Tierra Adentro

Titulo: Quemar las naves. Los cuentos completos de Angela Carter

Autor: Angela Carter

Editorial: Sexto Piso | Secretaría de Cultura-DGP

Lugar y Año: México, 2017

 

Quemar las naves es una lectura de insomnio. Cuando del palpitar de la casa no queda más que el eco, en duermevela con el ruido de los camiones de transporte como un tren que se alejara con el día, los personajes y las atmósferas de Angela Carter pueden extender los pelos y los olores sin temor a que la vida cotidiana les estorbe. La luz amarilla de una lámpara de noche es lo más cercano que tenemos a leer junto al hogar cuyas brasas poco a poco se extinguen y junto al cual deben leerse los cuentos de hadas.

Esta colección que dice en la portada «los cuentos completos de Angela Carter» puede resultar una trampa, pues al lector quizá se le antoje que en ese libro de setecientas páginas podrá perderse días, semanas, que no va a cansarse nunca. Pero a Carter hay que leerla a sorbos. Sus cuentos son una cuchilla que entra en el cerebro y hace un tajo: luego hay que esperar a que éste se recomponga, a que los nervios cicatricen y las conexiones sinápticas se restablezcan, aunque uno sabe que ya no quedarán como estaban, sino que se reconstruirán con la forma que ha dejado el tajo, la harán parte de su nueva geografía.

Esta edición, que hacen Sexto Piso y la Dirección General de Publicaciones (DGP) de la Secretaría de Cultura de los cuentos de Carter, es un volumen que incluye varios libros; libros ya formados, editados, curados de manera independiente que de pronto han venido a quedar bajo la misma llave. Es como sacar algunos tomos del librero e intentar leerlos cual si fueran uno solo, buscando y quizá forzando un discurso unificado.

Leer a Carter es estar incómodo, es ser aquella princesa que busca el guisante que no la deja dormir bajo la pila de colchones. Ésa es la intención de la escritora y lo hace como nadie, uno lee tratando de acomodarse, ajustando la silla o los cojines, los prejuicios y las dudas. Angela se formó en el medio cultural inglés de los setenta que dio espacio a escritores como Salman Rushdie, Ian McEwan y Julian Barnes, pero fue pasada por alto en los grandes premios británicos, entre ellos el Man Booker Prize. Quizá porque es difícil saber dónde acomodarla: fue hasta su muerte, a los cincuenta y dos años, que tuvo el reconocimiento merecido y hoy en el Reino Unido hay ejércitos de estudiantes haciendo tesis sobre ella.

A Carter se le conoce, sobre todo, por su libro La cámara sangrienta, en el que la escritora se apropia de los cuentos de hadas y los pone de cabeza. En sus relatos, las mujeres parecen haber pasado un par de años en el diván del psicoanalista y decidido recomponer su historia. Ya no están a merced de que el marido las mate o se las coma, ya no esperan que otro hombre venga a salvarlas, han levantado la mano y la cabeza, han dicho esta historia es la mía y la vivo como quiera. Así nos encontramos a la última esposa de Barba Azul, emancipada por una madre que viene a rescatarla en un caballo; a Caperucita haciendo el amor con el asesino de su abuela en una cama bajo la que aún se ocultan los huesos de la vieja; a la Bella convertida en una Bestia majestuosa tras un episodio de erotismo escalofriante.

No todo son cuentos de hadas, sin embargo; la vida de Carter se cuela en su obra y una estadía en Japón, que cambia el curso de su vida y se convierte quizá en ese momento en que, al igual que sus personajes, ella se libera, resulta en textos apasionantes entre los que subrayo Un recuerdo de Japón. Sospecho que es donde Carter se desnuda: habla de su amante japonés y el erotismo que ella descubre a pesar de haber estado casada muchos años; del sentirse inadecuada, de ser extraño en un país de cuyo idioma conoce pocas palabras; pinta su feminidad fuerte y frágil como si acabase de descubrirla hace unas horas.

Quemar las naves está traducido al español por Rubén Martín Giráldez y Jesús Gómez Gutiérrez y frente a este trabajo yo me quito el sombrero. En ningún momento el lector siente que está leyendo una traducción y esto es un logro subrayable cuando se trata de una escritora como Carter, que tiene pasajes deliberadamente cerrados en los que, aun el lector de habla inglesa, debe detenerse y consultar un diccionario.

En el prólogo a esta edición, Salman Rushdie, amigo de Carter y responsable de darle el nombre de «A very good wizard» que le queda como segunda piel, advierte: «Quedan avisados, estos cuentos tempranos dicen: Esta escritora no es cualquier cosa; es un cohete, una girándula»