Imaginario femenino en México
Desde sus orígenes —principios del siglo XIX— y hasta la actualidad, lo fantástico y la ciencia ficción han tenido distintos acercamientos teóricos y diversos intentos por definir sus características temáticas y estéticas. A partir de un acercamiento personal como lectora y escritora, me enfocaré en la teoría de Flora Botton1 para hablar de los elementos más relevantes en las obras de las autoras mexicanas que he rastreado hasta ahora, cuya visión y propuesta resulta imprescindible compartir —dado que la mayoría del corpus de ambos géneros es representado por hombres—, y que se inscriben por completo en su descripción de lo fantástico: “Un reto a la imaginación, a la fantasía y a la sensibilidad”, donde el fenómeno insólito no puede explicarse mediante las leyes del mundo conocido. Su sello es la ambigüedad: la irrupción de lo sobrenatural en el paradigma de realidad de la propia historia.
En cuanto a la ciencia ficción, presenta lo especulativo de mundos posibles en los que cualquier tipo de ciencia o tecnología y diferentes factores propician una modificación —positiva o negativa— radical de la sociedad del futuro y otras temporalidades. A principios del siglo XX destacaron obras que además reunían otras características e inauguraron el término weird fiction, categoría inscrita en lo insólito.
En las últimas décadas, fantástico y ciencia ficción han fundado nuevos “subgéneros” que se inscriben en la literatura especulativa, como la narrativa utópica o distópica. Si bien ahora se está revalorizando esta imprescindible obra, aún hay prejuicios que la acusan de no convenir con el realismo imperante dentro de la ficción, de evadir la realidad o las problemáticas sociales; sin embargo, no hay nada más erróneo, pues nos ofrece perspectivas audaces para analizar y repensar nuestras experiencias personales y sociales.
Esta nueva literatura requiere lectores perceptivos, abiertos; un acercamiento distinto que permita ver más allá de las etiquetas estigmatizadas en estantes de librerías y bibliotecas, referir no tanto a géneros, sino a sus pluralidades: creaciones que surgen de un sinfín de búsquedas relacionadas con la experiencia humana que no fueron planteadas desde el inicio para pertenecer a algún género o categoría, de ahí que su naturaleza heterogénea y su diversidad de elementos no permitan asignarles una sola etiqueta.
La primera obra escrita por una mujer mexicana que se considera ciencia ficción2 porque buscó, a través de la ciencia, transgredir las leyes y limitaciones físicas mediante un viaje espacial como experiencia espiritual —lo que la instaura en lo que se considera fantasía científica—, data del siglo XVII: “Primero Sueño” (1692), de Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695). Es su poema más extenso, leído y estudiado, en el que primero recrea una atmósfera de oscuridad y silencio, elementos fundamentales de la noche para que la consciencia —o el alma— pueda trascender al cuerpo y alcanzar el conocimiento que le está vedado a los sentidos debido a la luz: toda una hazaña cognoscitiva. Luego, con la llegada del nuevo día, arriba también el fin de la inconsciencia y la vuelta a la realidad. Sor Juana representa aquí la voluntad incorpórea para acceder a un conocimiento más allá de lo físico y racional, donde convergen elementos renacentistas como el sueño, la noche, los astros y seres mitológicos, como Morfeo, Apolo e Ícaro. Respecto a lo científico, Sor Juana analiza lo mismo cuestiones fisiológicas que psicológicas, astronómicas y astrológicas, de la física y de la historia natural.
Un salto al siglo XIX nos lleva a Ana de Gómez Mayorga (1878-1954, CDMX), escritora de cuento fantástico y maestra normalista. Su obra más reconocida es Entreabriendo la puerta (1946), conformada por 30 cuentos; pero los que son considerados sus mejores relatos se reúnen en Nostalgia de lo recóndito (2011). En sus historias breves de títulos concisos, la normalidad se ve acechada e interrumpida por lo extraño. La trama de “La puerta” surge del misterio de lo onírico, donde una arquitectura nueva, oscura, desconocida y casi imposible aparece detrás de un muro con una puerta cerrada a cal y canto que siempre han despertado curiosidad en el protagonista; misma por la que, en una sola ocasión, tiene oportunidad de entrar.
