Libros sobre libros
Titulo: Libros
Autor: Tomás Granados Salinas
Editorial: Secretaría de Cultura-DGP
Lugar y Año: México, 2017
Al estar leyendo Libros, la historia del libro en México que escribe Tomás Granados Salinas, recordé la famosa aseveración de Roland Barthes en Introduction à l’analyse structurale des récits: «Innumerables son los relatos del mundo». Así, mientras que el germen del relato propuesto por el teórico francés implica curiosidad por conocer alguna historia, el del texto de Granados apela al interés de un público por demás curioso en nuestra sociedad: el de los escritores, editores, libreros, bibliófilos y, sobre todo, el de los lectores. De tal suerte que, así como aseguró el autor en la presentación, la obra pretende un recorrido histórico, cronológico muchas veces, por los hechos que han marcado la pauta para crear, multiplicar y comerciar libros en México, al tiempo que sirve de escenario para la convivencia de fuentes primarias en torno a la historia de un objeto tan importante para el desarrollo de las sociedades como lo es el libro.
En una edición ilustrada de poco más de doscientas páginas, el escritor mexicano intenta dar respuestas históricas a ciertos problemas que tienen una explicación de siglos. Al abordar la historia del libro a partir de las antiguas civilizaciones del periodo Clásico en Mesoamérica, Granados no sólo hace un recuento histórico de la labor del códice como objeto en una comunidad, sino que otorga a la lectura del mismo un lugar preponderante. Amén de las diferencias filológicas y materiales entre las denominaciones codex y libro, el autor también pondera la importancia del sentido comunitario de la lectura a la hora de la descodificación que opera en torno a los compendios prehispánicos de pinturas y caracteres.
Granados también intenta rastrear el momento en que la invención de Gutenberg arribó a la recién nombrada Ciudad de México. Si bien es cierto que las circunstancias de la llegada de la imprenta a nuestro país se desconocen, el historiador presenta una cronología de hechos que, aunque claramente no indican quién, cuándo y cómo produjo las primeras impresiones en la Nueva España, sí establece un contexto inicial de recepción, producción y comercialización del libro, en un catálogo de impresores, editores, trabajadores de imprenta, incluso de obispos, comendadores y oficiales del Santo Oficio. Libros muestra la vida del objeto recién masificado en Europa una vez que llegó a territorio novohispano.
En la segunda parte del texto, el autor promueve una suerte de historia crítica de las librerías y editoriales que en este país comenzaron a producir, distribuir y catalogar estos productos. Con fotografías verdaderamente emblemáticas —como la que hace alusión a la Librería Murguía a comienzos del siglo XX y su ambiente cercano a las boticas—, en este apartado de la obra el lector puede complementar su curiosidad y abrevar de las fuentes primarias de una historia libresca en México. Desde la primera librería, cuyo catálogo se exhibía abiertamente al público, hasta la famosa zona en cuyo vértice confluyen la avenida Miguel Ángel de Quevedo y Universidad, al sur de la Ciudad de México, la investigación de Granados pasa por la inauguración —y muchas veces fracaso— de librerías, casas editoras y libreros que han desfilado por el amplio campo cultural mexicano. El portal Agustinos, la calle Madero, la Librería de Porrúa Hermanos y la de Andrés Botas, Ediciones Era, Siglo XXI Editores y el Fondo de Cultura Económica, todas, incluso las librerías itinerantes, encuentran sitio entre las páginas que entrega el escritor y que sirven para mapear el campo cultural mexicano.
Granados finalmente reflexiona sobre el papel del libro en nuestra sociedad y asegura que no basta con que conozcamos la historia de los códices mesoamericanos, acaso tampoco que la imprenta se haya diseminado por el territorio novohispano o que el Santo Oficio ya no controle la oferta editorial, sino que hace falta construir una sociedad lectora sólida. Por eso adapta la metáfora del ajolote que Roger Bartra empleó para describir a la sociedad mexicana: «también en lo que toca a los libros, somos una larva que no logra —no se propone— alcanzar la madurez, aunque en ese estado logre reproducirse», y así como esa adolescencia puede parecer pesimista, también puede servir de aliciente: el México del siglo XXI debe abogar por un presente donde el papel ya no del libro, sino de la lectura, sea un eje fundamental en la reconstrución de nuestro país.