Yo, mi primer libro (Cernuda)
Escribí este epílogo para la tercera edición de mi libro de poemas que aparecerá próximamente en edición limitada publicada en coedición por Indetil, Ameicah y Eternos malabares.
En noviembre de 2008 el impresor puso en mis manos el primer ejemplar de mi libro de poemas, No recuerdo el amor sino el deseo. Han pasado seis años de ese emocionante episodio y en este lapso le han sucedido varias cosas a ese librito. Lo releo ahora por la afortunada circunstancia de que llega a su tercera edición, gracias a la generosidad del poeta Alejandro Campos Oliver, y me vienen a la mente las anécdotas que desencadenaron la escritura de muchos de esos poemas o los momentos y los sentimientos que me embargaban mientras los escribí. Por eso, como Luis Cernuda, creo que yo soy mi primer libro pues me retrata de cuerpo entero o, mejor dicho, retrata aquel que fui, aquel que los escribió, ya que hoy en día me siento muy lejano de esos poemas, los leo con cierta extrañeza, aunque fueron, desde luego, los poemas que quería escribir y publicar.
En estas páginas están reunidos algunos de los poemas que escribí entre 1998 y 2008, periodo en el que escribí también muchos otros más pero que de última hora saqué del libro para darle una unidad temática de acuerdo al nombre general, tomando un verso de Severo Sarduy, que los ampara a todos. Así que además de escribir los poemas uno también tiene que fungir como curador de su obra para ofrecerle al lector una ruta de lectura. En fin, que al tratarse de poemas tempranos es el libro de un poeta que reconoce sus lecturas y su deuda con sus autores titulares: “Días de 1998” es, desde el título, un homenaje a Kavafis y está dedicado a mi “amoroso y porfiado amor primero”, diría Owen. Por cierto, además de Kavafis y Owen, hay mucho de Villaurrutia, de Cernuda pero también de Penna (“Vano combate”), de Gil de Biedma, del peruano Jorge Eduardo Eielson (la primera y tercera parte de “Memorial del cuerpo”), de Auden, de Gonzalo Rojas y en esta relectura incluso encuentro al Carlos Fuentes de La región más transparente.
Cuando apareció No recuerdo el amor sino el deseo hubo pocas críticas que repararan en él (me refiero a menciones, reseñas y esas cosas que algunos poetas buscan con afán), ninguno público. Sólo en privado un par de amigos se manifestaron. Guillermo Fernández me dijo con su característica sinceridad y con unos tequilas encima: “¿Tienes que decirle a todo el mundo que eres puto?”. Y Mario Bellatin: “Lo leí imaginando que Xavier Villaurrutia volvía a caminar por las calles de la ciudad”. Tal vez hubo un par más pero ya no los recuerdo. Y no más de esos y, repito, ninguno público.
El mejor reconocimiento vino de los lectores: esa primera edición ahora prácticamente está agotada (algo que es difícil que le suceda a cualquier libro de poesía); sólo conservo unos cuantos ejemplares como una curiosidad bibliográfica. Don Cellini, profesor de la Universidad de Michigan, hizo su lectura, anónima y lejana, y más tarde me escribió diciéndome que lo quería traducir. Esa traducción al inglés llegó sin que yo la pidiera o la buscara y fue publicada por Floricanto Press en 2013 con el título Desire I remember but love, no. Para preparar esa edición tuve que releer, revisar y corregir el libro luego de no hacerlo desde su aparición y también cotejé las versiones en español y en inglés, lo cual ayudó a que notara algunas modificaciones que quería hacer, y nada más, nunca me propuse alterar el sentimiento o el motivo que los impulsó. Sin embargo, por la distancia y las premuras se fueron varios errores que ahora he querido remendar en esta tercera edición. Así que he vuelto a corregir algunas erratas y palabras que se fueron en la edición de 2008 y después en la versión en inglés, de manera que puedo decir que esta es la edición definitiva de este librito.
Ya no recuerdo dónde escribió Borges: “Tres suertes puede correr un libro de versos: puede ser adjudicado al olvido, puede no dejar una sola línea pero sí una imagen total del hombre que lo hizo, puede legar a las antologías unos pocos poemas”. Las tres tienen altas probabilidades de suceder y uno como poeta no sabe con certeza a cuál está destinado su libro de versos, menos si se trata del primero. Al menos, hasta ahorita, No recuerdo el amor sino el deseo ha corrido con la buena fortuna de llegar a su tercera edición en seis años, lo cual no es poca cosa para estos tiempos que desdeñan la poesía. Lo que suceda después ya no estará en mis manos: una vez más queda en la generosidad de sus lectores.
Ciudad de México, octubre de 2014.