Tierra Adentro
Alejandra Carbajal (Ciudad de México,1983) estudió en la Escuela Activa de Fotografía, donde es profesora de técnicas antiguas. Colabora en la revista Time out

Kenneth Goldsmith (Nueva York, 1961) es acaso el poeta más conocido en la actualidad, lo cual puede ser un contrasentido: fama y poesía son palabras que no suelen estar en la misma oración. Ha leído reportes del tráfico, como si fueran poemas, en la Casa Blanca —y le dio un taller de poesía a Michelle Obama—; ha aparecido en The Colbert Report, uno de los programas más afamados de la televisión estadounidense; ha intentado imprimir la totalidad de internet; ha generado casi más detractores que seguidores; ha publicado bajo su nombre libros que no han sido escritos por él, Day, una transcripción entera de una edición del New York Times, es el más conocido de ellos; ha administrado, desde hace casi veinte años, UbuWeb, tal vez el archivo más importante y vasto de arte vanguardista en línea; ha hecho del plagio y la copia una estética, y de la escritura no-creativa su sello personal; y ha logrado que cada una de sus intervenciones en público sean polémicas, como cuando en marzo de este año leyó la autopsia de Michael Brown —el joven negro que fue brutalmente asesinado por un policía blanco en Ferguson, Misuri—: el hecho de que un judío, blanco y educado estuviera intentando capitalizar la muerte de alguien más para hacerla pasar por arte en un país donde el racismo es una de las problemáticas más profundas molestó a más de uno.

Y, sin embargo, cuando —después de conversar con él— un par de personas se acercaron a preguntarme quién era ese hombre menudo, con lentes de montura redonda, nariz de gancho y vestimenta extravagante que hablaba con lentitud y parsimonia, perdieron el interés y se fueron cuando les dije que se trataba de un poeta. Ellos lo confirmaron: poeta famoso es un oxímoron.

Goldsmith, quien se mueve de la academia a lo pop con una naturalidad pasmosa, publicó en el 2011 un libro que causó revuelo en el circuito: Escritura no-creativa: la gestión del lenguaje en la era digital, cuya traducción al español acaba de aparecer en México, bajo los sellos de Sur+ y Tumbona, y en Argentina con Caja Negra. Además, acaba de publicar una reescritura del Libro de los pasajes de Walter Benjamin situado en el contexto actual de Nueva York: Capital: New York, Capital of the 20th Century.

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¿Cómo surgió el concepto de escritura no-creativa?

Cuando conocí el internet, supe que la escritura nunca volvería a ser igual. Necesitábamos empezar a pensar el lenguaje de manera distinta, puesto que todas las palabras podían ser copiadas y pegadas. La escritura comenzó a tener una función distinta a partir de ese momento.

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Estamos inmersos en una cultura donde la originalidad es considerada un valor, y todo tu trabajo va a contrapelo de esa idea. «Escritura no-creativa» es, además, el nombre de la clase que impartes en la Universidad de Pensilvania. ¿Se puede enseñar a no ser creativos?

En realidad no trato de ir en sentido contrario de la idea de originalidad. Simplemente me parece que la creatividad se ha vuelto no-creativa, se ha convertido en una especie de fórmula: se escriben libros sobre cómo ser creativo, por ejemplo. Así que pensé en qué modo podemos ser realmente creativos en la actualidad; tal vez la respuesta está en hacer todas las cosas que antes no estaban permitidas: copiar, plagiar, robar. Y en mi clase yo trato de enseñar cómo hacer eso —pero hacerlo de manera responsable y con inteligencia.

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¿Crees que existen maneras originales de no ser originales?

Me gusta mucho esa idea. Y creo que el mundo digital nos ofrece esas posibilidades. Ahora podemos hacer cosas que antes ni siquiera imaginábamos, entonces sí, en efecto, estoy seguro de que hay muchas maneras nuevas de hacer las cosas que de algún modo u otro se han venido haciendo desde siempre. Me parece que las redes sociales ofrecen una nueva forma de no ser originales —con los retuits, la posibilidad de compartir entradas de Facebook y todo ese tipo de cosas.

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Ya que mencionas las redes sociales, recuerdo que hace algún tiempo tuiteaste en contra de aquellos que escribían poemas automáticos usando el texto predictivo de sus teléfonos celulares. ¿Por qué oponerte a un procedimiento que sigue de cerca a la escritura no-creativa?