Existen otras creaciones originadas a partir de la perspectiva infantil de la imaginación. Elena Garro (1916-1998, Puebla), narradora y periodista, utilizó estas percepciones para escribir La semana de colores (1964), obra considerada dentro del realismo mágico, pero donde las particularidades de lo fantástico son muy visibles. Las protagonistas, dos hermanas pequeñas, comparten su visión de la realidad que retoma lo que se les escapa a los adultos. Esta serie de cuentos muestra cómo el imaginario fantástico infantil, que no siempre es inocente y benévolo, irrumpe en la cotidianidad de una vida rural. “La culpa es de los tlaxcaltecas”, primera historia de la colección, es el mejor ejemplo de lo fantástico en la obra de Garro, donde el juego entre diferentes temporalidades y el choque entre dos mundos opuestos generan un sentimiento de extrañeza que lleva a lo insólito.
Guadalupe Dueñas (1920-2002, Jalisco) fue una gran cuentista y ensayista. Su obra resulta difícil de clasificar, y lo extraño está presente en gran medida, a pesar de que la propia escritora afirmó que en sus cuentos no había fantasía. Varias de sus experiencias dieron pauta a creaciones como “Mariquita”, donde un feto conservado en un frasco con líquido configura un cerrado sistema familiar, o “Zapatos para toda la vida”, donde una niña tiene a su disposición una cantidad interminable de perfumes y calzado tras la ruina del negocio familiar. Sus tópicos recurrentes son lo íntimo, las relaciones interpersonales alteradas por algún elemento externo, el absurdo, lo trágico, las distintas caras de la crueldad y lo siniestro desarrollado a través de mujeres que examinan su propio sitio en el contexto histórico.
Una particularidad en la obra de Dueñas es la creación de un bestiario propio: utiliza, entre otros, ratas, piojos, chimpancés, perros, sapos y vacas como protagonistas o personajes de gran importancia. Uno de sus mejores libros es Tiene la noche un árbol (1958), y el Fondo de Cultura Económica (FCE) publicó en 2017 sus Obras completas.
Otras voces, en cambio, surgen desde el erotismo, la locura, lo perverso, lo absurdo y la traición. Inés Arredondo (1928-1989, Sinaloa) destacó en la narrativa al resaltar lo conflictivo en las relaciones de pareja en sus tres libros de cuentos —La señal (1965), Río subterráneo (1979) y Los espejos (1988)—; asimismo escribió sobre las hostilidades tratadas desde diferentes perspectivas, la imposibilidad de la comunicación y el casi nulo entendimiento con el otro. Arredondo ofrece un panorama desesperanzado de las relaciones interpersonales que inician desde la infancia, una disección del amor y sus diversas facetas, la pasión destructiva y la violencia.
La incertidumbre y la ambigüedad, la soledad y el deseo son otros sentimientos que permean en la narrativa de Arredondo, al igual que el rencor y el egoísmo. Hay dos cuentos breves en los que el elemento fantástico es claro: “Orfandad” y “Apunte gótico”, que forman parte de Río Subterráneo (1979), donde vigilia y sueño se confunden entre imágenes siniestras, mutilación y muerte, creando una atmósfera de misterio puro. En “Orfandad”, la trama parte de lo onírico y toca la vulnerabilidad infantil, el aislamiento y la soledad. La niña que narra la historia comienza rememorando un sueño en el que, después de quedar huérfana por un terrible accidente, sus familiares la visitan y reaccionan de distintas formas hasta llegar a lo brutal, pero ninguno se hace responsable de ella; carcajadas vulgares la devuelven a la realidad, a un despertar verdadero entre el abandono y la inmundicia. El segundo es narrado a contraluz de una vela desde la voz de la joven protagonista, que describe confusa la transformación de un vínculo erótico y prohibido, pues pasa de la atracción física a lo repugnante tras la aparición de una niña-rata que la vuelve consciente de lo grotesco del incesto con su padre. En estos párrafos, lo mismo una imagen que una palabra remiten a la ambigüedad, dando paso a distintas interpretaciones o lecturas en torno a lo observado por la narradora. Sus Cuentos completos se publicaron en 2011 por el FCE.
