Tierra Adentro

 

En diciembre del año pasado Tierra Adentro publicó Recuento del machismo del año de Danae Silva, La Corregidora, que exponía el machismo con el cual los medios abordaron las notas de feminicidios, violencia hacia las mujeres y desapariciones en 2019.

Si algo dejó claro esa minuciosa selección y crítica de titulares fue la evidente falta de perspectiva de género y empatía con la cual los medios trataban casos desgarradores; las mujeres no eran asesinadas, sino que “aparecían muertas” por andar de fiesta, por fugarse con el novio o porque de alguna manera lo merecían.

Para los medios el sufrimiento de las mujeres es un escalón más hacia el anhelado contenido viral, a pesar de que en 2019 el país registró 976 feminicidios, un incremento del 137% respecto a 2015. El delito se normaliza y las muertas son revictimizadas.

Después de una pelea, el esposo de Ingrid Escamilla la acuchilló, desolló, descuartizó y tiró algunos de sus órganos por el drenaje. Tras su detención se filtraron fotos del cuerpo mutilado de Ingrid, que fueron publicadas en las primeras planas de periódicos como La Prensa (del consorcio mediático Organización Editorial Mexicana) y compartidas en redes sociales.

El cuerpo de Ingrid se hizo viral, la brutalidad de su muerte es pública y de fácil acceso.

Crónica 2

 

Que Ingrid no sea una más

Las protestas surgieron en Twitter, donde cientos de usuarios subieron fotos de flores o de paisajes con los hashtags #IngridEscamilla, #IngridEscamillaCuerpo o #IngridEscamillaChallenge, para que cuando se buscara su nombre no apareciera su cuerpo violentado. 

Pensamos en nuestras amigas, mamás, tías, familias, en nosotras mismas y nuestros cuerpos, en el horror que supondría para nuestros seres queridos que nuestros restos mutilados dieran vueltas por internet; escogimos las fotos más bonitas que encontramos y se las dedicamos a Ingrid. No podíamos borrar de internet las fotos filtradas de su asesinato, pero sí hacer todo lo posible para floodear la búsqueda y que no fuera recordada así.

Se hacía necesario salir a las calles una vez más, gritar de nuevo con la voz de las que no pueden gritar y permitirle a nuestros pies que fueran los de miles de mujeres que ya no pueden exigir justicia. 

Surgieron varias convocatorias para el 14 y 15 de febrero: marchas para exigir a los medios que no exhiban los cuerpos violentados de las víctimas de feminicidios, ofrendas en el antimonumento de Bellas Artes y en la casa de Ingrid. 

¿Qué muestra de amor más grande podía haber en ese día, 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad, que recordar y gritar los nombres de aquellas que nos fueron arrebatadas, asesinadas por quienes decían amarlas? Era necesario marchar para decir que el amor de verdad no mata ni descuartiza.

 

Mujer consciente / se une al contingente

Llegamos al Caballito y esperamos que la marcha comenzara. Sentadas en una banca nos dimos cuenta de que la mayoría de los reporteros que la cubrían eran hombres. La situación nos indignó: ¿no hay reporteras que puedan cubrir estos eventos?

A las 5:00 de la tarde comenzó la movilización. Algunas manifestantes se cubrieron la cara, otras organizaron cómo sostener una lona con el rostro de diferentes víctimas. Los gritos de reprobación no se hicieron esperar, algunos hombres intentaron callar a quienes se manifestaban, unos motociclistas se detuvieron para gritar “machorras”, “feminazis” y “pinches locas”.

Avanzamos junto con el contingente hasta el periódico La Prensa, en la calle Doctor Basilio Vadillo, una calle estrecha de un solo carril donde también está la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Nos esperaban las mujeres granaderas que protegían el edificio.

Crónica 4

 

Resonaba en la calle la consigna Van a volver, van a volver, las balas que disparaste van a volver. La sangre que derramaste la pagarás, las mujeres que asesinaste no morirán. ¡No morirán! mientras el contingente se agrupaba frente al periódico y demandaban que alguien saliera a hacerse responsable de haber publicado las fotos de Ingrid.

Al no recibir respuesta por parte de la dirección de La Prensa, el contingente avanzó a la Escuela de Periodismo Carlos Septién, donde algunas encapuchadas recordaron las denuncias de acoso que han recibido directivos de la escuela y aprovecharon la poca vigilancia para pintar y destruir la puerta. Cuando las policías aparecieron frente a la escuela, las manifestantes entrelazaron los brazos tratando de impedir el paso de las uniformadas. 

