Tierra Adentro
Portada de "Trilogía ¡Illuminatus!", por Robert Shea y Robert Anton Wilson. Orciny Press, 2023.
Portada de “Trilogía ¡Illuminatus!”, por Robert Shea y Robert Anton Wilson. Orciny Press, 2023.

¿Y si hubiera una explicación “racional” detrás de los asesinatos más famosos de la historia reciente de Norteamérica (particularmente de Estados Unidos)? ¿Podría entenderse lo que ha venido ocurriendo en la historia de aquel país desde su fundación hasta bien entrados los años setenta (e incluso me atrevo a decir que, hasta el día de hoy, a mediados del año 2025) como el oscuro actuar de uno o más grupos de poder completamente ocultos al público? ¿Y si detrás de los grandes lobbies y de las asociaciones como la CIA, el FBI, la KGB o el MI6 se hubiera escondido una o varias organizaciones secretas que han pululado por el mundo de la política global con una agenda secreta desde hace más de un siglo? ¿Y si detrás de las políticas de las grandes potencias no estuviera una ideología (o ideologías) construidas a través de los años sino una logia secreta súper exclusiva? ¿Y si…?

La respuesta más obvia, quizá, sería que nada de esto es posible. ¿Cómo un grupo de cinco hombres, de diez, quince, pueden tener bajo el control a millones de almas? ¿Cómo una asociación secreta fundada tres siglos antes puede permanecer durante tanto tiempo oculta mientras dirige políticas internacionales, todo para cumplir con su agenda, sea la que esta sea? Es ilógico… o no.

La forma en cómo funciona nuestro cerebro nos hace buscar explicaciones simples, fáciles de digerir, aunque no cuenten con ninguna prueba o sustento. ¿Cómo comprender al mundo sin pasar por las sesudas teorías sociológicas, geopolíticas, económicas o filosóficas que explican la realidad? Aunque, en este caso, no hablo de “la realidad en sí”, de los factores físicos, químicos y demás que conforman el planeta, el sistema solar, la galaxia, etc. Lo que nos incumbe es esa “realidad” social y política que experimentamos no sólo como criaturas vivientes o sintientes en este planeta, sino como “ciudadanos”, como actores que forman parte, de una u otra manera, de los sistemas político/socioeconómicos de alguno de nuestros países o regiones en el planeta. Una realidad como la concepción occidental de un norteamericano durante los años 70 del siglo pasado, o la de un uzbeko en la misma época. Hablo de aquello que se podía conocer o acceder en el extraño zeitgeist de este “mundo”1 desde la Guerra Fría.

Una vez que establecemos lo que entendemos por mundo, por esa realidad muy pequeña que excluye casi por completo a otros seres vivos de cualquier reino, incluido al que pertenecemos, es fácil marcar el punto en el que como individuos planteamos una posibilidad sencilla para explicarlo todo. ¿Por qué Estados Unidos mantenía una política de aislacionismo durante la Gran Guerra? Era cosa de los Illuminati. ¿Por qué estalló la revolución bolchevique? Fue cosa de los Illuminati. ¿Por qué Estados Unidos atacó Vietnam y luego se retiró? Cosa de los Illuminati. ¿Por qué asesinaron a JFK y RFK? Cosa de los Illuminati. ¿Quién dirige el Pentágono, la Casa Blanca, el Kremlin, el Consejo de Relaciones Exteriores? Los Illuminati. ¿Y qué son los Illuminati? Son el Coco, son lo que uno quiera que sean, lo que uno más teme, sea imaginario o no, y con ello basta.

La realidad de este mundo y sus interconexiones y vínculos tejidos como una extensa red que incluso atraviesa, ahora sí, a otras especies (gracias, Donna Haraway), puede que no sea tan fácil de entender o de dirigir, por mucho que creamos en la existencia de un súper consejo de cinco-ocho-diez o más personas (y aun así muy pocas) que todo lo dirigen y todo lo contemplan. Es fácil caer en la conspiración. Su narrativa resulta muy atractiva, y la sencillez de sus explicaciones termina por tejer una red falsa en la que se absorbe cualquier tipo de acontecimiento, y esto sin que se requiera ningún tipo de prueba. Porque ¿cómo habría pruebas si estamos hablando de una organización secreta? It’s the Illuminati’s Agenda, stupid!

