Tierra Adentro
"Carta Al Hijo", Sergio Ceyca. Textofilia, 2023.
“Carta Al Hijo”, Sergio Ceyca. Textofilia, 2023.

Titulo: Carta Al Hijo

Autor: Sergio Ceyca

Editorial: Textofilia

Lugar y Año: 2023

No hallarás otra tierra ni otro mar.

La ciudad irá siempre en ti. Volverás

a las mismas calles. Y en los mismos

suburbios llegarás a tu vejez.

Constantino Cavafis

La Ciudad

Todo viajero corre peligro de toparse con su ciudad en cualquier otra geografía. Las huellas que nuestro lugar de origen imprime en aquellos destinos que visitamos, se traducen en una imposibilidad de desprendimiento. Se repiten copiosamente las calles, el viento, los sonidos y el río que, a pesar de Heráclito, siempre es el mismo. Son muy pocos los visitantes que logran olvidar su pueblo y, así, evitar sentirse como en casa tras percibir el aroma de un café lejano o el sabor de la cerveza de otro país. Lo mismo pasa con las historias, estas también se multiplican. Las ciudades las ocultan y fluyen como corrientes subterráneas bajo sus caminos. Los recuerdos habitan sigilosamente los rincones exigiendo ser descubiertos. Sin embargo, los viajeros que se dan a la tarea de narrar estas historias, se plantan ante el riesgo de proferir insultos, ya que, depende del escucha, un elogio también es una afrenta. Al referirnos a otra ciudad, a sus creencias y costumbres, en ocasiones se debe hablar casi entre dientes. Bajo la máxima de que “más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena”, se obliga al visitante a nombrar las cosas en voz baja, pues nunca sabes quién podría estar escuchando

La novela Carta al hijo (2023), del sinaloense Sergio Ceyca (1990), sigue el viaje que Mara emprende con la finalidad de escribir un relato que, en esta misma tesitura, desafía no solo a una ciudad o a un país, sino a la concepción de Hermann Kafka como el padre posiblemente más despreciado de la literatura universal. La experiodista de 24 años llega a Praga con el deseo de responder a la duda: “¿Por qué para todo el mundo Hermann Kafka sigue vivo como el hombre que describe Franz en la Carta al padre, y no se habla de su muerte?”. Su estadía y su búsqueda de respuestas son acompañadas, en un principio, por Holič y sus amigos, un grupo de jóvenes anarquistas miembros de la banda de punk kafkesque: Gregor Samsa is not dead. El objetivo de Mara por encontrar los rezagos de una figura paterna (evocando a Pedro Páramo) la conduce a presenciar los misterios que apenas se asoman en la “nueva” ciudad. En cada línea de este libro navegan entre murmullos voces soterradas, ocultas, como quien se avergüenza de su pasado e intenta escapar de las miradas inquisitivas. Qué horrores y misterios esconde la ciudad de los Kafka, esa es la cuestión.

En Praga, un grupo de fervientes devotos de Franz Kafka moldea su vida en torno a la figura y la obra del escritor. Los Chacales anidan en un parque de diversiones abandonado, transformado ahora en un santuario que lleva por nombre “El Pueblo de los Ratones”, en honor a uno de los cuentos más inquietantes del autor. Este lugar, laberíntico y enigmático, fue diseñado bajo los preceptos de la llamada “arquitectura kafkiana”, un concepto que parece emular la esencia de los textos del escritor: perder, confundir y sumir a quienes lo recorren en un estado de extrañeza. El recinto es un rompecabezas de espacios insólitos. En sus entrañas, entre pasillos retorcidos, se encuentran atracciones mecánicas y escenarios que parecen fragmentos arrancados de la imaginación de Kafka: un imponente insecto metálico recostado en una cama; un hombre sentado sobre paja, que revive el relato “Un artista del hambre”; los pasillos de los tribunales de El Proceso y el despacho del abogado Bucéfalo. Dentro de este santuario, un grupo de fieles ha dedicado años a preservar la figura de Franz Kafka en un pedestal intocable, a cualquier precio. Son un séquito receloso y combativo, cuya devoción se materializa en acaloradas discusiones sobre su obra en los tribunales que ya todos conocemos.

