Tierra Adentro

Titulo: Anticitera

Autor: Aura García-Junco

Editorial: Fondo Editorial Tierra Adentro

Lugar y Año: México, 2018

Ninguna máquina nace al primer intento. La tarea de alumbrar mecanismos es ardua pieza a pieza, engrane a engrane, error y acierto. Cuando se llega al éxito, el proceso es liberador y desconcertante por su refinada sencillez, como si ese camino existiera desde el principio, o antes del sistema en sí.

La escritora Aura García-Junco nos presenta Anticitera, artefacto dentado, una novela centrada en la obsesión de la inventiva. La historia se desarrolla en distintos planos temporales, repartiéndose entre la Antigüedad clásica, la Edad Media y el Renacimiento.

Una corte jugosa de personajes desfila por sus páginas, algunos históricos como Arquímedes de Siracusa, a quien se le adjudica la creación de un artilugio llamado Anticitera que predice el movimiento de los astros; Herón de Alejandría, el inventor de una máquina expendedora de agua bendita; Abelardo y Eloísa, dos amantes cuyo amor creció en el peor de los tiempos. También existen seres puramente imaginarios y su extravagancia encuentra verosimilitud en las épocas tan disímiles en las que se desarrollan, es el caso de Nichola  Boldini, su  psique está tan desarrollada como los personajes históricos. Por momentos me recordó a Zenón, protagonista de Opus Nigrum de Marguerite Yourcenar, o a los soñadores de Goran Petrovic en Atlas descrito por el cielo.

Cada protagonista guarda un secreto, o está en el entramado de uno que nos será revelado de forma lenta; como dice el propio Boldini: “La respuesta vino apenas ayer en un trozo de pergamino”.

Aparatos imposibles, manuscritos con terribles mensajes, ladrones y espías construyen una atmósfera mágica y exuberante con distintos avatares que parecen recorrer los mismos caminos, y a lo que se añade otra particularidad: el fragmento. Las historias que se nos entregan requieren de un lector atento y dispuesto a que su lectura ponga en marcha el mecanismo que entreteje cada párrafo. A veces las partes que se nos presentan tienen autonomía, y poseen una extensión variable, así como contenido llega a ser distinto.  Nos podemos encontrar con  una biografía entera y en otra ocasión una estampa de paisaje. Es notorio también el orden en que están enlazadas las tramas, me hace pensar en las numerosas pruebas que tuvo que hacer la autora para darnos la información justa, así como el momento para encajar tal o cual revelación. Asimismo, el lenguaje es trabajado con esmero, nunca decir más de lo necesario y con cada capítulo, ensamblar un coro que transmite puntos de vista en distintos planos espacio-temporales. Esta prosa sintética y exacta encuentra por momentos resonancias borgianas, un ejemplo está en el empleo de adjetivos: “Ahí está el lugar. Fue alguna vez un recinto esenio que los años volvieron polvo y piedras”.

También hay ecos de textos de la época: epístolas, crónicas y hagiografías, algunos de ellos son traducciones de la propia autora. No obstante, el tono que podría tornarse solemne en su totalidad, consigue zanjarse al entregarnos pasajes de momentos íntimos, una muestra de ello es al amor entre Abelardo y Eloísa.

Al concluir la lectura nos damos cuenta de una importante lección: la verdad nunca se da por entera, puede ser alterada, reescrita en un palimpsesto, y descubierta por ojos que no tenían planeado encontrarla. Al inicio aparece un epígrafe de Luciano de Samosata, en el que se nos declara que todo lo que leamos a partir de esa página, aunque sea inventiva, será real.

Anticitera marcha con un ritmo elegante y fluido, sus piezas bien ensambladas nos cuentan las desgracias de los hombres que quisieron regir el rumbo de sus vidas por medio del intelecto o la sabiduría, sin saber que los astros les tenían destinados otros senderos.