20 años sin Fellini
A mi amigo Jan Novak,
quien conoció a Fellini y a la Masina
El gran Federico Fellini murió hace 20 años, el 31 de octubre de 1993, después de pasar un par de semanas en coma. Desde entonces su influencia no ha dejado de hacerse presente, al haber creado obras maestras de la cinematografía mundial haciendo mancuerna en los guiones primero con Tullio Pinelli y después con Tonino Guerra, en la música con el no menos genial Nino Rota (1911-1979) y con sus actores fetiche: la maravillosa Giulietta Masina, su mujer de toda la vida, y el gran Marcello Mastroiani. Años antes de su muerte, con Las noches de Cabiria (1957) había inspirado el musical Sweet Charity (1969), con Shirley Maclaine, y después, ya muerto, con La dolce vita (1960) inspiró Nine, que hace pocos años, en 2009, adaptaron al cine con Judi Dench, Sophia Loren, Nicole Kidman, Penélope Cruz y Marion Cotillard.
En una biografía reciente, Fellini (Tusquets, 2007), Tullio Kezich trata de reconstruir la vida del director riminés, a pesar de toda la mitología que el propio Fellini se encargó de crear a su alrededor. Además, en esta biografía se ve claramente que el cine de Fellini no fue militante con las causas políticas de la posguerra, baste recordar una escena de I Vitelloni (1953) en la que uno de esos buenos para nada se burla de los obreros que están reparando la carretera y cuando éstos se le abalanzan para golpearlo él se quiere defender diciéndoles que es uno de ellos, un socialista. Y tampoco se adhirió al neorrealismo italiano que explotarán otros directores como Vitorio de Sica (El ladrón de bicicletas) o el mismo Pasolini. Fellini, sobra decirlo, creó su propio universo cinematográfico.
En ese sentido, está la tragedia en la vida de la entrañable Gelsomina al lado del cirquero Zampanó, de La Strada (1954), con la que ganó el Óscar a mejor película extranjera ese año. La impulsiva Cabiria aunque siempre dándole buena cara a los contratiempos de la vida diaria, y que me hace pensar que prefigura a la inocente Kika, de Almodóvar. Su homenaje al cine desde el cine en Ocho y medio (1963). La carnavalesca y onírica Amarcord (1973) que es la vida en un pueblo italiano regida por el pasar de las estaciones del año: “Como un sogno che se avvera la primavera ritornerà”. Incluso películas tan largas como tediosas: El Satiricón (1969) o Casanova (1976), el universo felliniano es fácilmente distinguible pero no por eso menos magistral.
Por fortuna, en años recientes casi toda la filmografía de Fellini ha vuelto a estar en circulación en DVD y quienes no pudimos ver en su momento esas películas hemos podido comprobar que era y es un grande entre los más grandes.