Tierra Adentro
Imagen realizada por Mildreth Reyes
Imagen realizada por Mildreth Reyes

Somos los renegados, somos la juventud salvaje,

persiguiendo visiones de nuestro futuro.

Algún día revelaremos la Verdad:

que uno morirá antes de siquiera alcanzarla.

Daugther

Uno. Crecí mirando televisión y me ha dado la impresión de que cada generación parece tener sus ideales y cruces. De niño me tocó mirar muchas series viejas americanas en la que los adolescentes siempre son bien portados y, a veces, se tuercen del camino recto; pero siempre parecía haber una, en específico, que englobaba todos los sufrimientos de la generación en conjunto. En los noventas se habla mucho de Dawson’s Creek o Gossip girl; cuando iba ingresando en la universidad, algunas amigas estaban obsesionadas mirando la emisión de la primera temporada de una serie inglesa Skins, y me decían que no me iba a gustar porque era muy ‘hedonista’. A veces me gusta dar la contraria, así que me puse a ver la serie en línea. La realidad es que me gustó: aunque los primeros capítulos son puras aventuras de adolescentes saliendo de juerga, poco a poco vamos centrándonos en las vivencias de Tony, Effy, Michelle, Cassie, Sid, Anuar, Jal, Chris y Maxxie, ocho personajes que van viviendo la adolescencia cada uno con sus problemas y con situaciones vitales distintas lo que genera que, como espectador, cada uno pueda empatizar con algún personaje en específico, o con rasgos de diversos. Una técnica clásica de las series de adolescentes, las cuales parecen trabajar desde la premisa de que hay un catálogo de personajes para que uno se refleje en el que desee, en el que encuentre aquellos rasgos que marcan su propia vivencia.

Dos. En internet hay un choque real entre dos generaciones: los millenials y los centenials. Los puntos de discusión se centran en que los millenials, que son la generación que ya está en el mercado laboral y nació a finales de los ochentas o a principios de los noventas, suelen quejarse de los más jóvenes que aún viven con sus padres y apenas están saliendo de la Universidad. Se burlan de su ‘debilidad’, y hasta les llaman generación de cristal. Les reclaman que ellos no saben de la vida y que están arruinando todo con sus cancelaciones, sus movilizaciones y reclamos sociales. Exigen que dejen tranquilas sus franquicias de películas o de series. Los millenials, en definitiva, somos una generación que quiso relevarse en situaciones como lo relacionado con la caída de Megaupload pero que al integrarse a la vida adulta reprodujo las mecánicas de generaciones más grandes.

Tres. Los centenials, la generación que nació después de los dosmiles, acusan a los millenials de haber sido una generación cobarde que se rindió. Estos terminaron por juntarse para hacer ataques organizados como los que los millenials hicieron en su momento. Pero tienen ahora más herramientas. Por ejemplo, desde TikTok, se organizaron para solicitar todos los pases a un evento de campaña de Donald Trump, de manera que el evento se quedara vacío. También le brindaron una mayor importancia a la salud mental, aunque todo el tiempo se la vivan en los extremos del exceso (cosa que los millenials solo soñaban).

Cuatro. Con el tiempo me di cuenta que muchas personas de mi generación tenían un recuerdo alegre de Skins. Aunque esta no lo es más que en momentos. Para esta primera generación de personajes, las cosas terminan muy mal: Chris fallece en una sobredosis, Jal queda embarazada de él, Cassie deja todo y escapa a Estados Unidos, Syd corre a buscarla, Max y Annuar se fugan hacia Londres buscando el sueño artístico, y Tony y Michelle tienen que solucionar sus problemas de codependencia que, a lo largo de todas las primeras dos temporadas, han sido el eje que ha alterado de una u otra manera la vida de los demás personajes. La serie parece mandar este clásico mensaje de que crecer duele y como las cosas se ponen más oscuras. Que el momento histórico que a mi generación le tocó vivir fue uno en el que estábamos por entrar a un limbo en el que los límites y las respuestas serían cada vez más difíciles de encontrar. El mundo que le tocó a la generación que está por debajo de nosotros cambió radicalmente y ahora son los que están creciendo al lado de los personajes de Euphoria.

Cinco. Euphoria empieza con una premisa similar a Skins. Un grupo de actores que no siempre pasan por adolescentes, entre los que destacaban Zendaya, interpretan a un grupo de chicos que viven en un pueblo americano en el que parece que las cosas están por caer, en cualquier momento, por el barranco. Nate, Cassie, Maddie, Fezco, Lexi, Cat, Rue y Jules acuden a las mismas fiestas, aunque en este caso los personajes pueden dividirse fácilmente entre los inadaptados y los populares, contrario a Skins pero más cercano a otras series como Sex Education y Elite. Solo que mientras la serie dosmilera solía ser más naturalista (pasando a veces por el absurdo y en ocasiones por la tragedia), en Euphoria todo es artificial. Lo es el glitter que usan las protagonistas en la serie. Lo son los filtros utilizados en escenas importantes. Lo es el falso lenguaje adulto con el que hablan sus protagonistas. Los momentos en que Rue habla a la cámara para explicar cómo clasificar los nudes, o cómo hacer gaslight a tu familia para que no se de cuenta que volviste a recaer en las drogas.

