Las tres vidas de Sol Ceh Moo
Sol Ceh Moo, la primera escritora en ganar el Premio de Literaturas Indígenas de América (PLIA), busca que otras personas se reflejen en su vida: que se animen a escribir en sus lenguas originarias y vislumbren que más allá del peso del racismo y la discriminación, está la trascendencia.
Desde un café en la ciudad de Mérida, Yucatán, la escritora cuenta que se siente cansada, pero feliz. En poco más de un mes, viajó a Tokio y Los Ángeles para impartir ponencias sobre su obra. Además, el pasado 10 de septiembre le notificaron que ganó el PLIA, el cual recibió por su novela Sa´Atal Maan/Pasos Perdidos.
Sol (Yucatán,1968) novelista y poeta nacida en el municipio de Calotmul, paradójicamente repudia la luz solar; trabaja desde hace décadas durante la madrugada, de 2:00 a 4:30 a.m.
Bajo este ritmo, que define como “militarizado”, publicó las novelas X-Teya, u puksiikal koolel/ Teya, un corazón de mujer (2009, Conaculta), T’ambilák men tunk’ulilo’ob/El llamado de los tunk’ules (2011, Conaculta) y Hen tumeen x ch’úupen /Solamente por ser mujer (Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas 2014).
Sus libros se caracterizan por desmitificar un canon establecido en las literaturas indígenas; se alejan de la cosmovisión, la oralidad y las costumbres tradicionales relacionadas con el campo. Recupera la reinterpretación de leyendas, para abordar la represión, el rechazo a la identidad y la violencia de género que viven las mujeres en los pueblos originarios.
Mateo Peraza: En una columna de Milenio Novedades mencionó que escribe por las madrugadas.
Sol Ceh Moo: Así es. Trabajo de dos treinta a cuatro de la mañana. Después de obtener el PLIA, amplié el horario a tres horas y media. Pero cuando decidí hacer mi primer proceso metodológico de escritura fue antes de sufrir un accidente automovilístico que me dejó incapacitada, y mi tiempo de media hora, en que hacía ejercicios físicos de rehabilitación, ahora se lo dedico solo a escribir a un ritmo militarizado. Antes del premio pensaba tomarme un año sabático, pero es imposible: tengo un orden. Mi próximo objetivo es el Premio Casa de las Américas.
Mateo Peraza: Hay una idea que me resulta interesante, usted la ha retomado en diversas entrevistas para criticar la forma en que crean algunos autores en lenguas indígenas. Me refiero a contar las problemáticas actuales y alejarse de lo arcaico. Un ejemplo es su novela X-Teya, u puksiikal koolel/ Teya, un corazón de mujer (Conaculta, 2009) donde aborda la desaparición de un líder revolucionario perteneciente al movimiento estudiantil del 68; mientras que en otras, se enfocó en las adversidades que enfrentan las mujeres mayas en Yucatán. ¿Qué la motivó a narrar estos temas y no otros?
Sol Ceh Moo: Tuve una vida conflictiva. Crecí con padres buenos, en el sentido de hacerte una persona mejor en el ámbito cívico, sin saber el significado ni la forma. Con ese actuar generaron en nosotros, sus hijos, incomprensión social, limitaciones. No nos escuchaban ni nos dejaban expresarnos en nuestro idioma y solo imponían órdenes. Una vez —no recuerdo el motivo— tuve la mala suerte de cruzarme con mi padre mientras estaba enojada y nos enfrentamos. “Tú naciste para ser mujer”, me dijo categórico, “no puedes compararte conmigo ni con ningún hombre”. Le respondí: “usted se equivoca, le voy a demostrar que puedo compararme con cualquiera”. Era una época en la que una ni siquiera se podía vestir como quería. Todo estaba prohibido.
Mateo Peraza: ¿Entonces comenzó a escribir?
