Erotismo o la angustia de la individualidad
Este año se celebra el aniversario número 60 de la muerte de Georges Bataille, escritor y pensador francés. Para conmemorarlo, quiero hablar acerca de una idea suya que, no solo me parece interesantísima, sino que (en mi opinión) es muy importante para entendernos como especie: la angustia de la individualidad y su relación con el erotismo de los cuerpos.
La obra de Bataille es abundante y diversa, es tierra fértil en la cual confluyen reflexiones en torno a lo místico, la religión y, sobre todo, su relación con el erotismo (resumiéndolo muy groseramente). Bataille no fue únicamente un filósofo —aunque le molestaba que lo clasificaran como tal—, sino un antropólogo cuya fascinación por la espiritualidad, lo sagrado, la transgresión y las manifestaciones eróticas marcó profundamente su trabajo. Es importante destacar, para los que no conozcan su obra, que esta no gira en torno a la “religiosidad” moral o los dogmas. A Bataille le interesaba, sobre todo, la experiencia interior.
Me gustaría comenzar este escrito con una pregunta que suena tonta: ¿alguna vez se han sentido solos? Obvio. Todos, ¿no? Quién no se ha sentido aislado o incomprendido en algún momento de su vida. A quién no le ha dolido la soledad de su propia percepción del mundo y de ciertas experiencias o sentimientos que son difíciles de expresar y compartir. Tantas sensaciones, tantos matices. A veces las palabras —sobre todo si son referenciales— son demasiado generales, no dicen lo suficiente, se sienten groseras, grotescas, como si fueran dedos gigantescos intentando agarrar el tallo de una flor minúscula o meter un hilo en el ojo de la aguja más pequeña del mundo. Hacer que los demás nos entiendan por completo es casi imposible. Supongo que por eso existe la poesía… o el erotismo, como pensaba Bataille.
Para explicar esto, hay que comenzar señalando que, En Teoría de la religión (1973), el autor francés plantea una fenomenología de la existencia animal y de lo que llama continuidad. Para Bataille, los animales son seres continuos, su existencia es “ininterrumpida” y viven en un estado de inmanencia e inmediatez porque no tienen consciencia absoluta de su entorno ni de los objetos o de la relación entre estos como entes separados. No pueden mirarse a sí mismos como sujetos observables, y en su perspectiva reina una especie de niebla en la cual no hay categorías diferenciadas o interpretación, su existencia es como un flujo en el que se entremezclan ellos mismos y su hábitat. Para describir este existir sin distinción, abstracción o significado —desde un punto de vista racional—, Bataille dice que “todo animal está en el mundo como el agua dentro del agua”.
El humano no es así, pues —aunque poseemos cierta animalidad— percibimos “racionalmente”. En El erotismo (1957), Bataille menciona que somos seres discontinuos, cerrados porque interpretamos lo que nos rodea y acontece, porque damos significado. Nos diferenciamos a nosotros mismos del entorno y “cada ser es distinto de todos los demás. Su nacimiento, muerte y los acontecimientos de su vida pueden tener para los demás algún interés, pero sólo él está interesado directamente en todo eso. Sólo él nace, sólo él muere”. El filósofo francés se refiere a nuestra condición de individuos, que está dada porque únicamente nosotros estamos involucrados con nuestra propia experiencia interior. Percibimos y entendemos desde nuestra individualidad y de forma única. Y por más cerca que puedan estar dos personas, existe un principio de alteridad insuperable. Soy yo misma al no ser tú, por expresarlo burdamente. Nacemos solos, morimos solos.
Según Bataille, hay un abismo profundo entre un ser y otro. Somo profundamente sociales, pero no existe la unión perfecta y absoluta entre dos personas, ni a nivel espiritual ni físicamente. Aunque se pueda estar cerca, no podemos transmitir nuestra experiencia interior tal cual es, intacta. Nos traducimos constantemente a los demás, es inescapable. Esto se traslada al plano físico: literalmente estamos separados, no podemos fusionarnos con alguien más, cada quien tiene su cuerpo. Aunque a veces quisiéramos que fuera diferente, es una imposibilidad absoluta, como la muerte o el tiempo.