Seis. El episodio de Euphoria que se emitió este 21 de febrero se llamó “El teatro y su doble”, igual que el texto de Antonin Artaud. En este Lexi, un personaje que en la primera temporada se mantuvo de fondo, ha escrito una obra sobre las vivencias de sus compañeros y amigos, y la montan en la escuela cual escena salida de Hamlet. A Lexi no le interesa hacer confesar a nadie. Pero los personajes en el público ven sus vidas actuadas en ficción y empiezan a reaccionar con risa, con empatía o furia ante lo que ven en el escenario; al mismo tiempo que, fuera del teatro, se está jugando el futuro y la vida de Fez, el vendedor de droga del vecindario y quién está enamorado de Lexi. Esta estructura narrativa varia de la utilizada por la mayoría de los capítulos de la segunda temporada, y no se parece en nada a la primera temporada en su totalidad: la serie, en general, ha roto el molde que tenía en su inicio en donde, generalmente, cada uno de los capítulos se centraba en relatar el contexto vital de los protagonistas, mientras las historias alternas de sus vidas iban cruzándose, hasta un episodio en que todos asisten a un carnaval organizado en el pueblo y, como espectador, sabes que algo va a ocurrir mal, pero no sabes qué es lo que será. Hay muchas situaciones en el aire.

Siete. A Skins no le interesaba, como serie, experimentar con la forma narrativa ni con la fotografía o con la actuación. Lo que movía a los espectadores, quizá, era el morbo: yo también soy un adolescente y quisiera también ir a fiestas y acostarme con muchas personas y consumir muchas drogas; fiestas en cuevas oscuras con luces de colores que me hagan olvidar la escuela, los desamores, y todo lo que me llega a preocupar. Aunque a veces rosaba en lo absurdo, como lo del vendedor de droga con el bigote ridículo, se mantenía en lo realista y sus personas, salvo excepciones, usualmente hablaban como jóvenes. Hubo unos cortometrajes que eran como historias breves entre los mismos capítulos donde se asomaba una oscuridad más latente: en uno de ellos, Effy, la menor de los personajes y que después, en la tercera y cuarta temporada tomaría el protagónico, habla por primera vez en la primera temporada. Tiene el maquillaje corrido y va caminando por un muelle en un vestido que parece maltratado. Cuenta una historia sobre dos hermanos, un hombre y una mujer, quien esta última vivía en una jarra de limonada. Sobreprotección. Relata la historia de daño emocional que su familia le provocó al convertirla en una fábula infantiloide.

Ocho. A veces parece que a Euphoria solo le gusta ver el mundo arder. Quizá por eso muchas personas creen es una serie que busca ‘romantizar’ la adolescencia problemática o la mala relación con las drogas. El episodio Quédate quieto como el colibrí parece más cercano a Chilling adventures of Sabrina que a Skins: es decir, parece más una historia de terror que un típico relato de maduración adolescente. En él, Rue, quien ha recaído en las drogas, es descubierta por su familia gracias a la denuncia de sus amigos, y tiene que enfrentarse a la abstinencia mientras recorre todo el pueblo buscando dinero, alguna otra droga, o cualquier cosa que termine su predicamento. La cámara va detrás de ella mientras aparece por los caminos de todos los demás personajes: Fez la corre de su casa no queriendo darle drogas, les informa a todos que Cassie está acostándose con Nate, busca refugio en la casa de la vendedora de droga a la que le debe miles de dólares.

Nueve. La codependencia adolescente es parte de las adicciones que las series comparten. En el episodio del colibrí, Rue en plena abstinencia le reclama a Jules, quien hasta ese momento era su pareja: “Tu me abandonaste cuando te necesitaba”, antes de decirle que Jules no ama a nadie, sino que ama que la amen. En una escena similar de Skins, Syd le reclama a Cassie que tras la muerte de su padre: “¿Por qué te fuiste?” Yo te necesitaba, y tú te fuiste”.

