La poética del lenguaje científico
Titulo: Principia
Autor: Elisa Díaz Castelo
Editorial: Secretaría de Cultura / Fondo Editorial Tierra Adentro
Lugar y Año: México, 2018
Principia, primer libro de Elisa Díaz Castelo, toma su nombre de Principia Mathematica, de Isaac Newton, del que también proviene el epígrafe: «Y para nosotros es suficiente que la gravedad realmente exista y que actúe de acuerdo a las leyes que hemos explicado y sirva de sobra para dar razón de todos los movimientos de los cuerpos celestes y de nuestro mar».
Sin embargo, la poeta, más que tratar sobre la gravedad o los astros, aborda las formas en que somos capaces, como seres humanos, de conocer el mundo. En su obra hay agujeros negros reales y metafóricos, supernovas imaginarias y lugares de excepción donde ninguna ley física aplica. Una preocupación recorre todo el poemario: la voz lírica se debate entre la búsqueda constante de una realidad sólida, explicable por medio de un procedimiento controlado, repetible, científico, y la incertidumbre de que ni siquiera existan los principios más básicos para explicar la realidad.
En «Credo» se presenta esa relación contradictoria desde el título. El poema enumera cosas de la vida cotidiana en las que la autora «cree», como en un acto de fe. «Creo en los aviones», comienza. En un avión es difícil no sentir que uno está confiando en un poder invisible, improbable. «Credo» indaga en y se nutre del asombro de encontrar lo milagroso en un fenómeno aparentemente ordinario.
Este impulso hacia la fe y el empirismo se manifiesta de muchas maneras. La percepción es el cruce de ambas fuerzas. La luz y la oscuridad, por ende, juegan un papel importante: sin luz no es posible la apreciación; es como si nada existiera, al menos para el observador.
Los sentidos son una manera de asegurarse de que las cosas están en su lugar, una forma de rectificar su realidad. «Para nosotros es suficiente que la gravedad realmente exista», dice Newton, y Díaz Castelo busca que las cosas no se alejen de su centro gravitacional por medio de fechas, cifras, medidas y otras formas de registrar los hechos.
La terminología científica no sólo fascina a la escritora por su sonoridad y sus etimologías, por su especificidad y complejidad, sino también por su método y la promesa de exactitud (¿o verdad?). Son planteamientos seductores el lenguaje como instrumento aséptico, la imagen del poeta en bata blanca, dividiendo la vida en filamentos y partes; pero también hay una dosis de lirismo muy necesaria en descripciones como: «Virus, también, perfectos/ como semillas de castaños».
El equilibrio es una de las cualidades de este texto, que busca fertilidad en la sequía del léxico científico y consigue destilar los hechos poéticos de la ciencia en una concatenación prolífica, que une una voz vulnerable y lúcida, con un estilo guiado por la sonoridad.