Lo que ocurrió con ese procedimiento es que se convirtió en un cliché demasiado pronto, y, por lo tanto, dejó de ser interesante o plausible. Lo mismo pasó con la poesía escrita a partir de búsquedas en google; es por eso que ya no les permito a mis alumnos que escriban más ese tipo de poemas. Se convirtieron en un lugar común.

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¿Te refieres a la poesía flarf?

Sí. Bueno, fue increíble cuando surgió. Pero lo que ocurre con este tipo de técnicas al explotarse de un modo tan indiscriminado es que envejecen con mucha rapidez. Hay que seguir buscando formas nuevas de trabajar con el lenguaje en la era digital.

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La visión romántica de un genio creador quedó atrás hace mucho. ¿Qué es o qué debería ser un autor en la era digital?

Creo que todos somos autores. Todo el mundo está escribiendo una enorme cantidad de cosas diariamente, pero no consideramos que esos textos tengan una función autoral. Yo creo que no debería existir esa distinción. Piensa en tus actualizaciones de estado, ¿por qué motivo no podrías presentarlas como tu poesía? O tu timeline, tu historial de búsqueda: eso es escritura automática, es la historia escribiéndose a sí misma.

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Un nuevo tipo de biografía.

El historial de búsqueda es la nueva biografía, absolutamente. Las nuevas memorias.

Si quisieras saber cualquier cosa sobre mí, cualquier cosa que estuviera pensando hace ocho meses entre las diez de la mañana y las diez y media, revisa mi historial de búsqueda y sabrás exactamente lo que mi mente estaba haciendo.

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¿Y decir que todos somos autores no es otro modo de decir que en el fondo nadie lo es? ¿Cómo se distingue un autor de un usuario en esta época?

Se trata de la intención, ¿no crees? Después de Duchamp, ¿el plomero se convirtió en escultor? Probablemente no, pero pudo haberlo sido y de algún modo Duchamp le dio permiso para serlo, pero nunca lo tomó. Y es la misma posibilidad que tenemos ahora.

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Si el contexto es el nuevo contenido, como afirmas en Escritura no-creativa: la función del lenguaje en la era digital, ¿los lectores deberíamos estar leyendo contextos en lugar de textos?

Ni siquiera estoy seguro de que leer siga siendo interesante. Hay demasiado que leer. Hoy en día nos dedicamos simplemente a compilar ese material, archivarlo, moverlo, reciclarlo y compartirlo casi sin leerlo. Constantemente estoy descargando grandes obras, tengo más de las que jamás podré leer, y eso para mí muestra un cambio real en nuestras prácticas. Por supuesto, yo mismo escribo libros y me gusta que se lean, aunque me parece que más que leídos, son ojeados. Por eso creo que la citación es la nueva forma de producción literaria.

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A lo largo del libro pareces sugerir que la labor del archivista y del escritor cada vez se parecen más. ¿Cómo se distingue el trabajo del archivista del de un escritor actualmente?

Es cada vez más difícil distinguir la diferencia. Al final, como decíamos antes, es un asunto de intención. Descargamos material y lo archivamos, yo te doy el permiso de llamar a eso literatura. Pero lo importante es qué haces luego con esto; es ahí cuando se vuelve interesante, pues estamos del lado de «La biblioteca de Babel» borgeana.

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Cada uno de los tomos de esa biblioteca en el cuento de Borges podría ser considerado como una pieza de escritura no-creativa, puesto que estaban escritos por la combinación de letras y signos que en muchos casos no tenían ningún sentido, ¿no lo crees?  

Al leer a Borges a la luz del siglo XXI podemos darnos cuenta de que, en cierto sentido, de lo que estaba hablando era de código. Esos libros en «La biblioteca de Babel» eran puro código que podía ser organizado para formar algo, generar sentido semántico, pero al ser código, se trata de material reescribible y reciclable.

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Y en tu caso, ¿cómo decides, de toda esa acumulación de lenguaje existente, qué material reciclar, plagiar o reescribir?

Bueno, eso es precisamente lo que hace que mi escritura sea diferente a la tuya, porque estoy seguro de que elegirías cosas muy distintas a las mías. Y es por eso que la escritura no-creativa sigue siendo autobiográfica y personal, la única diferencia es que no tiene que haber sido escrita por ti. Las cosas que elegimos tienen nuestra marca personal impresas en ellas. Las cosas de las que hablamos también hablan de nosotros. Sigue siendo un modo de expresión —y un modo de expresión propio, aunque sea a través de las palabras de otros.