La causa prima detrás de todas las políticas en el mundo se debe a los Illuminati… y a quienes pelean contra ellos. Al menos eso nos dice un par literario cuyas cabezas funcionan como ollas a presión donde se han colocado al menos un centenar de ingredientes disímiles que formarán un caldo imposible, pero delicioso: Robert Anton Wilson y Robert Shea, dupla de escritores enloquecidos donde los haya. Conocidos principalmente por su obra en conjunto, La Trilogía Illuminatus!, publicada originalmente en 1975 en tomos separados, pues la novela se compone por El ojo en la pirámide, La Manzana Dorada y Leviatán, los autores legaron al mundo una novela con una prosa despiadada y una estructura narrativa que la acercaba a Faulkner, Joyce o Samuel Beckett, sin puntos de referencia sobre el eje de los narradores o encimando acontecimientos en distintos momentos temporales. En pocas palabras, la novela es pura locura. No sólo se bombardea al lector con una estructura compleja que toma mucho de Joyce y del discurrir de consciencia de Faulkner para dilapidar historias, memorándums, citas textuales, referencias, recortes de periódicos o de revistas, que abundan sobre una gran conspiración que está llena de muchas otras, y que abarca tanto religiones como personajes históricos, pueblos míticos, filosofías, libros reales y otros satíricos, personajes de dudosa existencia y asociaciones secretas documentadas y otras que fueron inventadas… quizá. Porque ese es el encanto de la novela. Por un momento (o en muchos), el lector pierde de vista si lo que está leyendo es un ensayo histórico sobre una secta histórica conformada en Baviera en 1776, además de cientos o miles de ramificaciones que se hunden en la historia de Asia o de la América prehispánica, o si es una novela pornográfica, una gran ida de olla (disculpe el lector esta frase tan española, pero me parece muy adecuada para describir lo que hay en esta trilogía de novelas), o una gran historia de ciencia ficción, terror sobrenatural y géneros especulativos bizarros, extraños, perversos.

¿Qué es entonces esta Trilogía Illuminatus!? Además de lo ya mencionado, que es una trilogía de novelas funcionando como una sola, la trilogía se centra en la lucha entre una secta secreta y perversa, la de los Illuminati, y quienes buscan contrarrestarla, conocidos como discordianos, ramificados en diversos grupos como los adoradores de Eris, diosa de la discordia y el supuesto caos. Además, de que todo esto está contenido en una prosa confusa donde se mezclan tiempos y voces sin ningún tipo de marca, se introducen a personajes tan disímiles e interesantes como Hagbard Celine, Saul Goodman, George Dorn, Joseph Malik o Howard el delfín (un, sí, un delfín), quienes atraviesan años, conspiraciones, idas y venidas en torno a la desaparición del editor de la revista Confrontación, y a la posible guerra nuclear debido a un malentendido entre las potencias china, estadounidense y rusa que gira sobre la supuesta permanencia de tropas en la isla de Fernando Poo.

Una locura, ya lo he dicho, y lo sostengo. Sin embargo, no es una novela que sea necesariamente complicada de leer, y esto a pesar de que en la contraportada se anuncia con bombo las comparaciones que se han hecho entre La Trilogía Illuminatus! y Ulises de James Joyce. Sí, los cambios entre personajes, tiempos, viajes astrales, viajes reales, viajes psicotrópicos y otras acciones dentro de la novela ocurren a un ritmo vertiginoso, y precisamente por ello es que el lector pronto se da cuenta de que ha avanzado más de la mitad sin entender del todo lo que ocurre, confundiendo personajes, situaciones, sectas y hasta novelas, porque aquí resuena con fuerza la voz de autores que conectan con la historia de forma tan peculiar como podría serlo Los Sorias de Laiseca, Moby Dick de Melville, o la obra de Borges o Lovecraft, y eso sin contar la cantidad de tradiciones especulativas, religiosas y místicas que se conjugan en una trama que avanza con la firme idea de que la conspiración, la madre de todas las conspiraciones, es real, los Illuminati existen, nunca dejaron de existir, y hay que hacer algo al respecto para que el mundo no se termine. Sí, el mundo de nosotros, pero incluso con las repercusiones a otras especies por aquella guerra nuclear que puede desatarse gracias a la otra guerra, esta tras bambalinas, de los discordianos y los Illuminati.

