LA PECERA DE DIOS: No hay anexo libre de culpas
David Alfonso Estrada escribió La Pecera de Dios, Premio Frontera de Palabras 2019, en medio de una vorágine de drogas, anexos, ataques psicóticos y libros de magia. Llegué a esta novela gracias a un amigo de David acá en Querétaro y cuando la terminé quedé fascinado por la sordidez de la historia y el entrañable estado de locura perpetua que rodea al personaje principal Natanael. No recuerdo haber leído una primera novela de algún escritor mexicano que me entusiasmara tanto, a pesar del lamento de pasar por los anexos en México y la desesperanza de vivir en un Monterrey cegado y ensimismado, La Pecera de Dios es un delirante viaje por la terrible adicción a las drogas, las relaciones, la literatura y los ideales impuestos de una sociedad sin escrúpulos. Contacté a David para platicar con él en un Zoom largo y entrañable, transcribo la charla que tuvimos para que conozcan más al autor y su libro, que, de alguna manera, por cuestiones pandémicas y algunas otras razones editoriales, ha pasado un poco desapercibida.
¿Cómo empieza a escribirse La Pecera de Dios?
Siempre todo es por necesidad, si no hay necesidad, nada sucede, y mi necesidad era multifactorial. No hay una piedra angular, pero sí hay dos o tres factores: El primero es que llevo escribiendo desde hace rato y me mama el cine, siempre estoy pensando en una idea a desarrollar. Cuando caigo por primera vez a un anexo en 2012 por un quiebre psicótico esquizofrénico, y luego me vuelve a pasar en el 2014, me dan trato de recaído. Llegando en la segunda ocasión, me dice el padrino: “Vas a estar aquí 8 meses a la verga y no tienes pa ́ dónde hacerte.” Y dije, cabrón, qué voy a hacer 8 meses aquí, fue ahí fue donde se me ocurrió escribir sobre esto. Antes de que me anexaran era mi momento, estaba en la punta de la fiesta, estaba en clases de teatro, viviendo con un compa, me sentía de huevos y, corte A: Me mandan a la patrulla espiritual y despierto en un anexo con puro cabrón. Comencé a escribir para matar el tiempo y la otra parte era para denunciar, porque sí están muy pasados de verga, se supone que están para ayudar y nada más están echando tierra en vez de alivianarnos. Te ponen a hacer puras pendejadas, te dan como un libro con un chingo de preguntas y yo tiré al león ese pedo y me ponía hacer poesía, a desarrollar personajes, pero a escondidas, porque si el padrino se daba cuenta de ese pedo me tiraba las hojas y me ponía un castigo, entonces todas las hojas que escribía, las doblaba, me las metía en los huevos, y luego ya en el dormitorio, encontraba la manera de seguir escribiendo, eso fue para mí lo más valioso de esos ocho meses: todo lo que escribí.
¿La novela es ficción, crónica o autobiografía, dónde la pondrías?
Realmente nunca fue una autobiografía, mis momentos en el anexo fueron diferentes a los momentos de mi personaje Natanael, yo luego luego me integré y andaba con los más pinches desmadrosos; pero me gustaba que mi personaje fuera más oscuro, fuera de tiempo. Está inspirado en los surrealistas, en Artaud, en Dalí, Virginia Woolf, esa psique, que en momentos la tengo. Sin embargo, todas las cosas que suceden en la novela le sucedieron a alguien que yo vi o que me contaron que pasó en otros anexos, inclusive algunas sí me sucedieron a mí. Todo ese pedo sí es real y todos los personajes son reales, a algunos ni les cambié el nombre. Por eso se siente muy real el libro, mucha gente me ha preguntado que sí es mi vida, y no es, pero sí lo bañé de elementos de la realidad tal cual.
Se sabe que en México los anexos son una mierda, supongo que habrá sido bastante difícil el proceso de escritura, ¿en qué momento la novela deja de ser sólo una experiencia de anexos y se convierte en una historia paralela?
Llegó un momento donde yo ya no quería que la historia fuera de anexo, cuando la estaba escribiendo sufría. Me dolía como cuando estaba ahí, al chile lo peor es estar lejos de casa y a esa madre nunca le puedes llamar casa. Quería que Natanael escapara y hubo una historia que me contaron donde se metieron a un anexo para matar a un padrino, y dije, a huevo, de ahí sale. Entonces digamos que la segunda parte del libro es sobre los grupos externos, como narcóticos anónimos, que también conozco bastante cerca. Y claro, una historia de amor y codependencia.
