Un lugar en el mundo. Entrevista con Imanol Caneyada
Nacido en San Sebastián, España, en 1968, Imanol Caneyada llegó muy jove a nuestro país huyendo del ambiente de terror generado por ETA, y eligió Hermosillo como lugar de residencia. En la capital sonorense ha sido periodista, editor y tallerista; es ahí donde silenciosa y tenzamente construye una obra narrativa cuya principal influencia proviene de la novela negra.
Antes de iniciar la entrevista Imanol y yo hablamos de su reciente viaje a España. Me contó la impresión que tuvo al llegar a su país de origen después de un tiempo sin haber pisado su suelo, sobre todo en contraste con Inglaterra, donde estuvo unos días antes. Se refirió al movimiento de los indignados como algo utópico, con fuerte impacto en el extranjero más no en su propio país, sobre las últimas elecciones españolas y de la ideología del partido gobernante; además hizo un breve esbozo histórico de los últimos presidentes que han llegado al poder.
Josué Barrera: ¿Qué buscabas cuando saliste de España?
Imanol Caneyada: Yo salgo muy joven con la idea de ser escritor e influido por la Generación perdida, estos autores que de alguna manera viajaban por todo el mundo y que hacían de su existencia una forma de literatura. Por otro lado tenía una visión muy aventurera: yo quería conocer el mundo, diferentes países, diferentes culturas. Me asfixiaba estar en una ciudad pequeña: San Sebastián. Además en la época cuando salgo —finales de la década de los años ochenta—, fue un tiempo donde la ciudad estaba atrapada en la dinámica del terrorismo.
JB: ¿Qué habías leído en España de literatura mexicana?
IC: Octavio Paz y Carlos Fuentes eran mis referencias de escritores mexicanos. Ya en México empecé a conocer más a fondo su literatura y a entender un poco de dónde viene y hacia dónde va. Estos dos autores, de alguna manera, sobre todo Fuentes con La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz e incluso La cabeza de la Hidra, me ayudaron a conocer a priori la realidad mexicana. Me dio ciertos códigos para entender aspectos de la cultura. Aunque ahora es un autor del cual prescindo totalmente.
JB: Tienes una larga trayectoria como periodista, ¿de qué manera influye el periodismo en tu obra de ficción?
IC: Muchísimo. Para mí son inseparables, desde el estilo, el fraseo, el ritmo, los temas, que tienen que ver mucho con la urgencia y claridad del periodismo. Este último te permite estar dentro de la realidad de una manera múltiple porque estás comiendo con unos diputados y al día siguiente estás en el barrio más miserable de la ciudad. Eso te marca. Me concibo como un escritor encerrado en la biblioteca o en la torre de marfil haciendo literatura desde la literatura, principalmente por esa vocación periodística y que, por cierto, no he dejado.
JB: Los libros que has publicado recientemente han sido premiados en concursos de literatura. ¿Por qué preferir los concursos y no buscar editoriales comerciales?
IC: No fue una preferencia sino que así se dio. De hecho ahora se han abierto algunas puertas en editoriales comerciales. Los concursos son una circunstancia de estar en provincia, lo cual te aísla. Independientemente de que tu obra supere los dictámenes o que cumpla con el perfil de una casa editorial comercial, definitivamente estar en provincia te condiciona para acceder a esas formas de publicar. Los premios son una fuente inmediata para la publicación. Creo que todavía para muchos editores de grandes casas editoriales la cuestión geográfica pesa. Todavía los autores que no estamos en la ciudad de México batallamos mucho más para que se abran las puertas. Hay escritores que lo están logrando, están marcando el sendero. Pero todavía no hay una descentralización de la literatura desde la perspectiva del lado comercial. Quizás haya una descentralización desde lo gubernamental, pero en el aspecto comercial no sucede así.
JB: Tardarás un rato en morir es tu libro que ha recibido más comentarios, también el más leído…
IC: Tardarás un rato en morir es una novela de género negro en donde trato de abordar uno de mis temas recurrentes que es la política; pero el aspecto más corrupto, más agusanado de la política mexicana. Por otro lado está el tema del exilio. Porque aunque ya estoy integrado a la cultura mexicana, no dejo de ser un extranjero. Desde joven lo he sido. La escribí a partir de estas dos obsesiones. Es una novela que transita de México a Canadá y de Canadá a México, en donde uno de los personajes es un ex gobernador que tiene que salir huyendo porque se le vincula con el crimen organizado y llega al país del norte. Decidí abordar el tema del exilio, la soledad, la angustia, el hecho de que un exiliado siempre tiene un punto de no identificación en la cultura a la que llega. Eso provoca una forma de sentir. Sin olvidar el deseo de contar una historia lo mejor posible, que atrape al lector.