Amparo Dávila (1928-2020, Zacatecas), poeta y narradora, afirmaba escribir por “intuición”, pues su aprendizaje fue principalmente autodidacta y desde pequeña dedicó gran parte de su vida a la lectura gracias a la biblioteca familiar con la que contaba —al igual que Arredondo y Dueñas—. Fue la única hija que sobrevivió entre sus hermanos, y a los 26 años se mudó a la Ciudad de México. En 1966 fue becaria del Centro Mexicano de Escritores, ganó el Premio Xavier Villaurrutia en el 77 con su libro Árboles petrificados, la medalla Bellas Artes en 2015, y este año, poco antes de su muerte, obtuvo el Tercer Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura por su destacada trayectoria cuentística.
Su primer libro de cuentos publicado fue Tiempo destrozado (1959), seguido por Música concreta (1964). En 2009, el FCE publicó sus Cuentos reunidos. Como Dueñas, afirmó que sus historias partían de hechos reales, por lo que, aunque en ellas destacan las características del género, Dávila no tenía en mente lo fantástico al escribirlas. Por lo general, sus personajes femeninos están sometidos a la hegemonía y la violencia masculina, los escenarios son cerrados y los ambientes sórdidos y oscuros, oníricos. En la mayoría de sus relatos, donde la pareja o un suceso terrible —como la muerte o un trastorno vinculado con la locura— suele desatar la trama, la indeterminación impera, tal es el caso del oscuro ente que trastoca el mundo de la protagonista en “El huésped” o las misteriosas criaturas que enloquecen al hombre que narra “Moisés y Gaspar”.
En el terreno de la ciencia ficción, Manú Dornbierer (1936, CDMX) se interesó en narrar lo que sucedería si un personaje se encontrara con su otro yo en realidades o universos paralelos de diferentes temporalidades. Es considerada la primera escritora que obtuvo gran reconocimiento nacional durante la década de los 70, aunque es más reconocida por su labor periodística. La grieta (1978), su primer libro de relatos de ciencia ficción, toma su título del cuento homónimo con el que ganó los juegos florales de Ciudad del Carmen en el 68. En 1996 publicó En otras dimensiones, prologado por Edmundo Valadés, que reúne cuentos en su mayoría fantásticos.
La trama que Dornbierer escribe en su novela Memorias de un delfín (2009) —publicada por la editorial Libros del Sol, financiada por ella misma debido al rechazo editorial, fue reeditada en 2019 por tercera ocasión por Porrúa—, gira en torno a un científico que ayuda a un delfín huérfano a sobrevivir, y luego él mismo se transmuta en uno para poder reunirse con esta especie en su propio hábitat y relatar sus experiencias.
Adela Fernández (1942-2012, CDMX), escritora y dramaturga prolífica en cuya obra destaca la creación fantástica, recibió el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 1986 con su obra La prodigiosa (1980). Sus libros de cuentos más representativos son Duermevelas (1986) y Vago espinazo de la noche (1996). Los temas recurrentes en sus historias son la orfandad, el abandono, la depresión, la muerte, el crimen, la locura, el abuso infantil y la soledad; sus escenarios son opresivos y lúgubres. Sus relatos más trascendentes, ambos publicados en Duermevelas, son “Cordelias”, donde una niña pequeña se duplica al infinito a través de cualquier superficie reflejante, configurando la vida de todos los habitantes de un pequeño pueblo; y “La jaula de tía Enedina”, tétrica historia de dos personajes vulnerables discriminados y rechazados por su propia familia que, al fin, encuentran en ellos mismos y sus despojos lo más parecido al amor y la aceptación que les han sido negados.
