Del libro a la calle La poesía en el espacio público
Al examinar el trabajo de dos poetas (Efraín Velasco Sosa y Omar Pimienta), Diana del Ángel da cuenta de una serie de prácticas que desbordan la página y ocupan otros espacios, generando una poética que se inserta en la vida cotidiana con obvias implicaciones políticas.
La escritura ocurre, se sale de la página, explora otros soportes, vuelve a la tradición, se reinterpreta, se re-funde con herramientas alternas al texto, interviene en el espacio y nos ocupa. De un tiempo a la fecha las prácticas de la poesía se han multiplicado desde la lectura de un poema frente a un auditorio hasta la puesta en marcha de dispositivos artísticos que nos invitan a leer, oír, escribir, pensar y vivir el acto poético desde variadas perspectivas. Efraín Velasco Sosa (1977) y Omar Pimienta (1978) combinan su labor literaria con otras disciplinas —como la arquitectura y la museografía, el primero; la escultura en yeso y la fotografía, el segundo— para enfrentarnos a creaciones artísticas inquietantes, críticas y lúdicas.
La doble profesión de Velasco Sosa —autor de & mi voz tokonoma (FETA, Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino, 2008) y I/25s, Todo el tiempo del mundo (Mamá Dolores cartonera, 2012)— hace natural el desplazamiento de la palabra desde la página al museo o a una peluquería. En Cap. 2, instalación in situ (Gaa. A. Oaxaca, agosto, 2004) lleva al extremo la propuesta cortazariana de lectura activa y nos propone una deconstrucción desde el nivel primigenio del texto: las grafías. Así, cada letra perteneciente al capítulo 2 de Rayuela (1963) fue escrita en una piedra; luego, los fragmentos expuestos en una galería ofrecían al lector la posibilidad y el reto de escribir/construir una obra nueva. Lo que ocurre en Traduttore, traditore (2008) gira en torno a la recepción de la poesía; para ello, el poeta pone en juego su cabellera. El video registra la acción de Velasco en una peluquería llamada Poema, en Oaxaca, donde le pide al peluquero que interprete/traduzca el texto poético en un corte de traducción, inferir el texto original a través del corte. ¿Sería tal vez un poema no rimado, tendría por tema un río a juzgar por la mecha central de cabello que dejó, terminaría con una enumeración caótica? A partir de una idea aparentemente simple y de una ejecución por demás sencilla, esta pieza nos ofrece un juego que no tiene fin y que ha dejado atrás el soporte de la página para instalarse en el cuerpo.
A estos dos proyectos se suman Una pequeña visita al tranquilo pastizal del fondo (2014) y Soy la mujer (2014). El primero, expuesto en Blaffer Art Museum, Houston, responde a una pregunta de su autor: “¿qué pasaba con el texto puesto en el espacio?”. Efraín se vale de la estereoscopia —técnica fotográfica que busca crear una ilusión 3-D a partir de dos imágenes 2-D— y combina texto e imagen, lo que permite al lector fabricar un tercer producto, cuya naturaleza es íntima e imposible de registrar, pues todo ocurre en una mínima fracción de tiempo y tras los ojos de quien mira. El performance Soy la mujer, presentado en Eldorado, Houston, es una pieza donde se superponen distintas apropiaciones de las oraciones-versos de María Sabina. El primer nivel es la grabación sonora clandestina hecha por Robert Gordon Wasson, a la que siguen los registros videográficos de Nicolás Echeverría; a éstos se suma la interpretación vocal en español de Velasco durante la representación, que a su vez es reinterpretada por John Pluecker (escritura) y por Jen Hofer (voz).
Cristina Rivera Garza ha descrito el trabajo de Velasco como “curiosas máquinas estéticas que, no por hermosas, dejan de tener un peso cultural y político de relevancia para la comunidad”. Estas propuestas, hechas con técnicas modernas, apelan a la tradición cultural y literaria. Es el caso de la pieza más reciente del autor, cuya noticia ya circula en las redes sociales, basada en la lectura de El libro del desasosiego (1982) de Fernando Pessoa/ Bernardo Soares por parte de múltiples intérpretes, formados en disciplinas diferentes y radicados en varios lugares; el audiolibro se transmitirá en una radiodifusora pirata. Velasco interviene la poesía para sacar la palabra de la hoja y ponerla en otras circunstancias: desde el arte-objeto al performance, todo “converge en la movilidad, en los soportes y programas escriturales en los que estoy trabajando”, nos dice el oaxaqueño.
Libertad es una de las primeras colonias fundadas en Tijuana; con ese esperanzador nombre se bautizó un asentamiento urbano delimitado por una valla metálica que indica el fin de México y el comienzo de los Estados Unidos, por lo que ha sido uno de los pasos más utilizados —legal o ilegalmente— para cruzar la frontera. Ahí nació Omar Pimienta, autor de Primera Persona. Ella (La Línea / Anortecer, 2004), La Libertad. Ciudad de paso (CECUT / Conaculta, 2006) y Escribo desde aquí (Pre-Textos, 2010). Podría decirse que los caminos de su obra confluyen en Col. Libertad. Los cimientos de ese asentamiento virtual se hallan en La Libertad. Ciudad de paso, cuyos ejes centrales son la ironía y la crítica —Carlos Ramírez Vuelvas, en “Las instantáneas de La Libertad de Omar Pimienta”, analiza los cuestionamientos que sugiere el libro.