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¿Crees que los libros de escritura no-creativa tienen un valor por sí mismos o que requieren de una teoría que los sustente?

En un sentido se trata de libros acerca de los cuáles es mejor pensar que leerlos. Funcionan más como objetos que como libros tradicionales; yo no querría leerlos. Me parece que estas piezas hacen una propuesta diferente de lo que es un libro y de cuál es su función. Son como esculturas. Pero esto no es nuevo: ¿alguien realmente leyó el Finnegans Wake?, ¿alguien realmente leyó The Making of Americans de Gertrude Stein? No lo creo. Eran el tipo de libros que abrías y ofrecían la posibilidad de ser leídos, pero muy poca gente se sentaba a leerlos de un modo convencional. Y eso fue hace cien años. Lo que yo digo es que lo digital ha hecho esas estrategias posibles y reales, incluso cotidianas. Cuando eran usadas por Stein simplemente eran raras, ahora tienen más sentido y es por eso que estas ideas son importantes. De pronto tenemos otra vez a las vanguardias pero en modos en que nos hubiera gustado que fueran las vanguardias y que jamás pudieron llegar a ser.

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Me parece que la escritura no-creativa está más en el campo del arte conceptual que en el de la literatura. Hacer que el sentido dependa del contexto o de un discurso que acompaña a la obra es algo que ya se hace desde hace mucho en esa área.

Tienes razón, excepto que en el mundo del arte la obra tiene valor comercial mientras que en la literatura no. Y es por eso que dentro de la literatura este tipo de objetos pueden ser más conceptuales, teóricos o incluso más radicales de algún modo, dado que no están comprometidos por el mercado: nadie compra estas cosas.

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¿Cómo surgió la idea de imprimir internet que llevaste a cabo en 2013? Creo que tiene que ver con lo que decías: se trata de un acto puramente conceptual. Imprimir internet es no sólo inútil sino acaso imposible (o incluso si fuera posible nadie podría terminar de leer eso jamás).

Me interesaba la idea de transformar algo intangible en algo físico: cómo se vería internet materialmente. Y tienes razón, es demasiado. Si imprimiera todo lo que está en mi disco duro solamente, llenaríamos esta habitación. Creo que tendemos a olvidar cuánta información estamos administrando y moviendo todos los días, simplemente la almacenamos. Eran enormes pilas de papel con todo tipo de cosas que podemos encontrar en internet: estados de cuenta bancarios, spam, noticias, memes, pornografía…

Lo que intenté hacer con ese proyecto era materializar lo efímero, hacer visible lo invisible.

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Un punto nodal de la escritura no-creativa está en los usos del lenguaje —no ya simplemente para generar sentido—: «estamos experimentando por primera vez en la historia la habilidad del lenguaje de alterar todos los medios», afirmas en tu libro.

Por supuesto; en Escritura no-creativa pongo el ejemplo de lo que ocurre con un grabado de Shakespeare al insertar en su código un soneto del propio Shakespeare: la imagen se modifica, se «glitchea». Si estás interesado, te puedo mostrar cómo se ven este tipo de alteraciones en tiempo real:

Tengo en la computadora dos imágenes de Shakespeare y sus obras completas; es decir, mucho lenguaje, muchísimas palabras contenidas en un pequeño archivo. Si cambias la extensión de una de las imágenes de .jpg a .txt, al abrirlo tienes sólo código; ahora copias las obras completas de Shakespeare y las pegas en medio el código de la imagen, guardas los cambios y vuelves a cambiar la extensión a .jpg: como puedes ver, ha cambiado.

Esto, de algún modo, es una locura. Es algo completamente nuevo para la escritura, jamás podríamos hacer esto con una fotografía. Y sin embargo es lenguaje, no artes visuales. Porque finalmente todo el material del mundo digital es código y lenguaje.

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Sueles repetir que la cantidad es la nueva calidad, pero también crees que aún debería haber modos de juzgar una obra a partir de su calidad. ¿Cómo se resuelve esta paradoja?

Tenemos que plantearnos preguntas distintas con respecto a la calidad: ¿es una buena idea?, ¿es inteligente?, además de las preguntas típicas que solemos hacer respecto al arte. Y algunas cosas van a ser mejores que otras. Yo creo que van a surgir estructuras críticas que puedan dirigirse de manera apropiada a este tipo de obras y respondan por qué una es mejor que otra. No es tan sencillo como sólo tomar todo lo que hay en internet y reimprimirlo, aunque eso también es posible —cuando yo lo hice, se trataba de un gesto—. Hay mucha escritura conceptual y no-creativa malísima.

