La prohibición en retrospectiva
El 5 de diciembre de 1933, el gobierno local de Utah en una convención estatal ratificó la 21ª enmienda a la Constitución de Los Estados Unidos de América, volviéndose efectiva así su aprobación y posterior ejecución. Esta enmienda ha sido la única de este tipo en la historia constitucional estadounidense, pues anuló una enmienda previamente hecha —la 18ª, ratificada el 16 de enero de 1919—, y un año después inauguró el famoso periodo histórico y legal estadounidense conocido como La Prohibición.
A noventa años del primer evento, y más de cien del segundo, me gustaría brindar al lector una serie de desarrollos puntuales sobre este interesante proceso, durante la etapa de consolidación legal y estatal de Estados Unidos, para luego expandir un poco más el foco del análisis y explicar cómo este fenómeno relacionado con la prohibición del consumo de sustancias alcohólicas no fue un evento religioso ni enteramente circunscrito al aspecto legal, y tampoco fue exclusivo de la historia estadounidense.
Finalmente, trataré de ofrecer una breve actualización de la prohibición como instrumento de control de seguridad pública actual, que se muestra insuficiente contra el crimen, así como dar una alternativa posible a ello.
Desarrollo y resultados de la prohibición en Estados Unidos
El 6 de enero de 1919, los legisladores estatales de Nebraska ratificaron la 18ª enmienda a la Constitución estadounidense, cumpliendo el criterio de tres cuartas partes del total de aprobación por legislaturas estatales para cualquier caso de enmienda constitucional. Para el caso de la número 18, el principal objetivo fue la prohibición de la comercialización, transporte, manufactura e importación de sustancias alcohólicas, cuyo porcentaje etílico fuera mayor a 0.5%,1 esto último de acuerdo con la instrumentación de la enmienda, por medio de la “Acta Nacional de Prohibición” o “Acta Volstead”.2
Además de contar con la aprobación de numerosos políticos dentro de la administración y legislación estatal estadounidense, dos grupos del movimiento por la moderación respecto al consumo de bebidas alcohólicas (Temperance Movement), y al cual regresaremos de manera más amplia en el siguiente apartado, tuvieron relevancia fundamental para cristalizar sus demandas en políticas y leyes.
Por un lado, la Liga Anti-Salón (Anti-Saloon League) —actualmente conocida como el Consejo Americano sobre la Adicción y Problemas del Alcohol (ACAAP)—, y, por otro lado, la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza (WCTU), ejercieron presión continua sobre el Congreso estadounidense desde finales del siglo XIX y principios del XX, para desarrollar una ley que se enfocara en el control del ejercicio predatorio,3 monopolístico y desregulado de las empresas productoras de alcohol, las cuales ya estaban generando serios problemas de salud y sociales en Estados Unidos.
Para no caer en especificidades y tecnicismos legales ya superados por la ratificación de la enmienda constitucional número 21, es importante destacar, para términos de nuestro texto, que tanto el acta como la enmienda 18 no estaban orientadas a castigar al consumidor, sino a perseguir a los productores y comercializadores4 de sustancias alcohólicas.
Durante los primeros años de la ejecución de la ley sobre la prohibición, los resultados parecían ser favorables, la venta legal de dichas sustancias se suspendió, el nivel de consumo se redujo, los arrestos por manejar bajo la influencia del alcohol disminuyeron considerablemente, y la condición social y de salud de las clases trabajadoras estadounidenses (las cuales, según el movimiento de moderación, eran las más afectadas por la circulación de alcohol de manera irrestricta) mejoraron con respecto a tiempos anteriores.5
Sin embargo, de manera paralela a dicho éxito inicial, el periodo prohibicionista trajo consigo un periodo de erosión legal e institucional, primero porque las capacidades de aplicación efectiva de la ley desde las agencias legales federales eran infinitamente menores a la realidad para poder cumplirla a cabalidad, y segundo, existía un sentimiento de rechazo de un sector de la población no alineado al movimiento de moderación, que veía la ley como injusta, lo que lo llevó a tratar de revertirla por medio de canales institucionales, pero al no tener éxito decidieron simplemente ignorarla y continuar consumiendo bebidas alcohólicas, ahora con un origen ilegal.
En este punto, organizaciones criminales ya establecidas en el país, como la mafia italiana, entre otras, encontraron un área de oportunidad y crecimiento idónea, establecieron redes locales, y luego transnacionales, elaboradas para el traslado y comercialización del alcohol y otras sustancias ilegales, como las drogas. Debido a que ellos fácilmente podían ajustar a discreción los precios, obtenían un alto nivel de ganancias.
Adicional a lo anterior, gracias a la sofisticación y fortalecimiento de las redes de tráfico ilegal de sustancias, las organizaciones criminales lograron sobornar a numerosos oficiales policiales y gubernamentales para facilitar el comercio de sus productos,6 con lo cual los niveles de corrupción en el Estado estadounidense aumentaron, y la infiltración gubernamental y el poder de las organizaciones criminales también.
