Nerval y la idea de sí mismo
René Girard asegura en su libro Mensonge romantique et vérité romanesque[1] que los seres humanos somos incapaces de desear espontáneamente, que necesitamos forzosamente de otra persona que medie nuestro deseo. Girard llama a esta incapacidad “deseo mimético”. Las implicaciones que puede tener esta afirmación van más allá de lo antropológico; o más aún, por ser una noción antropológica puede relacionarse con todas las actividades del hombre, incluidas, claro está, las actividades artísticas.
Luego Fernando Pessoa se pregunta en cierto escrito si ser poeta es una idea suya, si él hubiera sido poeta de no haber existido otros poetas.[2] Es una pregunta retórica que se basta en su sola enunciación. De alguna manera afirma, a la vez que propone la negación de dicha afirmación, que ser poeta es haber leído a otros poetas. Lo que es preguntarse: de no haber existido otros poetas ¿el poeta habría deseado ser poeta? No resulta pues infundada la pregunta siguiente: en el deseo del poeta ¿acaso no se esconde el deseo de ser como otros poetas?
Una vez formulada esta pregunta, a quién no se le antoja pensar en la extraña manera en que actitudes, ideas, maneras y formas de hacer poesía se van heredando no sólo por la figura superficial de la influencia, sino por la mediación del deseo de ser como otro. No podríamos especular más como al hablar de “imitación” en literatura; tanto más que se trata de la imitación de la forma de ser de un poeta a otro. Sin embargo, biografías bien conocidas y estudiadas de algunos poetas nos podrían ayudar a que dicha especulación se vea atenuada y se parezca más a un análisis riguroso. Uno de los casos más estudiados que yo conozca, en este sentido, es la personalidad poética de Gérard de Nerval.
Se sabe poco del Nerval adolescente, pero tan pronto como se inició en la poesía las cartas, documentos y anécdotas se vuelven comunes. En su juventud sintió algo que podríamos llamar “entusiasmo pesimista” por la figura de Napoleón. Pero no fue un entusiasmo como el de la generación de sus mayores, la de Lamartine y Victor Hugo; para Nerval se trató de un entusiasmo nostálgico, desgastado y puramente literario: Gérard de Nerval tenía 22 años cuando Luis Felipe tomó el trono en la Revolución de 1830. Era el asentamiento de una monarquía burguesa, lo que representó para él una verdadera humillación. La respuesta, en cuanto a la función social de la poesía, no fue la del optimismo, sino la del desencanto. No es lo mismo que un poeta se convenza del papel que desempeña en la sociedad como “legislador”, como quería Victor Hugo; o que un poeta esté seguro de que construye un Ideal y que él es la fibra vinculante instaurada en una suerte de Demiurgia; o que un poeta se llame a sí mismo Mago o Profeta; no es lo mismo todo esto a que un poeta como Gérard de Nerval y algunos de sus contemporáneos, en especial Charles Nodier, afirmen que el “hombre no es perfectible”, o coqueteen con la posibilidad de un arte sin vínculo ni ataduras con compromisos, o entregarse a un infortunio que no se sabe remediar más que glorificándolo.
En la poesía de Nerval acaso podremos encontrar un panteísmo singular que luego influiría en los temas simbolistas de la siguiente generación, pero, luego de sus primeros escritos donde se dejaba ver su carácter de republicano liberar, se hizo notar una alteración del papel y de los poderes, o impotencias, que se solía atribuir al poeta. Durante los años de la Revolución de 1830, Gérard de Nerval tradujo poesía alemana, antologías y a Goethe, y participó en la batalla de Hernani de Victor Hugo. Esa década de la obra de Nerval no es conocida por su poca relevancia. El Nerval admirado y conocido por sus escritos llega hasta 1840.
Paul Bénichou cuando estudia a Nerval se pregunta si éste fue precursor de sí mismo. ¿A qué conclusión llega? A que sus traducciones de Bürguer y de Jean-Paul Richter, aunadas al desencanto de su grupo de poetas, lo llevaron a crear una “personae”, una personalidad literaria que no tiene por qué coincidir con la personalidad real que hubiera tenido el escritor de no habérselo propuesto. Un poema cuya autoridad puede atribuírsele, no sin polémica, a Nerval aunque éste diga que es una traducción de Richter, escrito en 1831, nos muestra claramente el cambio en el temperamento y en los temas de la poética de Nerval:
Cualquiera que haya visto el sol fijamente
ha creído ver, frente a sus ojos, volar obstinadamente,
alrededor suyo, una lívida mancha.
