Tierra Adentro
WTB© Danny Willems.

“Ruda, brutal, coqueta, irónica, terrible…”, así comienza el texto de la crítica en danza Anna Kisselgoff  (The New York Times, 1987) refiriéndose a la pieza What The Body Does Not Remember (Lo que el cuerpo no recuerda), con la cual debutó la recién creada compañía belga Última Vez del coreógrafo, director, actor y fotógrafo Wim Vandekeybus.

Veintisiete años después de creada, What The Body Does Not Remember, que le valió a Vandekeybus el prestigioso premio “Bessie” así como reconocimiento internacional, continúa confrontando al público con su derroche de música, movimiento y adrenalina.

Gracias a la XVII edición del Festival Internacional de Danza Extremadura Lenguaje Contemporáneo, que por una semana, año con año, entabla en la ciudad de Monterrey un puente con las corrientes más influyentes y actuales de danza contemporánea en occidente, pudimos presenciar el 22 de octubre en la Sala Mayor del Teatro de la Ciudad de Monterrey esta obra. Con ella pudimos comprobar que el paso del tiempo no es suficientes para mermar el aliento agresivo, excitante, tierno, erótico, repentino y accidental que aún ahora hechizó la atención del público regiomontano, como lo ha hecho con el público de muchos otros lugares en el mundo. El cual se sentía movido a aplaudir entre movimientos en numerosas ocasiones, su atención fija en la increíble destreza física de los ejecutantes y en la repetición de acciones despojadas de la estética formal de la danza. Los espectadores quedaron satisfecho con aquella explosión primaria de animalidad, instinto, belleza y precisión hilvanada con la repetición de acciones que iban desde el rudo contacto y lanzamiento de cuerpos hasta el sutil y delicado juego con plumas.

Momentos antes de comenzar la función, el público enmudeció súbitamente, sin previas instrucciones. Por alguna instintiva premonición conducido al silencio y a la expectativa, algunas cabezas voltearon a los lados confundidas, de pronto un rasgueos, luego el golpear de nudillos contra una tabla de madera seguido de más rasgueos y rasguños, poco a poco la música in crescendo dio pie a un cada vez más agresivo eco de movimiento ensamblando por los ejecutantes. Un músico al centro del escenario, frente a una caja de madera, en cada flanco un bailarín retorciéndose en el piso haciendo planchas y giros articulando y desarticulando cada vez más violentamente, combinando la percusión con movimientos enérgicos y entrecortados.

De pronto, la acción cambia, el músico desaparece. Entra un bailarín, seguido de otro y otro, en total nueve intérpretes (Jorge Jauregui Allue, Zebastián Méndez Marín, Aymara Parola, María Kolegova, Livia Balazova, Eddie Oroyan, Pavel Masek, German Jauregui Allue y Revé Terborg) corren de un extremo a otro del escenario, desprovistos de la usual estética atribuida a los movimientos de danza que suele ocupar la imaginación norteña cuando en ese arte. En esta pieza, Wim Vandekeybus forja una estética de lo ordinario hecho extraordinario.

En vez de giros estilizados y formas hechas para enaltecer la grandiosidad del hombre o demostraciones superficiales de expresividad se reitera una y otra vez la construcción y la destrucción de ciclos y la relación entre los elementos activos en el escenario; incluyendo la música, producción original de Thierry de Mey y Peter Vermeersch, cuya capacidad evocativa transporta al espectador y lo empuja a comulgar con los juegos establecidos por los ejecutantes que se confrontan entre sí preservando una individual particularidad de movimiento así como la sensación de ser un sistema activo.

Eran visibles, casi tangibles, las líneas conectado los movimientos precisos de los bailarines siempre en el lugar indicado en el momento justo para atrapar, por ejemplo, bloques de ceniza que en un momento de la obra se lanzan tejiendo un funcional caos de movimiento. Los nueve bailarines se dividen e intercambian tareas evocando con soltura una partitura de movimiento cuya extraordinaria calidad evoca la espontaneidad de las improvisaciones. Los bailarines crean caminos hechos con los bloques que se lanzan para luego atrapar en el último momento, a un instante de caer.

La pieza en su totalidad es un ciclo cuya intensidad incrementa alimentando la sensorialidad de los espectadores. Se crean atmósferas que evocan lo frenético, lo violento o lo sutil. En numerosas ocasiones el público no logra contener la risa ante los juegos construidos por los bailarines. De pronto se inicia un cómico ir y venir de un extremo a otro del escenario intercambiando prendas de vestir o coloridas toallas acentuando el esculpido y armonioso cuerpo de baile. También hay geniales momentos donde los planos espaciales cotidianos se interrumpen con el sencillo gesto de colocar una silla con el respaldo al piso y sentarse en ella con aparente cotidianidad, evocando poses de retratos familiares típicos de la burguesía. Lo cómico interactúa con lo violencia, sobre todo al principio y al final de la pieza cuando los bailarines movidos por el rasgueo y golpeteo de las percusiones o la celeridad frenética de violines explotan su habilidad física y evocativa. Hacia el final de la obra se establece un peligroso juego donde algunos de los ejecutantes intentan pisar a sus compañeros demostrando increíble coordinación, tanto los agresores que se abalanzan sobre sus compañeros como cazadores sobre su presa, como los que están en el piso esquivando los saltos efectuados con tal potencia que de dar en el blanco fácilmente podrían romper algunos huesos.

La pieza no es solo adrenalina al máximo. Es el contenido obtenido a partir de la formas. Lo que el cuerpo no recuerda, o sí en el caso de los bailarines sobre el escenario, es el instinto, los poderes de atracción y repulsión, la capacidad mimética para evocar a la vez lo maravilloso y lo terrible. Para construir atmósferas altamente emotivas, en ocasiones recurriendo a gestos mínimos con alto grado de significación. En palabras de Anne Kisselgoff: “El gesto o movimiento ordinario expuesto de pronto con una profundidad significativa con una temible verdad en ella”.

Para más información sobre el trabajo del artista Wim Vandekeybus se invita a ver un trailer de la pieza What The Body Does Not Remember y visitar la página de la compañía Última Vez.

 


Autores
La redacción de Tierra Adentro trabaja para estimular, apoyar y difundir la obra de los escritores y artistas jóvenes de México.
nació en Monterrey, Nuevo León, México, 1991. Cursa actualmente estudios de Literatura Mexicana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Participó como ponente y creadora en los encuentros y congresos organizados por la Red Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura (REDNELL) en D.F., Querétaro, Mérida y Tijuana ininterrumpidamente desde el 2010 al 2012. En febrero del 2013 ganó el Primer lugar en el Slam Poético 3.0: Sobrevivientes del 2012 y participó como jurado en el Slam Poético 4.0: Monterrey es un laberinto (junio 2013). Ha sido publicada en Puño y Letra (Monterrey, 2012), La regia cartonera (Monterrey 2014), Los bárbaros del norte (CONARTE 2014), el periódico Barrio Antiguo (Monterrey 2014) y la página de internet de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (FUNDEM 2014).