Detrás de tus ojos
Para Eliane Schulze Santín
Porque te juro que detrás de todo este smog están los volcanes y cuando el día es claro su imagen puede perderse ante la mirada distraída de un conductor apresurado. Y cuando brillan tus ojos después de tus enojos y tus penas, deslumbras hasta el más ciego de los hombres. extraño y complejo, es el poder de la luz. Hoy te lo afirmo más que nunca: no puedes volver a nacer. no, la pureza no consiste en inicios que en realidad son grandes caos. La pureza tampoco exige que la carretera de tus venas esté vacía, sólo con un coche dirigiéndose hacia el bosque, o hacia la selva. Qué más da. Basta dar un brinco al pasado para saber que las cosas no eran mejor antes, y al dar ese brinco también podrás darte cuenta de cómo tu sombra permanece adherida al suelo. Que no se te escape el presente. Aunque sé que hay noches en las que la inmensidad de esta ciudad no es suficiente para acobijarte y acompañarte hasta el amanecer. Hasta que recuerdas existen melodías y libros que plasman tu esencia en este mundo. Salí a caminar el otro día. Te prometo que las cosas no están tan mal como tú las piensas. Tu vista está nublada y rechaza la belleza que se excita a partir de las lombrices de la tierra y alcanza un clímax majestuoso cuando la tarde se mezcla en su vértigo con la noche. Pero no; algo en ti tiene razón: no todo siempre es frenesí, locura, éxtasis. Hay un placer muy hermoso escondido en la sobriedad y en el realismo. Dos números negativos que se multiplican siempre dan a luz uno positivo. Y si continuamos, las asíntotas nunca llegan a tocar el vértice, dos cuerpos humanos nunca podrán fusionarse por completo (aunque sean cenizas), y las ideas, al ser bolitas de mugre acumulativa, tampoco podrán depurarse en un laboratorio de química. Pero te juro que llegará un día en el que te pares de tu cama y comiences a ver a la vida como un espacio que en su gran caos puso orden para que entraras tú. Y entonces, te dejarán de importar las asperezas y las imperfecciones de la realidad humana. Y el popo y el izta, nevados, saldrán a relucir entre el cardumen de edificios que amuralla tu ventana para recordarte que siempre han estado ahí.