (Traducción del autor) Ayn Rand, For the New Intellectual: The Philosophy of Ayn Rand, Penguin, New York, 1963, p. 89.
- https://indiancountrytoday.com/archive/conservative-icon-ayn-rand-said-savages-had-no-right-to-land
- Max Stirner, El único y su propiedad, Sexto Piso, México, 2019, p. 430.
- Ibid., p. 339.
- Fernando Escalante Gonzalbo, El neoliberalismo, El Colegio de México, México, 2018, p. 172.
- https://newrepublic.com/article/154705/last-ayn-rand-acolytes