JB: Háblanos un poco también sobre el libro La nariz roja de Stalin, que ganó el Concurso Nacional de Cuento Efrén Hernández.
IC: Yo escribo pensando en unidades. Cuando empiezo a escribir cuentos, pienso en un libro de cuentos que los contenga. En el camino se va ajustando y cambiando. Creo que en este libro hay una unidad temática: los protagonistas de cada cuento son individuos que están muy solos, muy desesperados y que no encuentran su lugar en el mundo. Es una constante en todos los textos. La derrota es otro punto que también los une.
JB: Además eres un excelente tallerista. Por qué no nos hablas sobre los cursos que impartiste con reclusos.
IC: Impartí un taller de literatura en el Cereso II de Hermosillo. También he participado en actividades como pláticas y charlas en el correccional de menores para hombres y mujeres. Del taller en sí, lo que puedo decir es que entras con una idea y sales transformado. Pienso que lo más trascendente de la experiencia de encerrarte dos veces por semana con un grupo de reos, entre los que encuentras asesinos, secuestradores, asaltantes, es la humanización del interno. Hasta que no estás ahí dentro, la visión que tienes del preso es a partir de su delito. En general todos preferimos pensar que si están entre rejas es porque lo merecen y no queremos ver más allá; hacerlo implicaría reconocer una realidad que existe intramuros y que por su naturaleza no podemos tolerar. Cuando uno de los internos se te acerca para que, por favor, saques a escondidas una carta dirigida a su hijo de cinco años que está en otra ciudad, una carta en la que le expresa el amor que le tiene y el arrepentimiento por sus actos, se te empiezan a caer los estereotipos. Cuando convives con ellos y participas en un partido de futbol entre los integrantes del taller de teatro contra los integrantes del de literatura, y formas parte del equipo, y les cubres y te cubren las espaldas deportivamente hablando, y te abrazan y abrazas por el gol anotado, entiendes que cualquiera de las personas que están en la libre en ese momento, podrían hallarse en ese patio, en esa celda, con todas las contradicciones propias de la condición humana. Entonces, los victimarios se convierten en víctimas de un sistema corrupto, en el que los mínimos derechos humanos son pisoteados cada minuto; el interno es carne de cañón y los negocios que hacen a su costa enriquecen de manera inimaginable a los carceleros, en quienes hemos depositado la confianza para que mantengan encerrados a quienes supuestamente han atentado contra el orden social. Imagino que es un proceso de empatía que te cambia en muchos sentidos.
JB: En México encontraste lo que buscabas al salir de España?
IC: La verdad es que sí. Al llegar a España me siento como un visitante y al regresar a México siento que estoy regresando a mi hogar. Cuando experimentas eso, es que has encontrado un lugar en el mundo. El reconocer las texturas, los sabores, los sonidos de México cuando llego a él, los de Sonora específicamente, como míos, es un sentimiento que desde hace mucho me acompaña y que lo he puesto a prueba en muchas ocasiones. He regresado a España y pienso: ¿qué se te mueve cuando regresas? Entonces empiezo a añorar la alimentación de México, hasta los colores, los olores, incluso el caos y las desgracias que vivimos porque no estamos en una situación idílica. Soy una persona muy consciente y crítica de la realidad mexicana, y siento que soy parte de eso y que trato de aportar algo para ser mejores. No ser mejores como… sino en nuestra ruta. En ese sentido he sido un defensor de que México encuentre un camino propio para mejorar muchas cosas. Pecamos mucho de voltear a ver a los vecinos del norte o hacia Europa buscando modelos que son ajenos y que no nos pertenecen y que tampoco garantizan la felicidad ni el desarrollo de una sociedad. Creo que debemos encontrar ese camino y me entusiasma mucho participar en esa búsqueda… además, soy más mexicano que los mexicanos porque yo decidí ser mexicano y no como ustedes.
*Entrevista publicada el 2 de septiembre del 2013