Enrabiadas de ternura: ¿un parteaguas?
Otro año más de salir a las calles y demostrar nuestrx orgullo. Este año se conmemora poco más de medio siglo desde que Marsha P. Johnson, Sylvia Rivera y otres levantaran la primera piedra aquella noche en que una redada policiaca violentó un lugar de ambiente en Nueva York. Hoy a este acto de resistencia lo conocemos como el levantamiento de Stonewall, sucedido el 28 de junio de 1969. A nadie debería sorprenderle que el día internacional del mes del orgullo LGBTTTIQAP+ sea representado por un acto de resistencia que sucedió en el mal llamado primer mundo. ¿Por qué no el 17 de noviembre en honor a la redada policiaca del baile de los 41? ¿o el mes de septiembre cuando Pedro Lemebel lee entaconado, con una hoz y martillo en la cara, su manifiesto “Hablo por mi diferencia”? ¿Y si volviéramxs a hablar por nuestra diferencia?
A esto se refiere María Galindo en Feminismo bastardo cuando nxs propone romper con el enlatado gelebetoso que ha llegado a imponer una lógica organizativa que nxs es ajena: “un enlatado que no ha surgido desde dentro de las raíces de nuestros movimientos, sino que ha entrado como moda neoliberal domesticadora” (158). Una de las principales consecuencias de este enlatado es la corporativización del movimiento. Ya José Joaquín Blanco en 1979 hablaba de una “tolerancia sexual del consumo” que pronto se impondría en México para domesticar nuestra diferencia política nacida de la persecución y el rechazo. Basta con salir a pasear por la zona rosa para sentir está ‘democracia’ capitalista. Si bien el enlatado gelebetoso no nxs ha quitado el pánico a soñar, si nxs arrebata la rabia e higieniza los afectos que sostienen nuestrxs devenires políticos.
Escribo esto un par de días después de que se anunciara una marcha del orgullo sin automotores. ¿Será que éste es el año en que regresamxs a ras del suelo? ¿a la calle? Dicen que 2023 será un parteaguas: el regreso de la jotería política y de la disidencia incómoda. Dicen que la nueva ola de rechazo nxs mueve la rabia, la ternura y renacen las ganas de protesta. A mí me gusta la idea de una marcha sin automotores para ver si así se nxs obliga a detener la mirada en lxs activistas que nxs siguen llevando a todxs a cuestas. Para ver si así vemxs nuestra diferencia.
Dicen que en esta marcha andaremxs perras y diablas. Que hay que detener está transfobia para evitar una nueva (¿o vieja?) Florida. ¿Sabían que unx niñx de cinco años no puede hablar de su hermana trans en la escuela? ¿Cómo le explicas a unx niñx de esa edad que su hermana no puede existir fuera de casa sin sufrir consecuencias que todavía son difíciles de medir? Sabemxs, por ejemplo, que ya despiden a profesores de universidades por discutir la famosa ‘ideología de género’. Como dice Cristina Rivera Garza, en está marcha andaremxs perras, andaremxs diablas. Y la lucha será transincluyente o no será.
En este contexto, cabe preguntarse el papel de la escritura, por sus medios de publicación, de difusión y distribución. Quizá la única certeza que tengo hoy es que es que hay que seguir ocupando espacios y desde diversas trincheras. En este dossier, la escritura es una trinchera que surge para desedimentar las diferentes capas de la historia LGBTTTIQAP+, capas que los discursos oficiales han borrado. Martín H. González Romero habla de cómo ha sobrevivido el orgullo y a través de este concepto, rastrea la genealogía del movimiento. El ensayo plantea una oportunidad para imaginar el pasado que nxs ha sido negado. Arcelia Paz se sumerge a las gavetas de Patlatonalli, la primera colectiva lésbica en Guadalajara. A través de la crónica, lx autorx reconstruye su propio quehacer archivístico que culmina con una exposición en el museo Cabañas. La imaginación propuesta por González Romero se mezcla con las dimensiones afectivas de trabajar con “las Patlas” y nxs recuerda la importancia de utilizar las emociones como herramienta de trabajo en la creación de archivos.
