Salir
A mi mamá y a mi hermana
Yo fui la primera en darme cuenta de que a mi hermana le gustaban las mujeres. Lo sospeché sobre todo en la adolescencia, cuando su lesbianismo se hizo evidente. Mi hermana, en lugar de tener pósteres de hombres en la pared, tenía de Angelina Jolie y, sobre todo, de Shirley Manson. Eran finales de los 90, y de verdad que estaba obsesionada con Shirley Manson, la vocalista de Garbage.
Una vez le pregunté:
—¿Por qué tienes tantos pósteres de Shirley? ¿Te gusta o qué?
—No me gusta, solo la admiro mucho. Soy su fan —me contestó. Pero yo intuía que sí le gustaba. No solo la admiraba, sino que tenía un crush con ella. Esa era su canción favorita de Garbage: #1 Crush. La escuchaba todo el tiempo en repeat y cantaba, echándole todo el feeling: “I would die for you… I would die for you”. Cantaba con tanto sentimiento que presentí que estaba enamorada, solo que no sabía de quién.
Un día, oyendo la radio, mi hermana se enteró de que Garbage iba a presentarse en Ciudad de México en el Teatro Metropólitan. Fue, justamente por esa época, cuando llevó a su “amiga” Valeria a comer a la casa.
Desde que las vi entrar juntas supe que algo se traían. Era obvio. Había visto a Su conviviendo con sus amigas toda la vida, pero con Valeria era diferente. Se notaba que morían la una por la otra, solo que aún no había pasado nada entre ellas. Supongo que no ha de ser fácil aceptar que te gustan las mujeres, que no vas a cumplir con la heteronorma. Y supongo que tampoco es fácil saber si la chica que te gusta también es como tú, pero lo que se notaba a leguas era la conexión que había entre ellas; que las dos querían y se querían, solo que todavía nadie se había atrevido. Aunque bueno, sí sucedían cosas. Mi hermana se la pasaba hablando por teléfono con Valeria. Hablaban a todas horas, a veces desde que Su llegaba de la escuela hasta que se iba a dormir. Yo también he tenido amigas con las que hablo todo el tiempo, pero esto no era igual.
Luego de adquirir los boletos, todo lo que le importaba a Su era el concierto de Garbage. Yo no era tan fan, así que no quise acompañarla. Mi hermana terminó yendo con su “amiga” Valeria, quien también resultó ser megafan de la banda escocesa. Juntas, esperaban con ansias el gran día del evento; se reunían para escuchar sus discos, practicar las letras de las canciones y ver sus videos. El favorito de mi hermana era el de la rola Special, donde Shirley Manson sale con una cola de caballo en una nave espacial. También veían una y otra vez la película Romeo + Juliet, donde salen Leonardo DiCaprio y Claire Danes. Les gustaba porque #1 Crush venía en el soundtrack, entonces también amaban aquella película a pesar de que siempre las conmovía hasta las lágrimas por aquello de que los personajes se adoraban, pero su amor era imposible porque estaba prohibido.
Aunque solían estar en nuestra casa, yo casi no convivía con ellas. Sentía que no me querían cerca. Ahora lo entiendo: yo era el mal tercio. Al principio no entendía bien por qué me enojaba tanto cada vez que veía a Valeria, ahora sé que me daban una especie de celos; ¡ella era la intrusa que tenía acaparada toda la atención de mi hermana!
—Su, Valeria no es tu “amiga, amiga”, ¿verdad? —le pregunté un día.
Su se sacó de onda y como que se enojó.
—Claro que es mi “amiga, amiga”. ¿Si no qué iba a ser?
Pero por más que lo negara, yo estaba segura. Todo era tan obvio que un día decidí decirle a mi mamá que yo creía que Su era lesbiana. Mi mamá lo tomó bastante bien. Yo creo que en el fondo ella también desde hacía mucho ya lo sospechaba.
—Ma, tengo que decirte algo que quizá ya sepas: estoy casi segura de que a Su como que le gustan las niñas.
—¿Te digo algo? Yo también lo creo. Pero hay que respetarla. Cuando ella se sienta cómoda seguramente nos dirá.
—Y como que su amiga-novia es Valeria, ¿no?
—Yo no sé si sean novias, pero pienso que quizá se gustan —me contestó.
—¿Y si le preguntamos?
—Mejor no. Cuando ella se sienta lista, ya nos contará.
Las mamás son sabias. Mamá tenía razón.
Finalmente, llegó el tan esperado día del concierto de Garbage en Ciudad de México. Su se fue muy emocionada, en compañía de Valeria. Consiguieron boletos para la fila 7, nada mal cuando se trata de ver a tu banda favorita. Yo me quedé en casa con mamá. Las dos sentíamos mucha alegría por Su, que se fue con la sonrisa más grande del mundo.