Bataille señala que, como seres discontinuos, buscamos constantemente una manera de superar este angustiante abismo ontológico. Aquí es donde entra el erotismo y su relación con la muerte (aunque ese es tema para otro texto). El escritor francés afirmaba que todo erotismo tiene como propósito desintegrar el sistema cerrado de cada participante, superar la individualidad, acortar el abismo. Sin embargo, esto, por supuesto, implica una “disolución de las formas constituidas”, una destrucción simbólica y física de lo que nos hace “uno” (de aquí proviene la fascinación fundamental del erotismo por la muerte), la relación entre Eros y Tánatos. Lo erótico, entonces, implica cierto grado de violencia sobre el cuerpo, el traspaso de los límites del pudor y del espacio privado, la “muerte” del individuo y su singularidad.
El autor habla de la reproducción sexual para ejemplificar esta separación primigenia y su única solución permanente: el óvulo y el espermatozoide son dos entidades individuales fundamentalmente distintas, pero al formar el cigoto experimentan un estado transitorio y fugaz de unidad y simbiosis. Ambos gametos enfrentan la disolución de su ser individual, de su discontinuidad y “mueren” para formar otro ser que a su vez es discontinuo y así sucesivamente. Solo a través de la muerte se puede sobrepasar la distancia de la discontinuidad.
El erotismo, como forma parcial de acortar el abismo, implica una transgresión del cuerpo. Está implícito en el acto mismo y en las múltiples expresiones de la sexualidad. Cuando nos manifestamos eróticamente, superamos de cierta forma la individualidad, simbólica y físicamente. Derrumbamos las barreras mentales, las restricciones sociales establecidas, el respeto a lo privado. Rompemos las barreras físicas, traspasamos las fronteras de nuestro cuerpo. Se deja entrar al otro, se penetra, se transgrede, se une lo que está separado: manos, piel, labios, genitales, miradas, fluidos, a veces pensamientos. Como consecuencia de dicha transgresión se disipan los confines y ya no somos individuos. Aunque solo por un momento, a través de la aniquilación del individuo —cuya culminación es el orgasmo— se disipan los límites. Es por esto que nos resulta tan instintivo el contacto erótico o sexual, porque tenemos un hambre perpetuamente insatisfecha, un deseo inconsciente e imposible de destruir las formas que nos contienen y delimitan.
Suena medio dramático, pero creo que todos hemos sentido, de una u otra forma, la angustia de la individualidad, emocional, mental, espiritual o físicamente. A mí me parece muy esclarecedora la postura de Bataille (claro que desde un punto de vista crítico porque existen muchas cosas debatibles en su concepción de erotismo). Esta cuestión de la angustia individual es trágica, pero intentar entenderla me resulta reconfortante. Yo, como Bataille, también pienso que existen abismos insalvables: no sentimos exactamente lo mismo, no vemos los mismos colores, las palabras no significan lo mismo para todos, cuando transmitimos nuestra experiencia y percepción a otros, mucho de ellas se pierde en la traducción, comunicar matices emocionales es dificilísimo, estamos separados de los otros y de lo que nos rodea, hay cosas que no se pueden compartir, y lo subjetivo llega a ser asfixiante. Realmente estamos solos, dentro de nosotros mismos y nuestra percepción, encapsuladitos.
Pero qué precioso, ¿no? Que se pueda ser con otros, acortar la distancia, diluir los límites, comunicar sin hablar, abrir[nos], sentir el placer de la continuidad y resquebrajar lo que nos contiene, aunque sea unos minutos, aunque sea un instante. Qué preciosas las infinitas posibilidades que ofrece el erotismo de nuestros cuerpos.
Nadie dudaría de la importancia del erotismo. Está claro que es un tema y obsesión universales y que seguirá siéndolo —ya sea para alabarlo o censurarlo—. Definitivamente da muchísimo de que hablar y, a pesar de ser tan inherente a nuestra visión del mundo, continúa misterioso e ininteligible, a veces impenetrable. Yo creo que Bataille fue un genio por haber sabido nombrar y teorizar alrededor de algo tan difícil de aprehender como lo es el erotismo, uno de nuestros lados más oscuros y primigenios.