Sol Ceh Moo: Eso fue accidental. A principios del 2000, en mis tiempos libres, redactaba una novela sobre Víctor Jara. El único objetivo era tener un libro: escribirlo, engargolarlo. No pensé si deseaba ser escritora, pero supe que debía ser mejor que quienes estaban en mi casa; ser un ejemplo y no quedarme en mi pueblo. Porque, si bien algunas personas de mi familia y la comunidad me dijeron que no valíamos nada por nuestras facciones y apellidos, yo quería demostrar que lo importante iba más allá de eso. Así que me inscribí en una convocatoria para becas en lenguas indígenas, y una vez ahí, me cuestioné: ¿sobre qué escribo?, ¿cuáles son los temas? Me daba pena publicar algo limitado. El campo, el maíz, la población, eso, que era lo que abordaban todos, me pareció demasiado burdo, sin imaginación. En mis términos no se trataba de creación sino de apropiarse de la historia del otro, la del pueblo, y tomarla como tuya. Eso, en síntesis, era convertirse en un mercenario cultural. Y con esa motivación escribí un cuento que se llama “Samuel dijo” acerca de un hombre, mi tío, que va a cazar venados y recolectar miel. Generé una trama que se relacionara con estos elementos tradicionales, pero desde la actualidad, en primera persona, algo que, si eres escritora, resultaba raro en esa época.
Además, presenté un texto diferente. En ese hablé al respecto de la sumisión de las mujeres delante de una piedra, una virgen en la iglesia de Calotmul, frente a la cual ellas iban inclinadas, sosteniendo velas, a la procesión. Me pareció una situación terrible de sometimiento: subordinación en tu casa, ante tus padres por ser indígenas; subyugación por tratarse de pobres, empleadas domésticas o lo que sea; y a parte se abniegan ante una roca, que fue lo que más me llamó la atención. En fin, escribí sobre eso. Luego envié las dos obras y tuve buenos resultados. Esa fue mi primera beca FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) en lenguas indígenas(2003).
Mateo Peraza: Dijo en una entrevista para Los Angeles Times que por haberse negado a sí misma en dos ocasiones, ha tenido tres identidades: Marisol Ceh Moo, Soledad Castro y Sol Ceh Moo. ¿A qué se refirió con esto?
Sol Ceh Moo: Hubo un periodo de mi infancia en el que usé ropa de hombre como una forma de libertad. En una ocasión mi padre reaccionó mal; me miró y con pasividad, hasta con amor, me dijo: “¡Ja, con que quiere ser niño!” Y se fue, al volver, me tomó del brazo y me llevó bajo un árbol de toronjas y con esos filos que sirven para afeitarse me cortó el cabello hasta que pareció el de un niño. “Listo, ahora tu nombre es Ananías”. Quizá creyó que me castigaba, pero yo adopté el nombre sin problemas.
Luego pasó algo con una de mis hermanas, que siempre ha sido sensible a la discriminación. En primero de secundaria la molestaron mucho por nuestro apellido, Ceh, que significa venado. Eso nos obligó a mí y a ella a cambiarlo. Yo tomé el de Soledad Castro y lo mantuve muchos años vedando mi personalidad. Cuando me preguntaban si entendía o hablaba maya, lo negaba. Intentaba ser lo que no se podía ocultar. Mientras, mi primera identidad y mi nombre de pila, Marisol Ceh Moo, nunca la asumí.
Mateo Peraza: ¿Cómo llegó a su tercero y último nombre?
