El excéntrico universo sonoro de Joe Crepúsculo
El universo sonoro de este catalán (que reside en Madrid) es excéntrico, por decir lo menos; el año pasado pudimos verlo en directo en club El imperial de la Ciudad de México durante una ardiente sesión auspiciada por la revista Marvin. El tipo se pertrechaba detrás de un teclado Nord, un iPad y varios efectos de guitarra con los que procesaba todo, hasta la voz. Ecos de música de Eurovisión, pop chatarrero desbordado y una personalidad extraña —como un Raphael en ácido— se confabularon para una presentación volcánica que, un par de días después, se repitió en la Mezcalería Coyoacán de Puebla.
Ahora lo hemos visto en el lujoso estudio de Televisión Española participando en el programa de Alaska y Segura. La diosa del glam y el creador de Torrente, lo invitaron para que presentara material de su séptimo disco de estudio. Y otra vez los viejos sintetizadores, el cabello más largo sacudido con frenesí y la compañía de Tomasito en palmas, zapateo y canto flamenco, más los coros de Las Negris. Tocaron «A fuego» y aquello fue una fiesta. Un cruce de épocas y estéticas que se antojaría alucinado, pero que un artista que puede convertir hasta a San Agustín en letrista pop, sabe hacer encajar. La añeja tradición flamenca inserta en una verbena posmoderna que transcurre con sonidos generados en una caja de ritmos.
No se puede ocultar cierto halo freak que envuelve a Crepúsculo, todo un personaje que podría salir de las mejores películas de John Waters y Pedro Almodóvar. Un devorador musical de todo tipo de géneros interesado en probarlo todo; no conoce limitantes ni barreras. A estas alturas todavía consigue pasmarnos cuando en «Corazón de colmillo» se atreve con su propio entendimiento del dubstep.
Así es Nuevos Misterios (El volcán, 2015), valiente, desfachatado, juguetón. El músico dejó pasar dos años para que Baile de Magos, que fue todo un pelotazo en su país, ampliara el espectro de sus seguidores. Ya no es más el icono underground que convocaba a un público minoritario en salas como el Heliogabal y la Sidecar de Barcelona. La energía e intensidad que lleva consigo le ha traído incondicionales que están dispuestos a sumarse a un carnaval enmarañado y contagioso.
Nunca se sabe con lo que puede salir este inclasificable artista. Mientras Nuevos Misterios comenzaba a expandir su propuesta, sorprendió entregando una especie de jingle para el partido político español Podemos, que a la postre no convenció a sus dirigentes, pero que, de nuevo, lo colocó en el boca a boca.
Mientras tanto, ese álbum mostró que Joe incursionaba en el subgénero conocido como trap —muy en boga en el Reino Unido—. «Reina del locutorio» es una rareza que con el tiempo se convertirá en una suerte de retorcido manifiesto. Pero que nadie dude que la verdadera sucesora de «Mi fábrica de baile» será «La verdad»; electrónica verbenera desprejuiciada que no hace sino homenajear a la herencia de Fangoria en compañía de La Prohibida y Supremme de Luxe. Aquella noventera ruta del Bakalao es traída al presente para musicalizar las fiestas más irreverentes y transgresoras. Hemos podido conocer algunas versiones en directo en las que ha invitado a La Bien Querida para que se sume a los coros.
Probablemente, la otra joya de esta corona, sea «A fuego», que en estudio tuvo a Las Negris, pero también a Soléa Morente. Tomasito sabe inyectarle ese sabor andaluz, mientras el autor aporta ese toque como de ciencia-ficción. Electrónica y flamenco en pleno maridaje.
Nuevos Misterios es un disco ambicioso, vasto, extremadamente inquieto. Joe Crepúsculo jamás se ha conformado con repetir patrones y formulas conocidas. Siempre le da vueltas una y otra vez —le encanta rizar el rizo— y como ejemplo tenemos su versión de «Maricas», original de Los Punsetes. El rock guitarrero de aquel grupo traído hasta sus propios terrenos.
En una conversación con el periodista Sergio del Amo, quien incluso le llama «trovador techno», Joe deja en claro las intenciones de un disco muy heterodoxo: «Me apetecía mucho que cada canción fuera por un lado diferente, que ninguna tuviera nada que ver con la otra y dejar al oyente enrarecido en una primera escucha aunque después se dé cuenta de que todo suena mucho más unitario de lo que a primeras parece».
Así que puede hacer hueco para algo más jazz en «La morada», sonar latino en «Somos Perros» y dar rienda suelta ese synth-pop tan cercano al sello Italians Do it better en la maravillosa «Flor de Luz», nuevamente junto a La Bien Querida.
Nuevos Misterios es su séptimo entrega que fascina y atrapa. Diez canciones constituyen una supernova; un universo en expansión en el que caben muchísimas referencias y elementos. Joe Crepúsculo jamás hará más de lo mismo. Se trata de un verdadero héroe de la era afterpop.