Tierra Adentro

El espíritu romántico, dice la definición somera, es vincular lo terreno con lo celeste, lo profano con lo divino. Para algunos pensadores, la dificultad de entender nuestro tiempo viene de nuestra dificultad de entender lo romántico. A la literatura romántica siempre la acompañó un discurso filosófico que buscaba restablecer un orden (político, social, económico) que se reconocía perdido. Lo romántico, además de ser un concepto y una estética, es también un gesto, una sensibilidad, un zeitgeist.

Hace unas semanas, me vino en gana leer las tres novelas que conforman Los sonámbulos de Hermann Broch, sobre todo porque se trata de obras que giran en torno a un personaje y a un concepto. En otra ocasión quizá hablaré de las otras dos novelas: Esch o la anarquía y Huguenau o el realismo; por lo pronto, me conformaré con hablar de una sola frase de la primera de las tres, Pasenow o el romanticismo. En ella, Joachim von Pasenow, el protagonista, se refiere a su amigo Bertrand y a su amante Ruzena como «estos dos civiles», con una intención despectiva.

Joaquim von Pasenow encarna el ímpetu de buscar vivir lo absoluto. A una naturaleza como la suya le es incómodo aceptar la realidad tal y como se le ofrece: entró en el ejército porque era una cuestión de honor, y el honor, justamente implica el apego a un absoluto. Al principio de la novela, su hermano muere en un duelo, argumenta el padre, para «defender el honor, lo más importante. Algo que ya nadie entiende». Para alguien como Pasenow parece no haber nada más romántico —luego del amor por Dios— que el amor por esa abstracción llamada Estado. De allí viene su desprecio por su propio amigo Bertrand, militar, como él, que ha hecho a un lado el servicio de la milicia para dedicarse a una industria textil. El sentimiento reaccionario de Pasenow es despreciar a un militar que ha renegado de su lealtad para dedicarse a la inferior vida de civil; es decir, para Pasenow Bertrand representa a una sociedad que considera todo orden un mero convencionalismo. A Bertrand bien le podrían haber preguntado: «¿Morirías por tu patria? ¿Morirías por el honor, por amor?» Y como un hombre de su siglo, respondería un inequívoco y risueño «No». Él es incapaz de amar algo más que a sí mismo y por eso Pasenow lo desprecia.

Lo esencial de un espíritu religioso es sentirse por debajo de aquello a lo que aspira. Lo esencial del carácter romántico es que todo se debe tomar a pecho. No es sólo el suicidio de un Werther, también es el viaje de un René y la decepción de un Julien Sorel. Pero también es la nostalgia por un mito, una doctrina, una disciplina. Por un lado, Joaquim von Pasenow sabe que la amistad de Bertrand será una prueba que deberá superar. Una prueba enviada por Dios, pues se rehúsa a pensar que él tiene entera libertad de elegir a su pareja. Ruzena, esa muchacha bohemia que hablaba alemán con un acento checo, representa para él la tentación, la mujer lúbrica, el descenso a los infiernos. Allí es donde aparece la figura de la otra mujer, Elizabeth, la heredera de una familia noble, tan asexual como blanca de piel. Este contraste va más allá: Ruzena es la realidad; Elizabeth es la transcendencia. Ruzena es la ciudad, Elizabeth el campo; una la ciudad con esa gente vestida de civil o en paños ajustados; la otra era la causa misma por la que lucharía el ejército: es la hija de la aristocracia, el orden, la decencia.

Joachim von Pasenow, cuando su amada Ruzena desaparece, está más preocupado por cómo afectará a su reputación que se sepa su romance con una mujer disipada, que el estado de salud de su mujer amada. Hermann Broch lleva al límite la relación entre un romántico que se siente pecador y la mujer que es la causa del sentimiento de culpa: Ruzena, luego de huir a un prostíbulo, se niega a hablar de nuevo con Joaquim, quien la ha despreciado. Ella lo escupe, y «su aliento olía a trasnochado y a podrido». Ruzena «olía a malas noches».

Decir «esos dos civiles» es como decir «esos dos del pueblo llano», «esos dos no elegidos», «esos dos no singulares». Que el personaje principal, el romántico, sea un militar es de un significado esencial para la novela de Broch. Los uniformes están llenos de marcas que vinculan a un grupo, a un código, a una institución. Los uniformes portan insignias, objetos simbólicos que remiten a un mito del Estado, a una legitimación del poder, a un relato que busca integrar orgánicamente a un grupo de personas. Pasenow no puede vivir sin eso. Para una naturaleza que busca un absoluto, Dios no es una pasión que simplemente desaparece; puede ser que Dios haya muerto, pero, ¿no es una necesidad que queda vacante? Que Dios muera no quiere decir que también muera la necesidad de creer: una fe en el prójimo, una creencia en el progreso, una pasión por las cosas de este mundo, un uniforme que nos vincule a algo más grande que nosotros. ¿Por qué Hermann Broch hace que su protagonista llame «estos dos civiles» a su mejor amigo y a la mujer de la que está enamorado? ¿Qué es un uniforme? Es decidir no elegir nuestra ropa; es no tolerar la libertad: ser romántico es no poder soportar la ausencia de un orden superior a nosotros; es no tolerar a esos que se conforman con esto que llamamos mundo.