Estos grupos eran organizaciones piramidales, jerárquicamente estructurados,7 y representados históricamente por los “grandes capos” que se inscribieron en el imaginario popular,8 como Al Capone y Lucky Luciano. Este último fue fundador del Sindicato Nacional del Crimen en 1929, el cual trató de amalgamar a los grupos más importantes del crimen organizado en Estados Unidos, y se volvió una amenaza para la seguridad pública nacional. Este sindicato no sería debilitado y casi disuelto sino hasta la década de 1960.
Otro efecto negativo fue el económico, pues entre 1920 y 1932, el ingreso federal del gobierno estadounidense tuvo pérdidas anuales por 750 000 millones de dólares,9 los cuales, ajustados a los valores actuales, representan 13.8 billones de dólares. Esta circunstancia sin duda tuvo un efecto aún más devastador cuando la crisis de 1929 sacudió los cimientos económicos de Estados Unidos, y orilló a millones de personas en el país y en el mundo a niveles de pobreza nunca experimentados en la historia moderna.
Este evento económico, junto con su inadecuada administración por parte del presidente Herbert Hoover (1929-1933), generaron las condiciones necesarias para la llegada al poder de una de las figuras más importantes del siglo XX en la historia estadounidense: Franklin D. Roosevelt (1933-1945). Este ascenso también significó la rápida cancelación de la enmienda constitucional 18 y el Acta Volstead, no solamente por las concepciones ideológicas propias de Roosevelt, sino también por el cambio en la opinión pública nacional respecto a la prohibición, así como por las consecuencias negativas sufridas, principalmente, relacionadas al crimen organizado.
Entre el 16 y 20 de febrero de 1933, y posterior al apabullante triunfo demócrata en la presidencia y ambas cámaras legislativas, pudo iniciarse rápidamente el proceso de cancelación de la enmienda 18, y de manera alterna se aprobó y ejecutó el Acta Cullen-Harrison en marzo de 1933,10 la cual permitió la producción y tributación de ciertas bebidas alcohólicas, como la cerveza, con el objetivo de reanimar esta industria, suspendida por quince años, y para destinar los recursos obtenidos de esto a estructurar una solución ante los graves efectos de la Gran Depresión de 1929.
Finalmente, y como mencionamos al principio del texto, el 5 de diciembre de 1933, el periodo de la prohibición oficialmente llegaba a su fin.
La prohibición como fenómeno mundial y actual
Durante la primera mitad del siglo XX, el Imperialismo, el colonialismo consolidado y el capitalismo irrestricto y desregulado, se encontraban en pleno auge y expansión en el mundo. En este contexto, el alcohol fue el producto primordial de exportación por parte de los grandes conglomerados estadounidenses y europeos coloniales hacia ciertos mercados locales, lo que generó dos campos de lucha para el movimiento de moderación, no solamente dentro de Estados Unidos.
En primer lugar, el Imperio Ruso y luego la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), impusieron una ley que prohibía la comercialización y producción de bebidas alcohólicas, principalmente el vodka, cuyo monopolio de distribución y tributario estaba enlazado directamente al Estado ruso, y tuvo como efecto negativo la pérdida de un tercio de los ingresos gubernamentales. Por lo tanto, luego de dimensionar los costes económicos de dicha prohibición y ante un necesario aumento de los recursos estatales, el gobierno de Iósif Stalin (1922-1953) decidió levantar la prohibición a finales de la década de 1920.11
Además del ejemplo ruso, en Suecia se realizó un referéndum impulsado principalmente por el movimiento de moderación en 1909, cuyo resultado tuvo 99% de aprobación para la imposición de la prohibición, no obstante, debido al carácter político diverso del Estado sueco, y a los múltiples intereses involucrados, nunca pudo traducirse en una política.12 Gracias a este episodio en la vida nacional y política sueca, encabezado por el movimiento de moderación, el 1 de octubre de 1955 se estableció la empresa estatal Systembolaget (la compañía del sistema), la cual desde entonces controla la venta y distribución de bebidas alcohólicas superiores a 3.5% de volumen de alcohol a personas mayores de veinte años.