La codependencia a otras personas y no sólo a las sustancias, eso creo que es clave para entender a Natanael. Hay una parte de la novela que me llamó la atención, la de la cofradía de escritores que quiere hacer un sacrificio, me gusta la magia y esos personajes me parecen fascinantes porque también son una especie de terapia de grupo, ¿cómo te adentras en todo esto y cómo lo integras en la novela?
(Me muestra en la pantalla una iconografía satánica) Mira lo que tengo acá, para sentirme seguro en la entrevista (risas satánicas). La magia es algo real para mí, además de la voluntad que es como la magia personal, está todo el simbolismo, las teorías de conspiración, todo lo que tenga que ver con cualquier visión de la espiritualidad: son mis aficiones. Esto es lo que me gusta leer y lo que me gusta escribir. Víctor Santana, mi editor, recortó mucho este capítulo, y confié totalmente en él. Porque por más pinche mago locochón que yo me crea, eso no sustenta mi obra, mi obra se tiene que sostener por sí sola más allá de mis creencias. Y bueno, estos vatos buscan a Natanael porque creían que él era el elegido, pero después crece internamente y dice, no, no mames. De cualquier manera, todo lo que quitamos en La Pecera de Dios, lo estoy trabajando para otra novela.
¿Qué Mago o libro de magia te ha influenciado más?
El primer artista-mago que me pegó en la secundaria fue Salvador Dalí, de hecho, toda la relación de Natanael y Gaby es tal cual Dalí y Gala. Después en la prepa me puse a ver las pelis de Jodorowsky explicadas por él y fue donde comencé a entender qué pedo con el simbolismo. Ahí es donde el artista-mago-tarotista se manifiesta en mí. Y no sé si se considera mago, pero Antonin Artaud es el que más me marcó con su locura, al igual que el satanismo Anton LaVey, por lo menos en cuanto a filosofía, de hecho, hay unas partes de La Pecera de Dios que es tal cual la filosofía satanista. Recientemente estoy estudiando la cábala y el tarot.
Sin spoiler, el libro se acerca al final con un autor inesperado publicando un libro que gana un premio. Esta novela ganó el Premio Frontera de Palabras 2019…
Aquí regreso a lo de la magia, en el libro, el personaje escribe una serie de poemas que se llama La Pecera de Dios, los manda a un concurso, gana y lo presenta en la Feria del Libro de Guadalajara, para cuando me di cuenta, estaba presentando La Pecera de Dios en la Feria del Libro de Guadalajara, eso me dio miedo. Hasta qué punto tenemos los artistas la capacidad de transformar la realidad con las cosas que escribimos, pintamos, grabamos, etc. Me di cuenta que tengo que cuidar más las cosas que estoy haciendo e invocando. El premio realmente sale en 2020, cae junto con la pandemia, por eso creo que el libro no ha salido oficialmente y ahí se quedó en un cajón para pocas personas que apenas lo han descubierto. Ojalá alguien lo encuentre en unos años y lo lea con entusiasmo, y tal vez alguien haga una serie.
Esperemos que regresen pronto las Ferias de Libro y la novela comience a moverse.
Eso si no les dan prioridad a los nuevos títulos. Yo la verdad ni conocía a Tierra Adentro, acá en Monterrey nunca me he juntado con el gremio literario, la mayor parte de mi tiempo la dedico a trabajar. Siento que, si viviera en otro lado, ya hubiera agarrado mi cruz de escritor. Creo que tengo que fugarme geográficamente. Todavía a veces no me la creo, pero esto es un buen inicio.
Sin duda es una gran primera novela, ¿estás escribiendo algo nuevo, me decías que también haces poesía, qué te gustaría para lo que viene?
La neta, Warpola, te agradezco que me buscaras para esta entrevista, porque me viniste a despertar otra vez. Caí al psiquiátrico en diciembre y después de que salí de ahí me medicaron de nuevo y toda esta pinche cuestión de escribir cosas nuevas me tenía atorado. Andaba en un vacío creativo, estaba escribiendo una novela a la que regresé hace poco y tengo apenas dos días que me volví a meter, porque creo que ahí tengo algo muy cabrón. Creo que es escribir es lo que mejor hago, y no porque sea bueno, sino porque soy un obsesivo. La Pecera de Dios es un trabajo de 4 años, entonces para qué me apresuro, el camino de la paciencia es el que siempre he tomado.