Sol Ceh Moo: Fue una persona ajena a mí, que me hizo activar mi inconsciente y confesarme. Él, un médico, me cuestionaba si hablaba maya, yo le contestaba, aunque en el interior sabía que era una vergüenza lo que estaba haciendo: “Mi familia no es maya. Soy Sol Castro”. Ahora me entiendo. Era demasiada la discriminación. Quería ser blanca como me inculcaron. Rehuía de la luz solar, compraba cremas para aclarar mi piel. Aspiraba, pues, a convertirme en alguien como ellos. Por eso hoy el sol me desagrada, porque tenía en mi mente la consigna de evitar considerarme parte de una comunidad originaria. El doctor me preguntó sobre mis orígenes hasta que le avisé que no iba a volver. Y me dijo en nuestra última cita médica: “¿Ni una sola palabra sabes en maya?” Después, citó una palabra chontal, la lengua de su pueblo. Ahí no sé qué pasó, fue como si mi inconsciente y mi alma se abrazaran; le respondí inmediatamente: “Eso se parece al maya”. Él sacó unos libros sobre la lengua y me reclamó: “Hazme el favor de ir a aprender”. A partir de eso soy Sol Ceh Moo.
Mateo Peraza: ¿Esta lucha por la identidad, que va más allá de un concepto romántico, también se refleja en su obra?
Sol Ceh Moo: Es un mensaje para que la gente se reivindique y se asuma como lo que son: indígenas. Mis facciones, mi estatura, mi lugar de procedencia, eso es lo que soy. También quiero inspirar a las personas para lograrlo. Los premios para mí han sido retos, me dieron un peso mayor de responsabilidad y solo me queda aceptarlo.
Mateo Peraza: ¿Qué piensa del puritanismo de algunos escritores en esta literatura que no reconocen haber negado su idiosincrasia, ven esto como una debilidad o una afrenta contra su imagen?
Sol Ceh Moo: Lo que muchos escritores de México hacen, me parece un folclor. Una falta de respeto en ocasiones. La ropa, la vestimenta, el cabello, no definen a nadie. Lo que no termina de entender la sociedad contemporánea es que somos una dualidad: el indígena puro no existe, y quien lo piense, está confundido. A veces te dicen: “Sol rompe con los esquemas y escribe tonterías”. Esto porque para ellos es absurdo abordar la violencia, el maltrato, el incesto. Situaciones reales que se viven en las comunidades hace muchos años atrás; desde el derecho de pernada, por ejemplo, las haciendas, o que te casaban contra tu voluntad. Hoy en día persiste, es algo de lo que no se habla. Y si confrontas el problema, te responden: “Sí, te pasó, pero eres mujer, naciste para ello. Mala suerte que te tocó”. A nosotras nos culpan por desear ser libres, por menstruar, por “agusanar la fruta”. Serlo incluye, de forma inherente, un abuso constante y es algo que he querido poner sobre la luz, evidenciarlo en mi obra.
Mateo Peraza: En un ensayo sobre su trabajo, publicado en la revista Letras Libres, se menciona que las obras en lenguas indígenas deberían dejar de ser separadas de las demás. Es decir, que su recepción, producción y difusión editorial sea la misma que la de otros libros catalogados como literatura mundial.
Sol Ceh Moo: Sí, coincido. Mi apuesta es la universalidad y que mis libros, junto con el resto de esta literatura, figuren como los textos de García Márquez, Rulfo, Rosario Castellanos, Friedrich Nietzsche, Bauman, por mencionar algunos. Ellos además fueron medulares para mí: me ayudaron a abrir mi capacidad de pensamiento.
Mateo Peraza: El modelo occidental se basa en un prestigio generado a través de la acumulación sistemática de galardones, publicaciones, reconocimientos, etcétera. Desde su perspectiva, ¿la literatura en lenguas indígenas debe alejarse de esta dinámica? ¿De qué forma le han servido los reconocimientos?
Sol Ceh Moo: No creo que deba alejarse. Los premios, claro está, son un impulso. Importa la fuerza que te proporciona, el estatus que te otorga para que les sirvas de ejemplo a los demás. Lo vergonzoso es perseguir las condecoraciones para formar parte de un sistema de reconocimientos sin ninguna clase de valor estético. Sin embargo, creo que es válida la búsqueda del posicionamiento, que reparen en que, aunque hayas venido de debajo de la tierra, puedes ocupar este lugar. Eso es lo que tenemos que demostrar. Es imperante hacerlo.