Morelos en la fotografía contemporánea
Hace aproximadamente un mes se expuso en el Jardín Borda la obra del fotógrafo holandés Bob Schalkwijk, Morelos en la mirada de Bob Schalwijk, en la que se exhibían fotografías tomadas entre 1960 y 1980 en Tepoztlán, Cuernavaca, Cuautla y Yautepec. La exposición era una muestra más de la mirada del extranjero que construyó la identidad morelense en sus propios términos visuales. Él observó que México es un país multicultural, y que en realidad existen varios países dentro de uno. Lo mismo sucedió con sus fotografías de Morelos, pues en ellas mostraba un estado multifacético, típicamente más rural.
En la actualidad se sigue apostando por una relectura visual de Morelos a través de la mirada de fotógrafos oriundos y extranjeros. Recientemente Eduardo Castellanos Moral y Carlos Machuca Lagunas, inauguraron la muestra fotográfica Morelos: Mi tierra, mi gente en el Museo de la Ciudad de Cuernavaca (MuCiC); en ella, cada uno expone fotografías que muestran su propia interpretación de la identidad morelense y la idea de que Cuernavaca es una ciudad histórica de matices rurales.
En la serie de Castellanos (2014), hay rostros de indígenas y estructuras arquitectónicas coloniales al mismo tiempo que se muestra una Cuernavaca más moderna. A través de la ventana es una fotografía que expone los edificios Altitude elevados por encima del resto de las casas que conforman la zona al norte de la ciudad, casi como si se trataran de un símbolo de la modernidad que afloró en la Cuernavaca en las últimas décadas. La Historia (a pesar de tener fallas técnicas) me parece una excelente fotografía en cuanto a composición y en tanto que muestra la estatua de Emiliano Zapata que está en la glorieta a la entrada de la carretera federal México-Cuernavaca de una manera muy crítica. El pasado y el presente se cristalizan en una misma imagen. En la parte inferior derecha de la fotografía aparece la estatua de Zapata vista desde una perspectiva en contra picada y en toma en vertical; está rodeada de líneas que conforman la estructura del distribuidor vial Buenavista (construcción a la que muchos aledaños se opusieron en un principio). El general, líder de la resistencia campesina suriana de principios del siglo pasado, se ve minúsculo y absorbido por la modernidad de una ciudad que ya no puede contener tantos vehículos en la misma rotonda y que se ve obligada a expandir sus vías. La composición permite una lectura acertada en la que se observa una modernidad que se alza por encima del ideal de lucha del movimiento agrarista. El presente se ve cada vez más oscuro, lineal, fuerte y monstruoso, al lado del pasado que, aunque minimizado, continúa existiendo a través de la figura de Zapata.
Además, Castellanos dirige la mirada a elementos que se han definido como representaciones propias de la identidad mexicana, es decir, aquella que se ha construido a partir del indigenismo, el folclor y lo exótico. El campo en la ciudad y La espera son fotografías en las que aparecen personas con rasgos indígenas, mientras que Naturaleza mexicana, exhibe de manera espectacular el detalle de las pencas de un maguey. La arquitectura colonial queda plasmada en Grandeza I, Grandeza II y en De noche en el Palacio, imágenes en las que las grandes estructuras de piedra recuerdan el pasado colonial morelense. Lo interesante y al mismo tiempo criticable de esta última fotografía, es que se trata del símbolo cuernavaquense por excelencia, el lugar histórico que generalmente se exhibe en la propaganda turística del estado. En ese sentido, no se observa una propuesta fresca y original, pues el autor continúa buscando el sentido de lo morelense en la arquitectura histórica y la fotografía de personajes típicamente marginales. Sin embargo, la mayor parte de las fotografías están bien logradas, pues muestran la construcción de una Cuernavaca urbana y al mismo tiempo rural, colmada de naturaleza y arquitectura, exhibida a color o en blanco y negro.
Carlos Machuca Lagunas dirige su mirada —en gran medida— al centro histórico de Cuernavaca. En su trabajo aparecen distintos actores sociales que transitan por las calles de la ciudad. Dos para llevar, por ejemplo, muestra a los trabajadores cuya labor diaria está dirigida a la venta de mango, mientras que Rojo exhibe a un barrendero en la calle Comonfort junto a sus escobas de ramas viendo de frente al fotógrafo. Ambas imágenes evocan —de manera inconsciente— a los retratos de los tipos populares que Francois Aubert y la compañía fotográfica de Cruces y Campa realizaron durante la segunda mitad del siglo XIX. Lo que se interpreta es que para Machuca, Cuernavaca cuenta con una clase trabajadora que muchas veces es ignorada por los mismos oriundos.
En No soy un payaso aparece un personaje conocido por quienes frecuentan el centro de Cuernavaca: el mimo Pactú, quien siempre camina sobre las calles Rayón, Juan Ruiz de Alarcón, Comonfort e Hidalgo. Se trata del mimo que ahora aparece en la publicidad del partido PSD en Cuernavaca. La fotografía es un tríptico que muestra al mimo desde distintas perspectivas. En la primera imagen se le puede ver a través de un espejo, en la segunda, se le ve sentado en la plancha de la Plaza de Armas, mientras que la tercera es un close up a su rostro.
Machuca tampoco deja de lado la naturaleza característica de Cuernavaca. Así por ejemplo, Bien venida la primavera es la imagen de dos libélulas en apareamiento, mientras que Desde la raíz exhibe las raíces monumentales de un árbol. Sin duda alguna, la fotografía mejor lograda de esta serie es Webos, una imagen en la que se muestra a un individuo recostado en una escalinata mientras observa al fotógrafo con mirada floja y retadora al tiempo que hace con la mano un gesto descortés. La fotografía está llena de poder, por la composición fotográfica y porque retrata a un individuo indeseable a nivel social; es decir, Machuca fotografía a alguien que es absolutamente no fotografiable.
La muestra fotográfica Morelos: mi tierra, mi gente compuesta por imágenes muy recientes (todas realizadas entre 2014 y lo que va de 2015), es la prueba de que la búsqueda de la identidad regional continúa imperando en la producción artística y académica[1] en el estado de Morelos. Al mismo tiempo deja ver cómo se sigue pensando en Cuernavaca como punto de partida para redefinir lo morelense. Como ya lo decía José N. Iturriaga en la presentación de su libro La identidad morelense en miradas forasteras, Morelos es un estado multicultural que difícilmente puede ser abordado de manera homogénea.
[1] Un ejemplo de ello es La identidad morelense en miradas forasteras historiador José N. Iturriaga.