Hablar en silencios
Pocos saben con exactitud cuál es el diminuto objeto que está debajo de tantas capas de papel. Sara Bichão (Lisboa, 1986), artista visual portuguesa, se encargó de poner papel sobre papel para esconderlo. Quien conoce su obra, quien la conoce a ella, piensa que tiene una inclinación a conservar lo bello, a contener su misterio para resguardarlo. Esa pieza, pequeña y redonda, fue la que le regresó a Omar Barquet (Chetumal, 1979), artista plástico mexicano, como respuesta a la invitación que le hizo. Fue una invitación que llegó en forma de madera bicolor; un pedacito pintado que planteaba un punto de encuentro.
Así como el dibujo traza líneas que se encuentran, se separan y bailan en distintas direcciones para dar paso a formas que, a la vez que expresan y guardan sentido, Omar Barquet y Sara Bichão establecieron un diálogo cuyo principal lenguaje fue la pintura.
Según Christián Barragán, curador de }{ {}, la galería Diagrama es un espacio dedicado exclusivamente a la pintura que reunió a ambos artistas con el propósito de pensar y relacionar el ejercicio pictórico con la escultura, el dibujo, el performance y la obra in situ. Lo importante era no crear una exposición sino un estudio, lo cual representa un cambio significativo: «Hay una tendencia a pensar que el objeto que se encuentra en una exhibición es un objeto concluido, sin embargo cuando lo ves en el estudio del artista piensas que es algo en proceso, que es incierto y no está aún tan determinado”.
En la siguiente entrevista, Sara y Omar hablan acerca del arte como forma de entendimiento más allá de soportes como el lienzo y la lengua.
}{ {} fue una colaboración que se planteó reflexionar en torno a la pintura como «creación en diálogo con otras figuras de pensamiento». ¿Cuáles son esas otras figuras de pensamiento que incluyeron?
Omar Barquet: Principalmente son dos cosas. Primero, la interdisciplina y la idea de pintura expandida, donde ésta no se piensa como una práctica de oficio sino como una experiencia más viva en la que cualquier material puede integrar una reflexión sobre la pintura o el espacio. La otra idea tiene que ver con la escultura, el espacio, el sonido o la tonalidad que fluctúa entre lo que hicimos. También tiene que ver con una aproximación poética que no es tan evidente: con no abordar la pintura como una forma meramente plástica.
La Diagrama ya ha montado antes exposiciones que giran en torno a este concepto de superficie y pintura como acto y experiencia artística más que como producto terminado (Superficie en tensión, 2014). En cuanto a la idea de superficie como límite, ¿por qué es necesario expandir el acto pictórico más allá del lienzo?
Sara Bichão: No está relacionado con una necesidad porque es una práctica libre. La pintura se relaciona muy poco con el lienzo: tiene que ver con el color, las formas, las luces, las superficies. Es una práctica libre en la que nos dejamos llevar por los colores, por el enfoque de las luces y, a partir de eso, hacemos construcciones y propuestas en el espacio. No se trata sólo del óleo como única forma de pintura.
OB: También por eso en esta colaboración se dio mucha sinceridad. Porque, realmente, nunca fue una pregunta. No viene de una necesidad sino de un proceso natural. Sara, por su forma de trabajar, siempre ha expandido su trabajo de la pintura a un montón de medios y a otros materiales. Otra cosa importante es el proceso mismo como pensamiento pictórico, independientemente del resultado pictórico. En mi caso surge tal idea. Desde ahí hubo empatía: justo en un lugar indefinido coincidimos. Fue muy natural para nosotros aproximarnos en esa convergencia.
Ambos tienen estilos distintos. Pienso que el trabajo de Sara es más sutil, delicado, orientado hacia la búsqueda del interior: las texturas, los colores, los materiales, el manejo de los espacios son disposiciones que parecen orientarse al recuerdo y a la nostalgia. Por otro lado, las piezas de Omar están llenas de sonoridad, ritmos y repeticiones, encuentro una preocupación más explícita por el espacio y los silencios. ¿Cómo formaron un punto de encuentro?
SB: Con confianza, humildad y respeto mutuo. Entramos sabiendo que existiría una pieza de ambos y no piezas individuales.
OB: En un punto fue cansado. Fue como conocernos al hacer algo juntos, en el proceso mismo. Nos divertíamos, nos cansábamos, todo dependía del día. Pero de todas formas fue un proceso muy generoso.
SB: Sí, nos conocimos más aquí que en otro lugar.
OB: Porque cuando estamos trabajando, la discusión se da a través de los objetos, del espacio, las soluciones y los materiales.
SB: Lo cual fue muy bueno porque el español y el portugués son, al mismo tiempo, parecidos pero muy distintos. Por eso a veces es preferible no hablar sino mostrar y proponer una situación. Es una interacción no hablada.
OB: De alguna manera, no nos conocíamos del todo pero nos sentimos mucho el uno al otro. Y entonces la vi claramente: cuando estaba cansada por cosas, cuando estaba abrumada por decisiones que se toman durante el trabajo, así estaba yo. Nos enamoramos de cosas que pasaban en un momento específico, que cambiaban y se rompían al otro. Era como tratar de mantener visibles las cosas que más amamos y sentimos.
Cuando nos conocimos nos vimos sólo una hora. Yo llegue como cualquier asistente y ella tomaba fotos de su exposición. Fue algo interesante porque vi la forma en la que se acercaba, sentía y traducía la experiencia de crear, más que el resultado. Le hablé y me di cuenta que, de cierta forma, nos entendíamos. Yo entendía la forma en que trabajaba. Después de eso seguimos en contacto, entonces cuando planeó su visita a Texas me dijo que también sería posible visitar México y quedarse un tiempo para hacer esta colaboración.
Traducir es, de cierta manera, mudar el sentido de un lugar a otro. Sin embargo, en esa mudanza, muchos elementos del primer producto pueden quedarse rezagados. ¿Cómo funciona el ejercicio de traducción en campos donde la traslación no se da de una lengua a otra sino de un lenguaje a otro? De la literatura a la danza, o del lenguaje pictórico al musical.
SB: Creo que nosotros trabajamos con las disciplinas de forma muy abierta. Más bien, la traducción de la cultura portuguesa a la mexicana fue el principal reto. Las cosas no mueren en el proceso, sólo se aglomeran. Yo tengo una fascinación con la cultura mexicana y, en combinación con mi idioma, hace una mezcla muy bella. La traducción queda en un primer plano pero la construcción y la aglomeración están en el segundo. Esas son las únicas dos imágenes con las estamos lidiando. La cultura. Y no elimina nada, sólo hace que las cosas se aglomeren.
OB: Como ella dice, nuestra práctica es muy abierta. Es un proceso más íntimo como creadores. Pero no tenía que ver con una traducción, sino con la comunicación. Lo que era posible comunicar era fácil. Nunca tratamos de traducir nuestro trabajo en otra cosa. Es un ejercicio abierto cuyos resultados también lo son. Era más un diálogo con las herramientas con las que podíamos dialogar. Incluso con las dificultades de hablar distintos idiomas, siempre encontramos formas de entendernos el uno al otro. Y cuando las discusiones se daban eran de una forma muy distinta. Si yo hacía algo y ella lo movía, lo traducía y lo transformaba. Era así. Como hacer un poema con ciencia.
Cada quien tiene una forma distinta de hablar pero está conectada por la posibilidad de alcanzarnos el uno al otro a través de las decisiones y no de la discusión conceptual. Para mí eso fue lo más bonito. Porque la discusión conceptual estaba arreglada desde el momento que aceptamos estos espíritus compartidos.