—Mañana no vas a ir a la escuela —me dijo mamá.
—¿En serio?
No lo podía creer. Mamá era buena onda y muy alivianada, pero nunca nos dejaba faltar a clases.
—En serio. Vas a acompañar a tu hermana a una sorpresa que le tengo.
Insistí durante horas para que mamá me dijera cuál era la sorpresa. Hasta la agarré a almohadazos, le hice cosquillas, pero mamá no dijo ni pío.
Ya eran casi las doce cuando Su volvió a casa. Venía estrenando una playera de Garbage y había comprado otras tres; una era para mí, cosa que me hizo muy feliz. Fue esa noche cuando Su me contó toda la verdad.
—¡Qué tal estuvo? —le pregunté.
—Impresionante, Adriana. De los mejores días de mi vida.
—Qué padre, Su. Sé cuánto te gusta Garbage.
Su me miró fijamente, respiró hondo y se sentó sobre mi cama.
—Adri, tengo que decirte algo —me dijo entre nerviosa y emocionada—. ¿Te acuerdas de que hace mucho me preguntaste por qué tenía tantos pósteres de Shirley?
—Sí…
—¿Y que me preguntaste si me gustaba y te dije que no?
—Ajá…
—La verdad es que sí me gusta. Y pues Valeria también me gusta. Y hoy, en el concierto, nos dimos un beso cuando tocaron la de #1 Crush.
—¡¿Delante de todo el mundo?! —le pregunté, impresionada.
—Sí, pero digo, nadie se dio cuenta. Todo el mundo veía a Shirley, no a nosotras. Pero fue algo mágico. Nunca había vivido algo así. Es la primera vez que siento esto.
—Ya lo sospechaba, Su —le confesé.
—Sé que ya lo sabías —me contestó—. Pero es que yo no estaba segura. Pero ahora sí sé que estoy segura.
Mi mamá nos despertó como todas las mañanas para ir a la escuela. Solo que esta vez nos advirtió que sería un día diferente.
—Quiero que se pongan muy guapas porque les tengo una sorpresa. Su, agarra todo lo que tengas de Garbage.
Su estaba maravillada.
—¿Cómo que todo lo que tenga de Garbage?
—Sí, agarra tus discos, las playeras, todo lo que tengas. Y pónganse muy guapas.
—¿¡Por qué, ma!? —preguntó Su, muy inquieta.
—Si te digo no va a ser sorpresa. Apúrense, que se hace tarde.
Mamá nos dejó en la puerta del hotel Presidente Intercontinental. Nos dijo que fuéramos a la recepción y que preguntáramos por Manuel.
—¿¡Para qué, mamá!? ¿Para qué? —imploraba Su.
—Tú solo pregunta por él. Córranle, ándenle —nos advirtió.
Antes de cerrar la puerta del coche, mi mamá me entregó una cámara; en ese entonces eran de las de rollo, me acuerdo.
—Le tomas fotos a tu hermana —me dijo, sonriente. Fue en ese momento cuando pensé: no, no puede ser. ¿Será que en este hotel está Shirley? ¿Será que mamá…?
Entramos al hotel. Yo caminaba detrás de Su; ella daba pasos grandes, casi corriendo, sobresaltada. Preguntó por Manuel: era el único chico en recepción.
—Tú debes ser Su, ¿verdad? Y tú, Adriana.
Su y yo dijimos que sí.
—Ok, suban por el elevador. Está ahí adelantito, y vayan al piso quince. Caminen hasta llegar al final del pasillo, ¿sale?
Sentía que a Su iba a darle un infarto cuando por fin se diera cuenta de que estaba a punto de conocer a Shirley Manson, su amor platónico. Mientras subíamos por el elevador ella veía los números —4, 5, 6…— sin pronunciar palabra alguna. No sabía qué esperar.
—Adriana, siento que vamos a conocer a Shirley Manson.
—Ojalá que sí —le contesté.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor no sabíamos qué hacer. El pasillo era largo, largo. Había paredes y puertas blancas, alfombra verde y ventanas grandes desde donde podía verse toda la ciudad.
De pronto encontramos una mesa larga, con un bonche de pósteres de Garbage, frente a una gran puerta custodiada por dos mujeres que nos miraron, sorprendidas. Una de ellas se puso de pie y, regañona, nos dijo:
—Oigan, ustedes no pueden estar aquí.
—Por favor, solo queremos…
—Fuera, aquí no pueden estar.
La mujer empezó a guiarnos hacia el ascensor. Su estaba a punto de soltarse a llorar cuando un tipo alto, muy alto, supergüero, con ojos bien azules, se dio cuenta de que nos estaban echando.