En segundo lugar, el movimiento de moderación a escala mundial sirvió como una idea política para articular proyectos de Estados modernos, por ejemplo, en Turquía, Mustafá Kemal Ataturk (1923-1938)13 la utilizó como medio principal para combatir la dominación imperial británica. Pero más allá de este caso, el movimiento representó para los pueblos colonizados una herramienta efectiva contra la subyugación política de la metrópoli, la cual distribuía de forma descontrolada licor a las poblaciones.14
Paralelamente al tema del alcohol, durante los siglos XIX y XX, movimientos de moderación y prohibición convivieron con los inmorales y, con el paso del tiempo, ilegales métodos de control político colonial en África, India y China. Sólo falta recordar a este último país y sus Guerras del Opio (1839-1842, 1856-1860), en las cuales se mantuvo el flujo de esa sustancia, del alcohol y demás productos adictivos, proporcionados por el Imperio británico junto con sus aliados franceses a punta de pistola, cuya consecuencia, entre otras, destaca la generación de millones de adictos y de muertos. Esto, sin mencionar todos los territorios africanos que estuvieron sujetos a esta dinámica imperial de adicción hasta 1960, y que habrían de hacerle frente, durante su liberación nacional, de manera poco satisfactoria debido a las débiles instituciones heredadas del periodo colonial.
Regresando al foco estadounidense, a partir del fin del periodo prohibicionista, el Estado ya no buscaría imponer nuevas medidas restrictivas respecto al alcohol, pero desde la academia y la sociedad civil surgieron dos instituciones importantes para combatir el alcoholismo en el país y en el mundo. Por una parte, El Centro de Estudios de la Universidad de Yale en 1935, el cual para 1974 se convirtió en el Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y Alcoholismo —parte de la política general de Richard Nixon (1969-1974) de combate frontal a las drogas—. Por otra parte, la fundación de Alcohólicos Anónimos, en 1935. Según esta institución, la responsabilidad de la enfermedad y el tratamiento ya no se orientaba a perseguir y condenar al productor, sino en tratar y modificar el comportamiento del individuo afectado por el alcohol y el alcoholismo. Para esto, establecieron un método de doce pasos orientado a desarrollar la responsabilidad personal y la abstinencia, como el mejor remedio15 para prevenir y detener el problema.
Desafortunadamente, con el advenimiento de nuevas sustancias, como las drogas derivadas de una mayor interconexión comercial y acelerado desarrollo tecnológico durante la segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días, hemos presenciado que el alcohol es solamente uno de los eslabones de la gran cadena de sustancias que rápidamente captan dentro de sus redes, legales en este caso, pero ilegales en otros, a los consumidores, y que de manera derivada han causado el crecimiento internacional del crimen organizado.
Junto a esto, se impuso una política punitiva que busca criminalizar al consumidor y cazar al productor para justificar la existencia de inmensos aparatos burocráticos, como la DEA, el FBI y otras agencias de seguridad16 en el caso estadounidense, que perpetúan la “Guerra Contra las Drogas”. Esta política creó una guerra que nunca podrá ganarse, a pesar de que los grandes conglomerados mediáticos mantengan a la opinión pública del lado contrario: el de un triunfo que “cada vez está más cerca, pero sigue en desarrollo”.
Ante el dilema anterior, Michael Levine, funcionario de la DEA por 25 años y quien evidenció el fracaso de la “Guerra Contra las Drogas” —iniciada por Richard Nixon en 1969—, lejos de proponer una solución centrada en las agencias de seguridad, estableció una política de “contrataque” (Fight Back),17 en la cual las agencias de seguridad deben, por un lado, crear las condiciones para que el consumidor desista del consumo, mediante amenazas de detención —en otras palabras, que esas condiciones hagan imposible sostener su dinámica adictiva—, y, por otro lado, generar las circunstancias para que el negocio del distribuidor no pueda desarrollarse de manera efectiva, por medio de continua vigilancia de las zonas de tráfico de drogas.
Para que esto se prolongue, pero sin agotar los recursos humanos de las agencias de seguridad, es necesario, según esta política, establecer una alianza con las comunidades afectadas, haciéndolas conscientes de la problemática que existe en ellas. De esta manera, la población mantiene una presión indirecta, mediante llamadas puntuales a la policía, empleo de señales de ruido o luminosas en zonas de tráfico de drogas, además de que se establecen nuevas relaciones de confianza con las comunidades vecinas y con los sectores policiales locales, con el pretexto de una amenaza y objetivo compartidos: la lucha contra el narcotráfico.
Conclusión: prohibición y el restablecimiento de nuevos lazos comunitarios
Con el desarrollo de una posmodernidad política, en la que las demandas individuales en términos políticos, económicos, sociales e inclusive sexuales han logrado ser ideologizados, y en algunos casos llevados a extremos dogmáticos y fundamentalistas por figuras y narrativas populistas, impulsadas por los viejos y nuevos medios de comunicación y redes sociales, parece ser que las necesidades del sujeto y su satisfacción inmediata son los dictados primordiales para el establecimiento de nuevos proyectos políticos que auguran un futuro fragmentado en lo comunitario y, con esto, la total incapacidad de resolver problemas compartidos como el consumo desmedido de alcohol y el abuso de drogas.