Gabriela Rábago Palafox (1950-1995, CDMX) fue una narradora, poeta y normalista. Colaboró en diversos periódicos y revistas como El Cuento. Fue becaria del Centro Mexicano de Escritores en 1979, destacó en la literatura infantil y recibió diversos galardones, entre ellos el Premio Puebla de Ciencia Ficción en 1988 por su cuento “Pandemia”, relato apocalíptico ambientado en una Ciudad de México que vive, como ahora, el miedo hacia un virus mortal —muy similar al VIH— que va menguando a la gente.
Otro de sus cuentos destacados es “Resurrección”, que se desarrolla en una realidad futura donde el ser humano ya habita la luna y el cristianismo ha sido erradicado cual enfermedad. El joven protagonista, que colecciona figuras deshidratadas de imitaciones de santos que recibe por correo postal y que retoman su tamaño natural mediante el agua, realiza un experimento con un líquido que anima cadáveres u objetos durante segundos, mismo que fue inventado por un científico amigo suyo. Mediante la ironía, Rábago realiza una ácida crítica sobre el gozo de la contemplación del padecimiento tan propio del cristianismo —reflejado en sus esculturas de santos y mártires y en el propio Jesús crucificado—. El cuento apareció en Más allá de lo imaginado, primera antología de ciencia ficción mexicana de Federico Schaffler, publicada por el Fondo Editorial Tierra Adentro en 1991; mismo año en el que la novela de Rábago: La muerte alquila un cuarto, obra que reúne las características de lo policíaco y la ciencia ficción, sale a la luz. Un año antes publicó el libro de cuentos La voz de la sangre (1990), donde recrea la figura del vampiro desde distintas voces.
A inicios del siglo XXI surgen las plumas de nuevas generaciones de escritoras cuyas búsquedas y cuestionamientos podrían resultar similares a los ya vistos, mas destacan sus perspectivas originales a través de una sorprendente creatividad.
La primera de estas autoras es Cecilia Eudave (1968, Jalisco), narradora e investigadora que ha recibido diversas becas y distinciones como el Premio Nacional de Novela Corta Juan García Ponce 2007, por su novela Bestiaria vida (2008), reeditada en España por Eolas ediciones en 2019. Microcolapsos, plaquette de minificción (2017), fue traducida hace poco al griego. Su obra se inscribe en lo fantástico y lo extraño, en la “narrativa de lo inusual”3 , como la catedrática Carmen Alemany Bay prefiere llamarla.
En Bestiaria vida, Eudave examina la vida doméstica y los lazos consanguíneos, el papel de los integrantes de una familia en la que cada miembro, de acuerdo con sus características tanto físicas como psicológicas, remite a un determinado perfil animal que conforma una colección de seres peculiares. Lo fantástico, como los humanos diminutos que los integrantes más longevos pueden observar en las alfombras o el monstruo que solo el padre puede ver a través de los espejos, brotan como flores coloridas en medio de la melancolía y el recuerdo de la protagonista.
Karen Chacek (1972, CDMX) es una prolífica escritora especializada en la literatura infantil y juvenil. Ha participado en antologías como El Abismo. Asomos al terror hecho en México (2011), Bella y brutal urbe (2013) y Festín de muertos. Cuentos mexicanos de zombis (2015). Su novela La caída de los pájaros (2014), de corte apocalíptico, retrata a una sociedad marcada por una pérdida descomunal: todos los niños han caído en un sopor profundo. Sin embargo, el gobierno obliga a los adultos a mantener su productividad a costa de la desgracia, y Violeta, la protagonista, guiada por la voz de una pequeña en su cabeza, con la ayuda del Fabricante de Aves empieza a buscar rastros que han dejado los niños para lograr rescatarlos.
Bibiana Camacho (1974, CDMX) es una narradora que ha publicado tanto novela como cuento. Con Tras las huellas de mi olvido (reeditada en 2010), recibió la mención honorífica del Premio Juan Rulfo de primera novela 2007. Su novela Lobo (2017) es la historia de Berenice, quien, por cuestiones profesionales, llega a un pueblo casi abandonado y en amenaza constante por el crimen organizado. Lo sobrenatural inunda el ambiente de suspenso en el que la mujer va descubriendo el día a día de los habitantes sumidos en el miedo. Tu ropa en mi armario (2010) y Jaulas vacías (2019) son libros de cuentos fantásticos, terroríficos y extraños.