En la historia de la literatura se ha dado por llamar a ciertas narrativas “novelas de tesis”, donde los autores de éstas mantienen una idea formal, filosófica o hasta religiosa que se resuelve, confirma o niega, dentro de la novela. Un ejemplo clásico podría ser Doña Perfecta de Benito Pérez Galdós, donde se retrata la ignorancia en las poblaciones rurales de España, al punto de que esa cerrazón provoca la aniquilación de un agente externo. Y es que La Trilogía Illuminatus! no sólo nos está contando una historia disparatada donde se mezclan reportes, textos religiosos y civilizaciones perdidas de manera indiscriminada, sino que hay una filosofía detrás que explica este devenir, una especie de lucha entre lo controlado y lo incontrolado.

Si tomamos esto como verdadero, como una agencia extraliteraria, hasta cierto punto, podríamos decir que la novela plantea una lucha ideológica binaria: el caos contra el orden, pero representando no al orden mediante una clásica narrativa cristiana, pues aquí no hay un rastro de una divinidad bondadosa, luminosa, clarificadora. Es más, los Illuminati, los iluminados, son una secta que confía en tener la razón, en haber sido ascendidos en espíritu y en mente, y cuyas relaciones, acciones y agencia representan un actuar filosófico y teológico brillante y adecuado para concebir el mundo como debe-de-ser. Los Illuminati representan el orden, pero es un orden perverso, es aquel que tiene-que-ser, y para ello se valen de recursos económicos, de asesinatos, de guerras nucleares incluso.

Por el contrario, quienes combaten a esta secta que es la madre de todas las sectas, son los discordianos, subdivididos en varias ramas, y quienes parecen por un momento ser idénticos a los Illuminati, cosa que recuerda a narrativas binarias extravagantes como la de los tecnócratas y los sorias en la novela del mismo nombre de Alberto Laiseca. La diferencia estriba no en su organización, ni en la paranoia constante que atenaza a los personajes y también, por momentos, al lector (quien olvida que el texto pertenece a una novela y no a una investigación profunda sobre sectas y organizaciones secretas), sino en que los discordianos siguen a Eris, la deidad griega de la discordia, que en el mundo de Anton Wilson y Shea, representa un gran potentado del caos, uno visto desde una manera satírica, creativa y liberadora. Eris como diosa tutelar de una religión satírica, pero una religión, en apariencia, sincera, posible, más una filosofía que una verdadera religión (si me pidieran una opinión), se convierte en la posibilidad de romper con los deseos plasmados por una agencia (y por la agenda de un grupo) absolutista y plenamente controladora. Romper, como el anárquico, por medio de la creatividad.

La trilogía es una obra discordiana, aunque no sea su fundadora, pues esta ideología o religión surgió durante los años 50 gracias a Greg Hill y Kerry Thornley, quienes, durante sus charlas sobre ciencia ficción, filosofía y corrientes alternativas, fundaron el discordianismo, cuyo libro fundamental es el Principia Discordia. Existen otros textos discordianos escritos tanto por los autores principales de esta religión e ideología como a los mismos Robert Anton Wilson y Robert Shea. Y es precisamente en la novela donde muchas de estas ideas cobran sentido en medio de la trama disparatada que conlleva la pelea de las sectas secretas, y también el fin del mundo. ¿Cómo se logra? A través de la acción de romper lo establecido, romper las jerarquías, romper la manifestación del orden y del control supremo por medio de la irrupción del caos, mediante la sexualidad tántrica, gracias a los postulados del budismo zen, y también la comprensión de la realidad como algo esencialmente inasible, entendible, pero que no puede controlarse del todo.