—Hey, hey, what’s happening? —preguntó.
—I don’t know how they got here, sorry —le dijo la mujer que nos escoltaba hacia el elevador. Su, resignada, apretaba los labios para contener las lágrimas, pero ese tipo altísimo sin duda era un ángel.
—Come on, let them stay. And give them a poster too.
La mujer, visiblemente molesta, volvió a su lugar y, de mala gana, nos dio un póster de Garbage a cada una.
—Espérense aquí. Y no hagan ruido.
Su ahora quería llorar, pero de alegría. Cuando el ángel alto de ojos azules vio que todo estaba bien, que nos iban a dejar entrar y conocer a la mismísima Shirley Manson, se despidió.
—Bye, bye, girls! —nos gritó antes de subirse al elevador, diciéndonos adiós con la mano. Quién sabe dónde esté él ahorita, solo deseo que se encuentre muy, muy bien.
Eventualmente, se abrió la puerta que tanto custodiaba la mujer regañona: salieron dos personas, un fotógrafo y una periodista. Pudimos ver cómo, dentro del salón, había pósteres de Garbage del tamaño de toda la pared, y pósteres de la portada del disco Version 2.0.
La mujer regañona entró un momento. Minutos después salió y nos dijo que ya podíamos pasar. Mi hermana entró delante de mí. Y ahí estaba: era Shirley Manson, peinada con la misma cola de caballo que en el video Special. También estaba el guitarrista de la banda, Duke Erikson.
—Hi, girls! —nos dijo una enérgica Shirley Manson, superbuena onda.
Su estaba tan impactada que se le salían las lágrimas.
No recuerdo exactamente cuánto tiempo estuvimos ahí. Yo creo que veinte minutos, fácil. Shirley Manson estaba muy impresionada con las playeras que mi hermana le pedía que firmara. Ahora sé que era porque todas eran pirata. Shirley nos preguntó dónde las habíamos comprado y Su respondió que afuera del concierto. Shirley le lanzaba miradas a Duke, como diciéndole mira nada más… Aun así, nos autografió todo, hasta los pósteres que de mala gana nos dio la mujer regañona que estaba en la entrada.
Shirley se enterneció tanto con mi hermana que en el librito del disco Version 2.0 le escribió:
“Susana: you were so cute”.
También dibujó un corazón y abajito puso su autógrafo: Shirley Manson. Y no solo eso: aceptó tomarse fotos con nosotras. Nunca había visto a mi hermana tan feliz.
Estoy segura de que Shirley se dio cuenta de que Su era lesbiana y que estaba completamente enamorada de ella. Hasta le dio un abrazo y un beso en el cachete al despedirse; como Shirley tenía la boca pintada con un lipstick rosa, el beso se le quedó marcado y Su no quiso lavarse el cachete hasta el día siguiente que se metió a bañar.
Antes de irnos le dimos las gracias a Manuel, que se despidió de nosotras con una gran sonrisa. Se me hizo muy lindo que nos ayudara a conocer a Shirley. Supongo que los empleados de los hoteles tienen prohibido decirles a los fans que los artistas están hospedados ahí, pero como era hijo de una gran amiga de mi mamá se arriesgó y siempre estaremos agradecidas con él, especialmente Su.
Mamá nos esperaba en el coche, muy conmovida. Cuando mi hermana se subió, la abrazó con todas sus fuerzas.
—Ma, esto es lo mejor que me ha pasado en la vida. ¡Eres la mejor, eres la mejor!
Otra vez, Su se puso a llorar de felicidad. Y yo. Y mamá también.
Esa tarde, Su invitó a Valeria a la casa. Le enseñó los pósteres firmados, el beso que aún tenía marcado en el cachete, el librito del disco donde Shirley le decía que había sido muy cute. Mi mamá se portó extremadamente linda con Valeria. Yo igual. Ya las dos sabíamos que en algún momento sería la novia de Su, así que empezamos a hacerla sentir como parte de la familia. Mi hermana lo vibró y esa misma noche le confesó a mi mamá todo.
—Ya lo sabía —le dijo mamá.
—¡¿Le dijiste?! —me reclamó Su.
—Soy tu madre —interrumpió mamá—. Lo sabía desde hace tiempo.
Hasta ahora no conozco una historia de salida del clóset que supere la de mi hermana Su. Ojalá que así fuera para todas, poder salir sin mayor dificultad.
Mi hermana no ha vuelto a ver a Shirley Manson, pero aún es fan de Garbage. Aunque ella y Valeria terminaron su noviazgo después de un tiempo, hasta la fecha aún son grandes amigas. Y, por supuesto, aún conserva la foto de ella a sus diecisiete años, abrazada por Shirley Manson, enmarcada y colgada en la pared.