Libia Brenda Castro (1974, Puebla), narradora y editora, ha colaborado en diversas publicaciones y antologías nacionales y extranjeras como El hombre en las dos puertas (2002) y Así se acaba el mundo (2012). Editó en 2018 Una realidad más amplia, antología bilingüe de ciencia ficción mexicana que le valió la nominación al Premio Hugo 2019, en la categoría Mejor trabajo relacionado. En su cuento “Burbuja”, habitado por entes holostáticos y holodinámicos —máquinas al servicio de los seres humanos— y vehículos voladores, la vida rutinaria de Andrea comienza a trastocarse cuando su hermana, quien supuestamente había fallecido años atrás, comienza a contactarla a través de sueños angustiantes.
Además, las últimas tres autoras mencionadas participaron en la antología de ciencia ficción escrita por mujeres titulada La imaginación: la loca de la casa (2015).
Daniela Tarazona (1975, CDMX), narradora y ensayista, tiene una gran presencia en el ámbito debido a su primera novela, El animal sobre la piedra (2008); en sus páginas retrata fielmente una mutación que detona con el duelo. Mediante el diario de Irma, el lector se vuelve testigo de la transformación de la protagonista que, tras la muerte de su madre, viaja a una zona costera para buscar alivio. En ese sitio alejado comienza un cambio físico que inicia con la muda de su piel cual reptil, mismo que representa una metamorfosis —o incluso evolución— emocional. Lo maravilloso de lo onírico y lo desconcertante de otra realidad se conjugan en sus palabras.
Martha Riva Palacio (1975, CDMX), reconocida y premiada escritora de literatura infantil y juvenil, ganó con Frecuencia júpiter (editada en 2013), el Premio Gran Angular México 2013. La novela especulativa cuya protagonista, una adolescente en estado de coma, acude al único espacio disponible: sus recuerdos, y solo se puede comunicar con una mariposa negra. En la obra, hay cuatro relatos o “simulacros del fin del mundo” intercalados. La crítica social enfocada en la violencia de género y la dictadura militar chilena se entrelaza en esta historia inscrita en la ciencia ficción.
Iliana Vargas (1978, CDMX), narradora y ensayista, ha publicado cuentos en antologías como Biútiful Frik (2018) y La tienda de los sueños: Un siglo de cuento fantástico mexicano (2016). Entre sus libros de cuentos se encuentran Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma (2012), en él, el lector encuentra narraciones oscuras sobre fantasmas que visitan el plano terrenal, sombras autónomas y alucinaciones, y Habitantes del aire caníbal (2017), conformado por diversos mundos con seres tan extravagantes como sus propios idiomas y vivencias donde la autora experimenta con lo visual y con el lenguaje.
Vargas editó, en la revista Vozed, el dossier Fémina Incógnita, un espacio dedicado a creadoras cuyas exploraciones literarias abordan las diversas categorías de lo fantástico y la ciencia ficción. Próximamente la editorial Eolas publicará su siguiente libro de cuentos fantásticos, Yo no voy a salvarte.
Gabriela Damián Miravete (1979, CDMX), narradora, traductora y periodista, ha publicado cuentos en antologías como Los Viajeros: 25 años de Ciencia Ficción mexicana (2010) y Three messages and a warning. Contemporary Mexican Short Stories of the Fantastic (2011). Ganó, en 2018, el premio internacional de ciencia ficción James Tiptree, Jr. con el cuento “Soñarán en el jardín”, inspirado en la violencia de género que se ha recrudecido en nuestro país en los últimos años: nos presenta a un México futurista en el que esta tragedia no es sino un mal recuerdo, y donde, gracias a un memorial de hologramas, se puede visitar a las víctimas de feminicidios.
