Tierra Adentro
Fotografías por Maleny Vázquez.

En 2013, la Hacienda de la Luna en Cuatlita fue sede alterna del Festival Ollin Kan. Entre las bandas que se presentarona se encontraban Los Parientes de Playa Vicente, una agrupación veracruzana de son jarocho tradicional. Recuerdo estar sentado en el césped viendo cómo atardecía. Cuando terminó la tercera o cuarta canción, uno de los miembros de la banda habló. Dijo que la canción que interpretarían a continuación estaba dedicada a un grupo de chicas que estaban presentes: un colectivo de danza de Cuernavaca. Escuché gritos y vi cerca del escenario cinco mujeres reverenciando a la banda como si fueran sus ídolos. Ellas se llaman Dos Raíces y tomaron su nombre de uno de nuestros sones». (Qué viva la raza india/ qué viva la raza negra/ qué vivan las dos raíces/ que vivan las dos alegran). Durante la canción las vi bailar con atención. Recordé algún fragmento aislado de un libro sobre danza que decía que el baile era la única disciplina artística que podía provocar estados alterados verdaderos. En una de las fotografías se veía una mujer afrocaribeña con los ojos en blanco y el rostro brilloso por el sudor. Ellas también estaban en éxtasis.

Dos Raíces es un grupo de bailarinas que conjugan elementos de la danza contemporánea con el folclor afrocaribeño. El año pasado participaron en un importante festival de danza en Cuba, representando junto con otros tres colectivos, a México y fue el único grupo de todo el festival que mezcló danza tradicional con contemporánea, sello que caracteriza todas sus presentaciones. Más tarde fueron reconocidas por el Programa al Estímulo al Desarrollo y la Creación Artística de Morelos por un proyecto dancístico que busca explorar el concepto de la esclavitud desde distintas aristas. Desde que las descubrí me han interesado porque rompen con muchos esquemas de lo que un grupo de danza debe ser. Su trabajo las ha llevado a participar en un sinnúmero de eventos multidisciplinarios, entre ellos vale la pena mencionar el 80 aniversario del Palacio de Bellas Artes. Una de la riquezas de Dos Raíces es para mí su propuesta de no-estereotipo. Las mujeres que conforman el colectivo son de distintas complexiones y edades y su trabajo demuestra con impetú que la sensualidad es una actitud y no una manera de construir físicamente el cuerpo. Para ellas la danza unifica, acerca y reconstruye.

¿Qué es Dos Raíces?

«Alas y raíces», confiesa poéticamente, Gabriela Ocampo, una de las fundadoras del grupo: «(Dos Raíces) es una fusión de danzas afro, mexicana y contemporánea, que busca exaltar el pulso orgánico que nuestras raíces afianzaron y nos legaron, dejando así de manifiesto que el movimiento es uno solo. Nace de la inquietud por mostrar al público nuestra manera de reconocer y vivir la esencia cultural híbrida que nos conforma, a través de un lenguaje contemporáneo para invitar al espectador a identificar esa porción fundamental de sí, en nuestro danzar».

Para Yessica Laines las palabras «movimiento y reconstrucción» engloban lo que son. «Me parece que nunca nos hemos planteado un discurso definido hacia algún género o hacia algún sector social o población. El mensaje de Dos Raíces, en general, es transmitir todo aquello que tenemos por herencia y los que podemos sembrar en este momento, además de que la danza es universal y debe ser para todos, ya que todos podemos hacer danzar. Me parece que si nos referimos al discurso que enunciamos para el género femenino es que la danza no depende de una complexión corporal específica; todos somos parte del movimiento dancístico, y todos podemos ofrecer algo a éste».

Silvia Mohedano resume Dos Raíces en «vida y muerte». Para ella la danza lo es todo, pero también confiesa que otras disciplinas la nutren como artista. «Las artes plásticas nos han influido unas veces como inspiración y otras veces para aprender de ellas en un sentido estético y en los proceso de creación, es decir, en la composición y uso del espacio, en el diseño de movimiento (formas, plasticidad, creación de imágenes dinámicas), etcétera. Precisamente entre los artistas plásticos que más nos gustan se encuentran muchos mexicanos. Considero que nos gustan, en parte, porque nos identificamos con ellos como individuos pertenecientes a un contexto histórico, social y cultural, y también como grupo, en el aspecto de que buscamos reflexionar sobre la identidad mexicana. Por ejemplo, el trabajo de Demián Flores nos parece muy interesante, porque ha realizado algunas obras ocupando iconografía prehispánica o símbolos del México antiguo y los ha mezclado con elementos contemporáneos tanto de México como de otras partes del mundo. Mata Rosas, por otro lado, nos gusta no sólo por la calidad de su trabajo sino por su interés en la cultura popular o urbana, y por cómo logra mostrarnos que en medio de todo el caos visual de las ciudades, conviven el arte prehispánico, el colonial y el contemporáneo.”

