Mi abuela, Nómbrame y Vestigios
Mi abuela
Mi abuela cuida la vida,
no solo la suya
-que la respira en el monte-
también la de sus hijos,
la de sus nietos y bisnietos.
También cuida la vida que nos da vida,
las flores, las habas, los frijoles.
Mi abuela me dice “hijo”,
me ha dicho así desde la infancia.
Ella me enseñó a sembrar en la ciudad
con un algodón mojado.
También me enseñó a sembrarme,
a florecer.
Nómbrame
Te llamo bajo ese sol
o a la sombra de aquella montaña.
Veo tus ojos,
tu cabello se mueve con el viento,
forma círculos en las nubes
y tu cuello permanece escondido bajo la bufanda.
Te recuerdo en esa luz
que brillaba menos que tu rostro.
En aquella azotea humedecida por el monte.
No me cantes en el ayer,
no digas mi antiguo nombre
o querré quedarme a contemplarte.
Llama a mi yo verdadero,
aquel que te miró bajo ese sol
o bajo la sombra de aquella montaña.
Canta a la vida
conjúgala en todos sus tiempos,
pero llámame en el de ahora
¡Nómbrame!
Vestigios
He aquí mis heridas abiertas,
sobre mi piel de madera.
Nuevas partículas, células y tejidos
nacen de los lagos debajo de mi pecho.
Los ríos de sangre encuentran sus nuevos caminos
sobre esta tierra nueva.
He aquí mis constelaciones
adornadas con guirnaldas de despedida.
Aquí las agujas clavadas,
sobre las paredes de esta casa.
Las cicatrices
son las huellas de mis pasos.
Mi jardín florece
al latir el sol.