Dolorosamente genial: Bola Negra, el musical de Ciudad Juárez
¿Cómo mostrar el horror de una sociedad en decadencia a través del arte? ¿Cuánto y hasta qué punto la permisividad para la denuncia o la exposición sin tocar la línea de la burda representación? ¿Cómo señalar lo casi innombrable? Las preguntas plantean a coro la necesidad de una respuesta que implique: literalidad, abstracción y distancia. Mezcla nada fácil.
Literalidad corresponde a la relación directa de los sucesos, el contexto como tal con sus participantes. Abstracción a una reflexión no metafórica sino realista. Distancia implica el espacio-tiempo necesario para ver desde adentro, desde lo propio y exponer el presente con un tema, como es el caso de Ciudad Juárez. A partir del cuento “Bola negra” publicado en el libro Tres novelas (2005), el escritor Mario Bellatin (1960), plantea el caso de un entomólogo japonés llamado Endo Hiroshi que durante una expedición en África encuentra un extraño insecto, al cual, en un frasco, lleva a su casa; lo cuida y alimenta. La historia le cambia la vida al entomólogo luego de observar que el insecto se ha convertido en una bola negra: era el estómago invertido del insecto: se había devorado a sí mismo. Esta es la narrativa-ancla-pretexto de la cual se sujeta la extraordinaria música creada por la compositora Marcela Rodríguez (1951), con la participación del Ensamble Coral Bel Canto con jóvenes de Ciudad Juárez (en pantalla); además de la puesta en escena realizada por Jesusa Rodríguez, permite tener un panorama general del presente, del horror, a través de los sentidos y lograr una pieza experimental de compleja densidad. Las imágenes del documental que corresponden a la colonia Anapra ubicada al poniente de Ciudad Juárez, presenta un registro de la desolación que habita esas calles: saqueo, acribillamiento, vacío, desierto, muerte. En una de las secuencias aparece Marcela Rodríguez sentada en la cornisa de una ventana de una construcción abandonada, mientras Mario Bellatin, le lleva, despacio, objetos encontrados-recolectados entre la basura y el derrumbe. Objetos varios particulares del registro humano, entre otros: una cuchara, un zapato. Dolorosamente genial el registro de una problemática social que hasta el día de hoy, no ha sido resuelta y mucho menos detenida. Dolorosamente genial la pieza de arte frente a una circunstancia de silente guerra violenta; no dicha. Dolorosamente genial la participación en pantalla de sus jóvenes cantando un futuro malherido e incierto. Un futuro que es probable nunca llegue. Imágenes fascinantemente complejas: el entomólogo envuelto en vaporosas cortinas rojas, acribillado de imágenes de las calles de Ciudad Juárez saqueadas, vacías. // El entomólogo Endo Hiroshi aludiendo en un momento a la imagen de La Santa Muerte, donde una víctima envuelta en plástico ha sido capturada como ofrenda. // Los rostros negros de seres masculinos, femeninos, saliendo a gritos de la negrura-pozo del caucho como de la acumulación de neumáticos en escena representando La Gran Vulcanizadora: ¿Acaso un país? // La imagen inicial –velada-, de un cartel típico de los años noventa (donde una futura primera dama aparecía en bikini), mientras el hombre del taller (Bellatin) sintoniza un radio con música de banda norteña y noticias. // Los rostros negros de los músicos mientras el impactante y delicado sonido del chello. // Las imágenes de la tienda de productos para fumigar plagas; la tipografía tremenda que reza: “Veneno para fumigar el hogar” o “Garrapatas”. Líneas fascinantemente terribles: “Deglutido por sí mismo… descarnado pero vivo”, “carne de roedor envuelta en delicados sushis”, “hombres y mujeres que comían hasta hartarse… hasta hartarse”, “Una cada doce días, veinte años después una cada doce horas.” He de decir de nuevo, desde la humilde interpretación que permite la subjetividad: dolorosamente genial la imagen de un manto rojo de violencia que nos come. Y que ya no vemos, o si vemos, hacemos como que no existe; aquí no pasa nada. Dolorosamente genial la mirada de artistas mexicanos, en un momento sanguinolento y casi mutilado, de la historia nacional.