Blanca Eloísa Balderas propone que «sensualidad y diálogo» unifican lo que busca Dos Raíces e invita a otros jóvenes a conformar distintos grupos de danza, en específico de danza folklorica, materia a la que ha dedicado su vida.

«Tengo poco conocimiento sobre colectivos o proyectos de danza que hay en todo el estado, pero siempre he estado involucrada y empapada respecto a la danza pero sólo folklórica, por lo que respecto a eso si podría emitir una opinión: Me parece existe mucha iniciativa en formar grupos o clubs de danza, sobre todo lo he visto en los municipios de la zona sur del estado, sin embargo, en la capital o incluso fuera de ella, no existe ninguna institución que tenga un proyecto de danza folklórica lo suficientemente fuerte como para trascender a nivel de compañía representativa, al menos hasta el momento. Los proyectos que siempre han sido más sonados o difundidos de manera formal y oficial siempre giran en torno a la danza contemporánea o al ballet, pero no existe nada con suficiente estructura y fortaleza en cuestión de folklore, lo cual me parece grave ya que es lo que podría fomentar la identidad como morelenses y mexicanos en este contexto en el que predomina el malinchismo».

Toñita Najera recurre a «trascendencia y creación» para ejemplificar su trabajo. Pienso en mi papel como espectador de danza. Recuerdo que una ocasión en el Jardín Borda, al final de su número se acercaron al público y lo invitaron a bailar. Se acercaron a mí y fue tanta mi pena que no lograron sacarme de mi asiento. Tiempo después en otro festejo ocurrió lo mismo, pero ya no pude huir y terminé bailando con ellas. Lo hice fatal pero pensé que era hermoso eso que hacían. Algo simple que brotaba de sus cuerpos y que era la forma idónea de entender la música. Toñita lo dice mejor que yo «Bailar es importante por el simple hecho de expresar con tu cuerpo, con tus movimientos, con tus sensaciones, con sentimientos, eso que muchas veces es difícil decir con palabras, es como una liberación a eso que te mantiene prisionero y es que el simple hecho de pararte frente a personas que no conoces es ya un gran logro, el poderles entregar eso es indescriptible. Pararte en el escenario, sentir con tus pies el piso, la tarima, el linóleum, es como si no fueras tú en ese preciso momento, como si te transportaras a otra realidad en donde te sientes bien, te llenas de eso que te apasiona, te olvidas de los dolores musculares, de los problemas y de todo lo que te rodea, te entregas por completo; en ese momento trasciendes».

Me gustan las historias redondas. Las chicas de Dos Raíces escucharon un son que las inspiró y bautizaron su proyecto. Ahora Francisco Ramirez «Chicolin», del grupo, Los Parientes de Playa Vicente, escribe unas rimas inspirado en el baile de estas mujeres: «De mis manos se escapa/ tu piel tersa y suave./ Que tu sonrisa labre/ los latidos de mi corazón./ Son bellas, son pasión./ En su danza son matices./ Ellas son Dos Raíces/ que crecen …/ al compás del Son».*

 

*Yo también escribí un poema inspirado en una de las integrantes de Dos Raíces, si quieren leerlo pueden entrar a mi tumblr: http://davovaldes.tumblr.com/post/96008141873/bailar-en-otro-cuerpo


Autores
Escritor, crítico de cine y co-director del Festival Grotesco. Forma parte del Grumo de Escritores de la Barba Naranja. Se interesa por las películas de terror, el vegetarianismo, las bicicletas, los perros, la música con guitarras distorsionadas, las mujeres que cantan, la literatura, la filosofía y el punto de encuentro entre todas esas cosas (véase: Hora de aventura).