“Dicen que los repatriados forjaron la colonia. / Lo creo. / Libertad: sinónimo perfecto de desalojo”. En los versos ya se advierte la necesidad de cruzar los límites impuestos por la hoja en blanco; pero no se trata de un acto cuyo movimiento rompa con lo anterior, sino de una continuidad que en la segunda fase del proyecto cobra forma en la irónica “Lady Libertad 1”. La pieza reproduce uno de los bocetos de Frédéric Auguste Bartholdi, creador de la estatua ícono de Estados Unidos, en donde la figura de la mujer está parada sobre una pirámide precolombina. El juego propuesto en este nivel de la colonia en construcción cuestiona el límite entre arte y artesanía, pues las reproducciones de “Lady Libertad 1” (hechas en colaboración con Víctor Toscano, yesero de la colonia) se ofertan como cualquier otra curiosidad fronteriza al tiempo que se exponen en galerías y museos como obra de arte. En un aspecto político, al retomar el elemento prehispánico, la figura denuncia la marginación de los pueblos originarios del continente en favor de la prosperidad y la democracia estadounidenses.
“Lady Libertad 1”, de unos cuarenta centímetros de altura, rompió su primer molde tridimensional. Por eso don Marcos, herrero, su hijo Omar, el Laguana, el Chino y René —todos habitantes del barrio tijuanense— construyeron un ágora de metal que reproduce la pirámide y sobre ella se montó a “Lady Libertad 2”, una figura inflable que alcanza los diez metros. Esta pieza, desmontable e itinerante, se expone en distintos lugares de la colonia, pues, en palabras de Omar Pimienta, “es en sí un espacio público”. De este movimiento surgió, parafraseando a su cónsul, la emancipación de Colonia Libertad, un territorio de libre tránsito, donde cualquiera puede hacerse ciudadano, tan sólo con entregar el pasaporte (vencido o no) a cambio del Pasaporte Libre. Este último cruce no es el fin, sino la apertura ilimitada de posibilidades en el espacio virtual. Además de ver “Welcome to La Libertad”, video donde se explica la génesis de la pieza central del proyecto, el recién llegado puede acompañar a Pimienta y Gabriela Torres en su búsqueda infructuosa del poeta colombiano Eli Ramírez, seguir la crónica fotográfica de Frontera Diaria o adquirir el Pasaporte. Ello “te valida como ciudadano de Colonia Libertad y te garantiza la libre circulación a lo largo de la superficie terrestre, marina o aeroespacial de ser requerido. Este pasaporte es infinito”; y sólo tenemos que dar nuestro documento oficial, sujeto a renovación. Parece un buen trato.
Para Omar Pimienta “todas las versiones del proyecto funcionan con mecanismos poéticos conceptuales: apropiación, escritura comunitaria, alegoría y, ya en los rasgos personales de poética, ironía, biografía, entre otros rasgos y poéticas”. Su trabajo “explora, a lo mucho, otros soportes pero parte de la misma práctica conceptual”. En efecto, desde el papel hasta el soporte digital hay una secuencia de los distintos cuestionamientos: Col. Libertad se nutre de la misma fuente. No obstante, cada “fragmentación” —para usar una palabra del propio Omar—, se convierte en otro espacio cargado de nuevas opciones como adquirir la ciudadanía en un territorio emancipado, acto político sólo sugerido en los versos, que se transformaron hasta cobrar o, mejor dicho, anular los límites de su forma en la red. El siguiente nivel de Col. Libertad, nos dice el artista tijuanense, es “la escritura comunitaria de la Constitución libre”, basada en la reescritura de artículos de nuestra Carta Magna y de los Bill of Rights estadounidenses. Si bien ya no es el espacio público como tal, esta nueva etapa continúa con las críticas anteriores y gira en torno al texto y su apropiación.
Además de explorar la escritura, estos proyectos también cuestionan las prácticas de lectura. Efraín Velasco le exige a su “lector que invierta algo de su tiempo y que tenga la susceptibilidad de divertirse. Leyendo de arriba abajo y luego hacia el lado, que haga bizco para ver un poema que no existe, que encuentre conmigo el tesoro, que destruya, que construya, que lea en una posición en particular”. Ello nos hablaría de una lectura activa y propositiva; sin embargo, podríamos decir que este mismo esfuerzo nos lo demanda un poema publicado en soporte tradicional. Para Omar Pimienta es difícil registrar la recepción de sus piezas en un espacio que es un “lugar de tránsito entre el descanso y el trabajo, difícilmente un lugar de esparcimiento” como la Colonia Libertad; aunque ahora que está emancipada en la web es posible habitarla y constituirla.
El trabajo de ambos artistas involucra registros como el sonoro, el fotográfico, el plástico, la instalación, el performance, y su punto de partida es un texto o un mecanismo poético; las preocupaciones planteadas por su obra se ocupan de lo político, social e histórico. Los dos, además de estas piezas, han publicado libros en soporte tradicional, lo cual implica que una cosa no anula la otra, sino que la potencia. Estas prácticas nos invitan a emprender una búsqueda más allá de los territorios textuales, para reactualizar el cuestionamiento y el juego como partes esenciales del acto poético; los dispositivos producidos enfrentan al lector, in situ o en línea, a tomar acciones para ser parte de esos proyectos: reescribir, leer, maquinar, liberarse, desdoblar la poesía en el espacio: la palabra espacio poblando el mundo: la palabra, nuestro hábitat sin límites.