“La madurez de una vida, como la madurez del día, no se revela en la hora incierta del atardecer, sino en el momento pleno, cenital y vibrante del mediodía, en que el sol, cumplida ya su trayectoria ascendente, parece detenerse a contemplar, hurtando la sombra a seres y cosas, los frutos de su carrera antes de empezar un descenso que es, al mismo tiempo, un regreso”, escribió Xavier Villaurrutia sobre Ramón López Velarde: poetas cortados por la misma tijera que podó sus vidas, pero también sus obras.