Atenea Cruz (1984, Durango), narradora y poeta cuya obra ha sido laureada desde 2002, obtuvo el Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción en 2017 con el cuento “Una mujer solitaria”: la historia de una mujer obsesionada con la mancha negra de un espejo que va creciendo junto con su anhelo por penetrar en ella. Fue publicado junto con otros relatos —no todos fantásticos— en el libro Corazones negros (2019). Sus colaboraciones críticas y ácidas en Letras Libres retratan la decaída burocracia cultural actual en su estado de origen.
Andrea Chapela (1990, CDMX) es una autora de ciencia ficción y fantasía. Ganó el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2018, con su cuento “Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio“, relato de ciencia ficción que trabajó con la beca Jóvenes creadores del Fonca en 2016; misma que le fue otorgada por segunda ocasión, ahora para escribir una novela. En 2019 ganó el Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola, con el libroUn año de servicio a la habitación (2019).
El relato “Ahora lo sientes” se publicará en su próximo libro de cuentos, y se desarrolla en una Ciudad de México futurista, en la que cada habitante está directamente involucrado en cuerpo y mente con la tecnología. Rivera, la protagonista de esta historia, es en apariencia una agente sin escrúpulos que realiza servicios ilícitos para sus importantes clientes: se dedica a manipular mentes, sentimientos e intenciones con la finalidad de alterar procesos judiciales.
Cabe mencionar que Chapela, Vargas, Libia Brenda y Damián fueron seleccionadas para formar parte de la Mexicanx Initiative Anthology y asistir a la Worldcon 76 de 2018, en San José California. A partir de esa experiencia decidieron organizar la primera edición de Mexicona, un encuentro de ciencia ficción y narrativa fantástica en español. Se llevará a cabo de forma virtual durante las últimas semanas de septiembre de este año para crear un espacio de diálogo entre propuestas de Hispanoamérica en torno a obsesiones, preocupaciones y respuestas sobre diversos aspectos actuales a través de la literatura especulativa.
Las obras fantásticas y de ciencia ficción mexicana han tenido un gran apogeo en las últimas décadas debido a la posibilidad de experimentación que permiten. De igual manera, se ha revalorizado a las autoras fundamentales dentro del género —que quedaron en el olvido por estar fuera de la norma— gracias a la reunión y publicación de sus obras, a reediciones y a estudiantes que analizan sus trabajos en la actualidad.
Además, no todas las escritoras mencionadas tuvieron —o han tenido— las mismas oportunidades para publicar o integrarse al ámbito literario, de ahí que algunas sean más reconocidas que otras, lo que no tiene que ver con la calidad de su obra.
Es necesario mencionar que existe una gran tradición europea, anglosajona y latinoamericana escrita por mujeres como Mary Shelley, Charlotte Perkins, Ursula K. Le Guin, Joanna Russ, James Tiptree (pseudónimo de Alice Bradley Sheldon), Margaret Atwood, Juana Manuela Gorriti, María Luisa Bombal, María Elena Llana, Ana María Shua, Silvina Ocampo, Liliana Bodoc o Angélica Gorodischer, y actualmente Samanta Schweblin, Mariana Enriquez, Mónica Ojeda, Liliana Colanzi y Solange Rodríguez Pappe. Ellas son solo algunas de las escritoras más reconocidas en ambos géneros.
Sin importar las etiquetas limitantes, las escritoras mexicanas citadas en este texto han creado universos particulares que retan a la imaginación y que, a través de un uso magistral del lenguaje, desafían lo conocido y la realidad, otorgando nuevas perspectivas y formas de estar en nuestro propio mundo: nos transforman.
- Flora Botton. Los juegos fantásticos. México, UNAM, 1983.
- Cuestión analizada y estudiada desde décadas atrás, como en la tesis de Georgina Sabat de Rivers, El “Sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz. Tradiciones literarias y originalidad (Londres, Tamesis Books, 1977).
- “¿Una nueva modalidad de lo insólito en tiempos posmodernos? La narrativa de lo inusual”, texto publicado en Realidades fracturadas: estéticas de lo insólito en la narrativa en lengua española (1980-2018) (España, Visor Libros, 2019), págs. 307-324.