Tierra Adentro
Detalle de Fotografía hecha por Francisco Segura, en Mugs Noticias

Cuando José Manuel Hidalgo ganó el premio más importante de dramaturgia joven, el Gerardo Mancebo del Castillo, por su obra Bye bye bird, con tan solo veintiún años de edad y después fue acogido bajo las alas de Alejandro Ricaño —El amor de las luciérnagas—, parecía que veíamos nacer a una nueva estrella de la dramaturgia mexicana. Parecía.

Lo que obtuvimos a cambio fue a un narraturgo en ciernes y una obra que intenta ser un retrato de la clase trabajadora mexicana o una crítica a la influencia estadounidense en la cultura popular de nuestro país. O tal vez ambos. Probablemente ninguno.

Bye bye bird narra la historia de tres adolescentes mexicanos procedentes de una colonia popular y sus encuentros con un viejo estadounidense negro que les enseña a tocar la armónica, decir groserías en inglés y de alguna manera lidiar o unirse a la violencia que permea su vecindad. Más que una obra de teatro, parece un cuento que suda por separarse de la narración y dar pie a un formato más teatral y dialogado; siguiendo, sin lograrlo, la pauta establecida por El amor de las luciérnagas, de Alejandro Ricaño.

Casi sin diálogos ni personajes bien definidos más que el viejo Bye bye bird, quien le da nombre a la obra —y, sin embargo, nunca aparece— con su armónica y blues estadounidense, es una suerte de monólogo polifónico —por la poca diferenciación que hay entre las voces de los tres personajes principales—, altamente tedioso que podría terminar en cualquier minuto pero no lo hace; alargándose hasta la eternidad.

Los aciertos de Bye bye bird no están ni estarán nunca en el texto, se encuentran en la acertada dirección y elenco de Alejandro Ricaño, quien tomó a los pesos pesados que brillaron en El amor de las luciérnagas para intentar sacarle algo al pedazo de carbón que es el texto de Hidalgo. Con actores como Luis Eduardo Yee (DHL), Sara Pinet (El amor de las luciérnagas) y Ricardo Rodríguez (El niño que se comió la servilleta de su sándwich), Bye bye bird se convierte en una puesta en escena frenética y casi disfrutable que fusiona elementos popularmente mexicanos con unos puramente estadounidenses como el ambiente de las vecindades y la música blues de armónica de Sonny Boy Williamson.

Hay que regresar a Bye bye bird para disfrutar de las interpretaciones de Luis Eduardo Yee, Sara Pinet y Ricardo Rodríguez mientras intentan rescatar junto con Alejandro Ricaño, un texto adolescente y árido. Ése sí es un espectáculo digno de ver.