La Trilogía Illuminatus! propone la tesis del caos satírico a través de la creación. Y aunque pueda sonar altamente peligroso, también, al menos en la ficción, se convierte en algo deliciosamente divertido, pues el lector descubrirá escenas subidas de tono, ampliamente pornográficas, que recuerdan a los mejores seguidores del Marqués de Sade o, a través de situaciones absurdas y extrañas, máquinas y tecnologías propias de la ciencia ficción o de la ficción especulativa, de la que está plagada la novela. Y vale la pena el saber esto de la Trilogía: los géneros y subgéneros abundan y se entretejen en una estructura aparentemente caótica, pero cuyo contenido es tan disparatado, lógico/ilógico y bizarro, que convierte el texto en un híbrido que logra a profundidad sumergir al lector en la paranoia, y creo que esta es su principal virtud.

La Trilogía Illuminatus! está atiborrada de acrónimos, siglas y otras abreviaturas que abarcan instituciones conocidas, grupos de choque, organizaciones secretas, instituciones ocultas y muchas cosas más que poco a poco se van revelando conforme la trama avanza, aunque es posible que no se comprenda del todo, y que las organizaciones y los personajes se confundan y no se entienda por completo lo que está ocurriendo, pues tantas cosas están pasando, algunas inverosímiles, chocantes (la aparición de la Atlántida, el caso de Fernando Poo) o hasta ridículas (por ejemplo las apariciones de Howard, un delfín encantador), que podría ser demasiado por momentos. Sin embargo, una vez se le otorga a la novela y a sus narradores el beneficio de la duda, la historia transita por un mar agitado repleto de profundidades y misterios que señalan la presencia de un monstruo, o de muchos monstruos, pero también de un sentido tergiversado de la verdad y de la ficción, de lo que significa el caos y también la presencia de la libertad creativa, pues la ficción está comprometida por el contrato de la verosimilitud, pero eso no significa que la mímesis deba ser la única línea a seguir.

Quizá, la manera en que lo hacen los autores de este magnífico, extraño y ligeramente retador libro de situaciones bizarras e ideologías discordianas, es a través de la paranoia, utilizando aquel adagio atribuido a Joseph Heller (y también a Kurt Cobain, entre otros): “Sólo porque seas paranoico no significa que no te están siguiendo.” Y en la trilogía uno se pregunta si todo esto no es más que un atiborrado de datos, de estudios profundos sobre sociedades secretas, históricas o no, si los libros de los que se habla (incluso los lovecraftianos), existieron en realidad. Si eso, la realidad, no es otra cosa distinta a la que uno creía y en la que se confiaba. Vale la pena, para averiguarlo, darse un chapuzón junto a Howard y buscar en las ruinas de la Atlántida la sagrada manzana de Eris, o tal vez de algún rastro del monstruo que se muerde la cola, y que habita bajo los mares, esperando a que luces muy brillantes se expandan por los cielos y terminen por arrancar cualquier rastro de vida sobre los océanos. Mientras tanto, tenemos esta novela y su adagio principal.

  1. Utilizando la terminología empleada por Eugene Thacker en su trilogía El horro de la filosofía, existen tres diferentes conceptos para referirse a la esfera que habitamos seres humanos y otros seres vivos: el Mundo es el Mundo-para-nosotros, que concebimos como “nuestro hogar”; la Tierra es el Mundo-en-sí, donde nos referimos a lo que es, no a “nuestro hogar”; y, finalmente, el planeta es ese mundo-sin-nosotros, fuera de toda influencia o concepción humana. Por ello utilizo “mundo” para referirme a esa esfera de relaciones políticas, sociales, económicas y demás en una esfera pública (o en apariencia) donde permean ideologías y agendas distintas, complementarias o contrarias.

Autores
(Tlaxcala, 1988) es egresado de la licenciatura en relaciones internacionales de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (upaep). Ha colaborado en medios físicos y digitales como Ágora, Letrarte y Momento. Parte de su obra se incluye en las antologías Seamos Insolentes (2011) y Sampler (2014). Ha sido becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA; 2013, 2018), del Fondo para la Cultura y las Artes (Fonca, 2016) y de Interfaz (2018). Asimismo, obtuvo el Premio Estatal Dolores Castro de Poesía 2016, el Premio Tlaxcala de Narrativa 2017 y una mención honorífica en el XXXIV Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción (2018).