Diez. El capítulo del final de la segunda temporada de Euphoria, “Toda mi vida he ansiado algo que no puedo nombrar”, parece acercar a un punto donde las dos series, y las dos generaciones, se parecen más: la tragedia es parte de la vida. Aunque en Skins lo moralicen más, las primeras dos temporadas de ambas series tienen puntos en común: la primera temporada pone en un predicamento grave al protagonista (Tony al ser atropellado, Rue al recaer en las drogas) mientras forma parte de un número musical (“Wild world” en Skins, “All for us” en Euphoria); y la segunda temporada es el cobro de la factura de ese hecho que modifica todo. Además, en ambas series es una pareja de personajes secundarios la que toma control de la narrativa: Chris y Jal en Skins, Lexi y Fez en Euphoria; ambas parejas son las relaciones más honestas y sanas de toda la serie y como el cliché andante en que se han transformado, son las que caerán en tragedia. Chris muere de una sobredosis, Fez es presuntamente arrestado. Lexi es atacada por su hermana, Jal queda embarazada del hijo de Chris. Y aquí en donde las series se separan, porque la segunda temporada y sus resoluciones en Skins son el punto y aparte que da paso a una segunda generación de personajes, comandados por Effy; mientras Euphoria aún continúa dejándonos algunos misterios que aún pueden ser respondidos. Esta es la parte de la que el personaje nunca se recupera, menciona Rue en la lectura del funeral de su padre. Esta es, también, la parte donde los espectadores se preguntan: ¿cómo se continúa viviendo cuando se sabe que se han hecho tantas cosas terribles? ¿Existe el perdón? ¿Se puede iniciar de cero? En la adolescencia, parecen responder ambas series, quizá no.

Once. La mayoría de los personajes tanto de Skins como de Euphoria son de lo que llamaríamos la clase media, y ninguno de ellos vive de manera cotidiana situaciones de pandillas, crimen organizado, racismo, segregación, de manera que estas marquen su vida. Sin embargo, mientras Skins responde ante la vida adolescente con la fundamentación de un mundo tranquilo donde jóvenes, que difícilmente representan a la gran cantidad de televidentes que los veían, se la viven en fiestas que en la realidad serían millonarias; en Euphoria, las historias están inmersos en diferentes técnicas narrativas que hacen que los problemas adolescentes se magnifiquen y ambicionen parecerse a arquetipos del cine y del arte clásico. Ambas series son productos de consumo, y ninguna refleja a detalle la población objetivo a la que dirigen. Sin embargo, parece ser a través de las diferencias donde los espectadores se acercan a ellas.

Doce. Fue una amiga diez años menor la que me recomendó ver Euphoria. Durante mucho tiempo solíamos tener discusiones sobre cómo había sido el cambio generacional en nuestra ciudad del norte. Una ciudad donde la división siempre ha sido simple: los que adoran a la narcocultura y todos los demás. Cuando yo tenía veinte años existían los “podris”, que estaban compuestos por los chicos emos, los chicos punks, los góticos, los metalebrios y toda disidencia que pudiera haber; eran grupos de jóvenes que se la pasaban tirados en la plazuela central mientras compartían cigarros o costeñito mezclado con agua de sabor; a mi me tocó acudir ahí e ir a las fiestas y acompañarlos a los conciertos. No llegaban, tampoco, a ser como los protagonistas de Skins. Y yo pensé que esas estructuras sociales habían terminado, que la interminable guerra de las tribus urbanas tuvo un punto de paz. Pero mi amiga me relató que aún existen los “podris” pero ahora están formados por skatos, por e-boys o e-girls, que tienen sus nuevos y propios problemas, y que en general se contactan por internet. Me habló de cómo ella misma, a los 11 años, ya estaba entrando a los rincones oscuros de la red para acercarse a libros y a películas que yo no conocí hasta los veintes; que, así mismo, muchos de sus amigos crecieron aprendiendo demasiado del internet. Que por eso no dejan mangonear por cualquier jefe explotador. Que conocen sus derechos. Que quieren cambiar al mundo. Y aunque se la pasan de fiesta loca y usan muchas drogas, tampoco se la viven en el glitter. Lo que entiendo de nuestras charlas, en definitiva, es que hablar de generaciones siempre parece una respuesta provisional e incompleta, en especial si lo hacemos desde los estereotipos que nos pone enfrente la televisión.


Autores
Sergio Ceyca (Culiacán, 1990) ha publicado la novela No tendrás perdón (ISIC, 2018) y el libro de cuentos Magia moribunda (Ediciones del Olvido, 2021). Estudió leyes en la Universidad Autónoma de Sinaloa y se ha desempeñado como reportero en diversos medios electrónicos. Participó en el primer Curso-taller para jóvenes creadores de la Fundación para las Letras Mexicanas, con sede en Xalapa; y ha sido beneficiario del Programa de Estímulos para la Creación y el Desarrollo Artístico de Sinaloa durante 2018, así como de la beca de Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, en el periodo 2019-2020.

Ilustrador
Mildreth Reyes
(Martínez de la Torre, 1999) Estudió la Licenciatura en Arte y Diseño en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, UNAM campus Morelia. Dicha formación le ha permitido reflexionar sobre distintos aspectos de la comunicación visual. Ilustra y escribe para anclar vivencias, pensamientos y convicciones a su mente, tenerlas presentes en su propio proceso y guardarlas a través de la forma.