También yo, aún demasiado joven y todavía más osado,
me atreví a fijar la mirada en la gloria por un instante:
un punto negro se estableció en mi ávida vista.
Desde entonces, aunándose a todo como marca de duelo,
donde quiera que ponga los ojos,
también se establece la mancha negra.
¿Siempre? ¡Siempre entre yo y la dicha!
¡Ah, es que sólo el águila, —¡desgraciados seamos!—
ha de contemplar el Sol y la Gloria![3]
Luego, en poemas claramente suyos escritos posteriormente, la tragedia toma el lugar de todos sus motivos. Las mujeres muertas de Les Cydalises, por ejemplo; el rechazo o la imposibilidad de la reciprocidad amorosa se vuelven un tema recurrente. Sin embargo, hay un par de anécdotas que suelen darle la razón a quienes afirman que Nerval se formó una idea de sí mismo que jamás abandonó; una suerte de “yo poético” que terminó identificando con su propia vida. Estuvo enamorado durante muchos años de Jenny Colon. No hay información suficiente para saber si alguna vez hubo algo físico entre ellos; ni siquiera si Nerval le declaró su amor. Sin embargo, se sabe que poco antes de su acceso de locura de 1841 había vuelto a verla, ya casada, en París. También se sabe que la divinizó en Aurélia. La abundancia de borradores y cartas que no le mandó, son tan esclarecedoras que se puede deducir que se trataban de ejercicios literarios. Y este no es el único caso: es posible que Las hijas del fuego hayan sido dedicadas a diferentes mujeres en su vida, en relaciones de romanticismo parecidas a la que tuvo con Jenny Colon. Esto es otra manera de decir que Gérard de Nerval se enamoraba de una idea; más específicamente, de una idea literaria.
Conocida es la tragedia de Nerval, que terminó por suicidarse. La influencia que tendría en la siguiente generación supera por mucho la influencia formal. Así como Victor Hugo promovió el ministerio poético y la dignidad del poeta en la sociedad y muchos fueron quienes siguieron su ejemplo; así, muchos vieron en Nerval un carácter y una manera deseable de ser poeta. Jean Starobinki sugiere en L’Œiel vivant la posibilidad de una exigencia crítica de la psicología del escritor que lo hace “querer ser” algo que se ha propuesto; eso que podríamos llamar, no sin injusticia, el “superyó literario”. Luego podríamos agregar con algo de mala intención lo que algún escritor dijo de su autor favorito: “a su desgracia personal debemos su genio literario”.
Antes de que Freud se decidiera por fijar el nombre de su Über-ich lo había llamado, en algunos de sus escritos de juventud,[4] Ichkritik, “crítica del yo”, que sin duda era una nomenclatura, sí, menos psicoanalítica, pero también más explícita. ¿Por qué? Porque como él mismo dice el Ichkritik busca una suerte de perfección, de apego a lo que se quiere de sí mismo. Entonces habría que preguntarnos, con la única intención de analizar, si Gérard de Nerval hubiera conseguido escribir lo que escribió sin haber identificado la idea que tenía de sí mismo con el personaje que los escribió. Quizá no. No podemos saberlo, de hecho.
De cualquier manera, el interés que pueda tener algún aprendiz de poeta en la forma en que otros lo han sido, debe sernos de gran importancia, pues ese “deseo mimético” tarde o temprano tendrá una gran influencia en la manera en que ese poeta se percibe a sí mismo: desde comportarse como cree que lo hizo un tal Paul Valéry hasta imitar el tono críptico de un T. S. Eliot; desde condicionar su felicidad o desfachatez hasta seguir el ejemplo que representa para muchos (más que la simpatía) la obra del indecente Charles Bukowski.
Terminaré con esto. Gérard de Nerval, según relata Théophile Gautier, estaba enamorado de una cantante de ópera rubia. Nunca le habló, pero meses después de haber ido a verla a una de sus presentaciones, Gautier se enteró de que Nerval había escrito algunos textos que contaban algo muy distinto a lo realmente ocurrido: lo que Nerval quería que literariamente hubiera ocurrido.
La pregunta de Pessoa quizá sea más radical de lo que parece: ¿Cómo podría ser poeta si no hubiera otros poetas que me dijeran cómo serlo?
[1] La edición en español está en la editorial Anagrama con un título idéntico: Mentira romántica y verdad novelesca.
[2] Cito de memoria. Por más que busqué no logré encontrar la referencia. De existir, existe; si no existe, no le viene mal, parece ser algo que hubiera dicho Pessoa.
[3] La traducción es mía.
[4] Trauer und Melancholie.