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Si la escritura en la era digital está relacionada más al contexto que al contenido, ¿cómo se generan contextos nuevos, interesantes o apropiados para este tipo de obras, y para evitar que repitan, por ejemplo, lo que hizo Duchamp?

Todavía podemos intentar hacer lo mismo que hizo Duchamp, e incluso si tratas de hacerlo, será diferente porque el momento es otro. Es un nuevo contexto. Esto es lo que hace un artista, tiene que ver con cierta sensibilidad y sentir la necesidad de hacer cierta acción en un determinado espacio. Y puede salir mal.

Mi pieza sobre Michael Brown salió mal, no fui lo suficientemente sensible al contexto ni al momento. Por eso la pieza fracasó, se trataba de una protesta política pero no era el momento adecuado para hacerlo. No comprendí bien el contexto. Este es un buen ejemplo de no ser lo suficientemente sensible al contexto político y social en el que una obra debe o puede intervenir. Pero no siempre pueden salir las cosas bien, no se trata sólo de éxito.

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Si en estos tiempo todos somos autores, ¿cuál es tu opinión acerca de la autoría y el copyright?

Es una discusión complicada porque el copyright está ligado sobre todo al valor económico. La idea de UbuWeb es algo anticuada; es como una biblioteca: es de uso público. ¿Quién piensa que deberíamos leer todos los libros de una biblioteca? Eso sería absurdo, nadie lo ha hecho nunca. Por eso todo el material alojado en UbuWeb es gratuito, no tiene valor económico. Pero si quisiera poner a Lady Gaga en UbuWeb, alguien tomaría represalias en mi contra; sin embargo a nadie le importa si subo cosas de John Cage. Finalmente se trata de dinero.

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Una idea que reverbera tras leer tu libro es que el lenguaje no le pertenece a nadie, todos somos libres de usarlo.

Pudieron haber creado el internet de un modo en que no pudiéramos tomar el lenguaje y usarlo, del modo en que Flash solía ser, pero decidieron mantener el lenguaje para el uso común y para su manipulación. Y mientras todo ese lenguaje esté a nuestro alcance, las posibilidades están abiertas, podemos reciclarlo. Eso es lo interesante: este tipo de arte refleja el medio que lo crea y la arquitectura de ese medio; es decir, el ecosistema del mundo digital.

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Y aunque ya no existe la idea de autor en un sentido tradicional, tú te has convertido en un autor e incluso en una autoridad.

Bueno, estoy viejo, y de alguna manera estoy apegado a ideas más tradicionales de autoría. Yo no voy a ser la persona que comience a publicar grandes textos de manera anónima o en colaboración, todo lo que publico está firmado por mí. Sé que está abierta esa posibilidad, pero no voy a ser yo el pionero en ese camino. Pienso que se trata de un reto para las siguientes generaciones: ¿cómo ser al mismo tiempo autores y no autores?, ¿cómo ser anónimos y aun así formar parte de una comunidad? Veremos qué pasa.

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La idea de la escritura no-creativa parece ir contra del funcionamiento de la academia, ¿cómo lidias con ese circuito cultural?

En realidad nunca he encontrado mucha resistencia en la academia estadounidense. La academia no es monolítica, hay muchos mundos distintos habitando dentro de ella; en la universidad donde doy clases les entusiasma lo que hago. Hay una parte progresista de la academia que se interesa por estos temas, y es ese pequeño mundo de la academia en el que yo quiero vivir.

Vivimos en una cultura en la que los mejores músicos son dj’s, que no crean nada por sí mismos sino que combinan material preexistente de una manera nueva, original y no original. Pueden mantenerse anclados a ideas tradicionales pero el mundo sigue avanzando en otra dirección. Necesitamos tener este tipo de conversaciones. Es ridículo que ya llevamos quince años en el siglo XXI y seguimos lidiando con estos problemas.

 

 

 


Autores
(Ciudad de México, 1986) es una joven promesa rota. En 2013 fue becario del FOCAEM, en 2014 de la Fundación para las Letras Mexicanas y actualmente lo es del FONCA. No ha plantado árboles, no ha tenido hijos, no ha publicado libros. Es editor de la revista Tierra Adentro.