Los Chacales nos recuerdan que el fanatismo deviene en locura. La vida del fanático es monotemática y vive bajo la amenaza de que su verdad, única e inmutable, sea ofendida. Las aficiones no se trastocan, o al menos no sin antes dar pelea. Así pues, cuando el culto está dirigido a la literatura, sus autores o algunos personajes, los sectarios suelen adoptar la vida aprehendida en la ficción. Y al igual que algún caballero andante que lucha contra molinos de viento, existen adoradores como los Chacales que nos recuerdan que la ortodoxia, al toparse con su antagonismo, alienta la violencia. Su vida responde a una lógica reaccionaria. En este sentido, no es posible contradecir la noción canónica de la paternidad tiránica de Hermann Kafka sin caer en la confrontación. Con los Chacales no hay espacio para la redención, ni siquiera después de la muerte. Es por eso que en Praga, hablar de una figura tan importante como Franz Kafka puede ser peligroso. 

Por su parte, el otro grupo de fanáticos, en apariencia menos radical, oculta un secreto que amenaza con resquebrajar la imagen de Hermann como el villano inapelable que su hijo describió en la carta. Las noches de fiesta y las conversaciones entre Mara y sus nuevos amigos están teñidas de silencios calculados y verdades a medias, como si para Holič y los Gregor Samsa hablar demasiado fuese un riesgo. La narración avanza con cautela, desentrañando los pliegues de esta historia a medida que la tensión se acumula, hasta que, finalmente, cede al misterio. En su travesía por Praga, Mara no solo se deslumbra con la belleza de la ciudad (la imponente Catedral de San Vito, el Reloj Astronómico y el Puente de San Carlos), sino que también comienza a percibir sus sombras. Pronto comprende que la violencia tiene un rostro familiar. En Praga, como en su hogar, los muertos descansan bajo los edificios y los asesinatos de escritores disidentes tampoco les son ajenas. En este espacio extraño pero íntimo, Mara entiende que el pasado no se deja atrás tan fácilmente y que incluso la penumbra de una ciudad nueva puede resultar irresistible y envolvente. A fin de cuentas, es posible que las aguas del Moldava logren reflejar la ribera del río Tamazula. 

Por otra parte, junto al relato que seguimos a través de Mara, emerge una segunda narrativa: misma ciudad, diferente tiempo. Es 1924. En este momento, Franz Kafka es muchas cosas: “una pila de libros que nadie lee”, una mirada indescifrable, un cuerpo que cuatro hombres hacen descender a la tierra dentro de un ataúd. ¿Cómo sobrevive un padre ausente a la muerte de un hijo? Especialmente cuando ese hijo, un joven frágil y contestón, dejó tras de sí una carta cargada de reproches. ¿Y si Franz no era más que una persona muy delicada que buscó un antagonista? ¿Y si Hermann solo fue un padre primerizo, inexperto, que hizo lo mejor que pudo? La literatura, a diferencia de la muerte, permite segundas oportunidades, y en esta historia Hermann encuentra la suya. Este relato revela la otra cara de la moneda: un padre vilipendiado que intenta reconciliarse con la memoria de su hijo. Para Hermann, la ausencia de Franz no termina con su muerte. Los muertos se convierten en búsquedas, en preguntas sin respuestas sencillas. Con pasos titubeantes y cargado de dudas, el hombre intenta recuperar fragmentos de su hijo, mientras lucha por proteger el legado de su obra. La vejez y la enfermedad le confieren una dignidad inesperada: la de un padre que, incluso en su ocaso, sigue buscando consuelo.

En esta novela Sergio Ceyca, en un gesto literario que no busca comodidades, convierte el manejo del misterio en su mayor acierto. El misterio transforma a quien lo contempla. Y es quizá en esa insistencia de que no se puede escapar del río que nos atraviesa, del nombre que llevamos, donde radica su mayor fuerza. Mara es testimonio de que los roles no son fijos. En nuestro andar por el mundo las sombras no solamente nos siguen, a veces nos anteceden. Y si se presenta el momento indicado, logran tomar un protagonismo que posiblemente siempre les perteneció. Carta al hijo nos enfrenta con destinos que son inexorables. Con una narrativa compleja y desconcertante, esta historia se atreve a preguntarnos qué certezas propias estamos dispuestos a sacrificar para ir detrás de nuevos hallazgos.