Ytzel Maya reflexiona desde el propio cuerpo sobre la imposición religiosa de la sexualidad y la violencia machista que ha marcado a su “refugio-identidad” para recordarnxs que nuestrxs que afectos “ya no son un universo clandestino”. Alejandra Márquez sigue con la línea autobiográfica y esboza una masculinidad sin hombres desde su experiencia migrante. Lizbeth Hernández mezcla el testimonio con la nota periodística para registrar la experiencia trans en el Salvador. Tres acercamientos distintos a lo biográfico para anclar la lucha en cuerpxs que sienten, tienen nombres y todavía sonríen.
Mariana Orantes y Juan Manuel Ramírez Velázquez ensayan diferentes espacios de resistencia a través de un retrato del pintor Ocaña y de los conventos del siglo XVIII. Orantes propone que además de las historias fundacionales, hay rituales y espacios de veneración desde los cuales debemxs pensar la disidencia. Esto es reiterado por Ramírez Velázquez quien encuentra en el convento colonial un espacio para reconceptualizar la sexualidad no-normativa.
Dos poemas conceptuales de Alan Mendoza Sosa atraviesan el dossier para recordarnxs la importancia del lenguaje en la construcción de nuestras disidencias. Continuando con la poesía, Citlalli Santos narra su experiencia en los poetry slams de Puebla y específicamente habla de la resistencia lésbica.
Ernesto Reséndiz y Juan Pablo Ramos profundizan en la literatura y cinematografía queer en el contexto latinoamericano. Reséndiz analiza lo que llama la “pedagogía pederástica” de José Urbano Escobar en su novela Vereda del norte como una de las primeras historias homosexuales mexicanas. Ramos aborda el viejo tópico de la melancolía queer para repensar tres películas. Ambos ensayos sugieren el papel de la crítica cuir como accionamiento político que moviliza la memoria.
Los siguientes dos ensayos vuelven sobre el tema del archivo. Continuando con su trabajo de rescate de la obra literaria de “Las elegantes” —grupo de escritoras que en los ochenta escribieron la primera novela colectiva y desapropiativa de la literatura mexicana— Didí Gutiérrez ubica a una de las integrantes del colectivo dentro del panorama de la literatura sáfica en México. De ser esto cierto, Julia Méndez habría escrito en los ochenta la primera novela lésbica y habría que repensar las genealogías de la disidencia desde este descubrimiento y desde las prácticas de la comunalidad de la escritura como una ética cuir. De manera similar, recupero la historia de Concepción Jurado/Carlos Balmorí, quien en los años treinta, se travestía para realizar acciones que incomodaban a la élite mexicana. Estos ensayos muestran que los archivos de la disidencia sexual y de género suelen ser escurridizos. Repensar (o inventar) nuestras propias genealogías es hablar por nuestra diferencia.
El mes cierra con dos textos que justamente subrayan la relación del lenguaje con la diferencia, pasando por los lazos afectivos que nxs unen. Iván Eusebio Aguirre Darancou propone un diccionario de conceptos clave para la vida cuir en México desde una perspectiva transfeminista e interseccional. La Bala Rodríguez nxs invita a regresarle su mierda a la cultura hegemónica como una forma de resistencia. Pero también que recatar una genealogía del placer y la dulzura desde nuestrxs cuerpxs. Lia García (La Novia Sirena) cierra el mes con su ya conocida ternura radical. Su invitación es simple: “si algo te asusta, ve y tócalo con ternura”. Como un todo, los textos de este mes demuestran que nuestra presencia y resistencia es de largo aliento, que las plagas (para usar la metáfora de Lia García) no se acaban con facilidad. Quizá todavía hoy nxs da pánico soñar, pero a estas bocas les encanta producir ruidos y afectos porque estamos para siempre enrabiadas de ternura.