Por esta razón, es preciso ir en sentido contrario, rescatar el carácter reflexivo y analítico de las comunidades —producto de la conformación de grupos comunitarios, y luego nacionales, que identificaron problemáticas compartidas—, que generó una positiva materialización política de movimientos definitorios durante el siglo XX, por ejemplo, el de la moderación y el rechazo al Imperialismo y a la violencia como medios únicos para la conducción de la política interna y externa.
No obstante, para que esto pueda realizarse de manera efectiva, es preciso, en primer lugar, retomar la importancia del papel que juega la comunidad no solamente para el desarrollo del individuo desde que nace y se incorpora en ella, sino también el rol que tiene en la identificación grupal y consensuada de las problemáticas que aquejan a dicho conjunto. Para así, en un segundo paso, poder entablar diálogos enmarcados en una estricta tolerancia y respeto con otras comunidades, y descubrir así que ciertos fenómenos negativos, como el abuso del alcohol y otras sustancias ilegales, no son exclusivos de la comunidad, sino también afectan a agrupaciones más amplias como los Estados o regiones en distintas latitudes del mundo. Además, es necesario entender que esta lógica se propaga y fortalece gracias a la fragmentación social, derivada del excesivo individualismo ideologizado, producto de la posmodernidad posterior al fin de la Guerra Fría.
Finalmente, equivocarnos en reconocer aspectos compartidos en problemáticas transnacionales, con el pretexto de la diversidad social y una malentendida incompatibilidad de aspiraciones y objetivos de desarrollo —consecuencia de aquel individualismo ideologizado—, solamente puede generar un estancamiento y falta de visión para establecer horizontes compartidos de crecimiento y solución de problemas a futuro. Esto sucede, mientras élites políticas y criminales se aprovechan de la fragmentación social, para amparar y cumplir sus designios de poder y riqueza, a expensas de la mayoría fragmentada e incomunicada entre sí.

Fuentes consultadas
Gomes da Costa, De Leon Petta, Organized Crime and the Nation-State Geopolitics and National Sovereignty, Routledge, Londres, 2019.
Hamm, Richard, Ed., Prohibition’s greatest myths: the distilled truth about America’s anti-alcohol crusade, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 2020.
Lynch, Tymothy, Ed., After Prohibition: an adult approach to drug policies in the 21st century, Cato Institute, Washington DC, 2000.
Pinney, Thomas, A History of Wine in America: From Prohibition to the Present, Univeristy of California Press, Berkeley, 2005.
Rorabaugh, W. J., Prohibition: A Very Short Introduction, Oxford University Press, Nueva York, 2020.
Schrad, Mark, Smashing the liquor machine: a global history of prohibition, Oxford University Press, Nueva York, 2021.
Schrad, Mark, The political power of bad ideas: networks, institutions, and the global prohibition wave, Oxford University Press, Nueva York, 2010.
Warburton, Clark, The Economic Results of Prohibition, Columbia University Press, Nueva York, 1932.
- Pinney, Thomas, A History of Wine in America: From Prohibition to the Present, University of California Press, Nueva York, 2005, p. 1.
- También llamada así por uno de los principales promotores y redactores de dicha ley, Andrew Volstead, legislador republicano por el estado de Minnesota entre 1903 y 1923.
- Schrad, Mark, Smashing the liquor machine: a global history of prohibition, Oxford University Press, Nueva York, 2021, p. 553.
- Pinney, Thomas, Ibid., p. 2.
- Pinney, Thomas, Ibid., p. 3.
- Hamm, Richard, Ed., Prohibition’s greatest myths: the distilled truth about America’s anti-alcohol crusade, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 2020, pp. 117, 119 y 123.
- Gomes da Costa, De Leon Petta, Organized Crime and the Nation-State Geopolitics and National Sovereignty, Routledge, Londres, 2019, pp. 10-11.
- Películas como Los Intocables o Érase una vez en América son obras de la cinematografía mundial, pero que de manera crítica representan un periodo oscuro en el desarrollo histórico y político en Estados Unidos.
- Warburton, Clark, The Economic Results of Prohibition, Columbia University Press, Nueva York, 1932, p. 262.
- Pinney, Thomas, Ibid., pp. 7-8.
- Schrad, Mark, The political power of bad ideas: networks, institutions, and the global prohibition wave, Oxford University Press, Nueva York, pp. 7-8.
- Ibid. pp. 8-9.
- Schrad, Mark, Smashing the liquor machine: a global history of prohibition, Oxford University Press, Nueva York, 2021, pp. 13-14.
- Ibid. pp. 14-15.
- Rorabaugh, W. J., Prohibition: A Very Short Introduction, Oxford University Press, Nueva York, 2020, pp. 210-211.
- Lynch, Tymothy, Ed., After Prohibition: an adult approach to drug policies in the 21st century, Cato Institute, Nueva York, 2001, pp. 92, 98-103.
- Ibid., pp. 110-117.