Durante su esfuerzo por dispersarlas, terminaron por acorralar a una de las manifestantes, pronto los camarógrafos de prensa se sumaron al tumulto haciendo aún más difícil que la mujer pudiera salir de ese encierro. 

Se formó una masa de escudos, luces, pintura en aerosol y cámaras y de la que solo se escuchaban los gritos de la manifestante atrapada entre los escudos de las policía y la puerta cerrada de la escuela.

Los fotógrafos y periodistas superaban en número a las manifestantes y dificultaron el forcejeo con los policías en su intento por captar la mejor toma. Algunas chicas atacaban a las policías con sus carteles, gritando suéltala

 

Algunas pidieron que los hombres se alejaran, pero hicieron caso omiso, no fue sino hasta que una de ellas comenzó a empujarlos que retrocedieron. 

Cuando liberaron a la mujer atrapada, el contingente aprovechó la atención de los medios para exigir justicia. Esta escuela encubre violadores, la prensa debería informar la realidad de la masacre que está siendo México para las mujeres.

Al estar rodeadas de tantas personas y de tantos medios, en esa calle estrecha, se decidió que era mejor salir hacia Paseo de la Reforma, fue entonces cuando una de las mujeres se enfrentó a las policías: Aunque seas policía, esta es tu lucha. De pronto más se sumaron. 

Cuando llegamos a Paseo de la Reforma, el grupo se dividió. Algunas buscaban llegar a Bellas Artes, otras se dirigieron al Ángel de la Independencia, el resto volvió a La Prensa. En la avenida algunas manifestantes se sentaron con las piernas cruzadas y el puño arriba. En medio de las conversaciones acordaron permanecer frente al edificio lejos de las granaderas, aunque otro grupo volvió a plantarse frente a la puerta del edificio. 

Bastaron unos minutos para que una gran nube verde captara nuestra atención. Alguien gritó que las estaban atacando, pero esa nube de gas pimienta no era un llamado para quienes se manifestaban, sino para el resto de las policías que rodeaban la avenida, pues querían refuerzos.

Se formó rápidamente una cadena humana para impedir el paso a todo aquel que tratara de acercarse a las instalaciones de La Prensa. Las policías formaron su propia cadena que envolvía a la de las manifestantes, lanzaban miradas de desprecio, algunas incluso eran burlonas. 

No supimos si todo terminó bien para aquellas que atacaron con gas, no tuvimos tiempo de hacer más que correr hacia el Ángel de la Independencia, a donde todas parecían ir. Una fila de policías nos siguió en todo momento, seguidas por policías hombres listos para dispersar la manifestación con extintores si era necesario.

Si van a ser parte de ellos, destrúyanlos desde dentro, gritó una joven detrás de nosotras, después de ella la mayoría gritó: Yo también abortaría por si sale policía.  Comenzaron las burlas, esta vez del contingente a las policías, jugaron con ellas, cambiaron de dirección una y otra vez para burlar sus intentos por seguirles el paso. Pero comenzó a llover y el contingente se dispersó más y más.

Crónica 3

 

Los peatones que se refugiaban de la lluvia seguían el paso de la manifestación con la mirada, otros mostraban señales de apoyo a los gritos y consignas.

El grupo que llegó al Ángel de la independencia se tomó de las manos rodeando a las policías que protegían el monumento. Les dieron la espalda, algunas se mostraron temerosas, incluso preguntaron si no era mejor mirarlas de frente. Otro contingente las alcanzó y se les unió. La poca prensa que quedaba fotografió las cadenas humanas: una de policías y otra, delante de ellas, de manifestantes que sostenían pancartas y letreros.

Aún cuando se dispersaron, los cuerpos de seguridad seguían a las manifestantes. En más de una ocasión les gritaron que ya habían terminado, que podían dejar de seguirlas.

 

Lo que queda

Tras las marchas del 14 y 15, los medios jugaron un papel importante. Era su oportunidad de redimirse, de no distorsionar el mensaje de los contingentes feministas. Pero algunos medios reincidieron en el amarillismo, juzgando al movimiento con titulares como “encapuchadas hacen pintas a nuestros monumentos”.

Terminó la marcha, regresamos a nuestras casas, regresamos a un lugar seguro, pero es imposible olvidar que hay miles de mujeres que ya no regresan. Ahora que los reflectores están puestos sobre la violencia machista que se vive en México, es momento de salir a exigir lo que por derecho debería ser nuestro: la tranquilidad de vivir sin miedo y la seguridad de que nuestra muerte no será exhibida impunemente.

 

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