Tierra Adentro
Fotografías de Julio Pineda

La exposición más reciente de Daniel Guzmán (Oaxaca, 1964), Death Never Takes a Vacation, en la galería Kurimanzutto, nos permite ver una nueva faceta en la obra del artista. En esta entrevista, Guzmán habla de esta nueva serie de dibujos, del uso del color y los motivos que lo llevaron a realizarla, así como de sus planes a futuro, que incluyen la publicación del libro Chromosome Damage a principios de agosto del 2015.

Daniel Guzmán es conocido por sus crudas composiciones, que no tienen límites cuan­do se trata de la exploración en la materia y la figuración. La sutil composición de Matisse y la perspectiva caótica de Munch colisionan en un plano donde la figura de la mujer se en­cuentra transformada entre estados matéricos y espirituales. En esta nueva serie de dibujos, Guzmán es capaz de retratar una transición de figuras y personajes que van desde lo más abstracto hasta lo más figurativo, revelando estados emocionales que convergen entre los singulares trazos del artista. Esta exposición es un claro ejemplo de que el dibujo en México se encuentra más vivo que nunca.

Me llama mucho la atención el hecho de que es la primera vez que se presenta algo de tu tra­bajo con el uso del color. ¿Qué puedes comen­tar al respecto?

Yo creo que por ahí debe de haber alguna obra que haya hecho antes con color, aunque no ha sido una constante en mí. Suelo trabajar con tinta sobre aguadas y en blanco y negro; ésta es la primera vez que la gente puede ver color en alguna parte del trabajo.

¿Fue fácil esa transición de sustituir el trazo negro por color?

No es tan tajante ni tan drástico. Creo que hay una transición; si entiendes el proceso de tra­bajar con aguadas y una degradación de gri­ses, el color en sí no tiene problema. Además, todo es usado de una manera muy contrasta­da, los colores que están ahí se contrastan con tierras, con negros, con cafés muy oscuros: muy sencillo en ese sentido, y es así como lo quería trabajar.

¿Cuál es el origen de esta serie?

Proviene de una portada que diseñé para el grupo de José Cruzvillegas. Él hizo un proyec­to de cumbias para La Tallera, en Cuernavaca, e invitó a una serie de artistas visuales para hacer una selección de sus cumbias favoritas y, además, una portada para la colección de canciones. Yo hice un dibujo de una señora gorda y nalgona con pasteles y acrílicos, ahí fue cuando agarré eso otra vez. Dije: voy a ha­cer una figura, y salió una señora en ese estilo.

El tema central de esta serie es este personaje, una especie de deidad, esta figura femenina de la madre tierra, que pudiste retratar desde una perspectiva clásica para irla deformando hasta que pareciera algo grotesco.

La figura de la diosa madre, la Coatlicue, trasciende y toca esos puntos como evolu­ción/ebullición de la naturaleza. Está hecha como una especie de rompecabezas, como un Frankenstein; está hecha de serpientes, piernas de aves, bustos muy femeninos, todo junto. Creo que como metáfora de la evolu­ción y de cómo se transforma la materia, sí está muy cercano a eso: una cosa en trán­sito, algo que se está transformando. Es de ahí que la figura de la mujer se empieza a dis­torsionar, se empieza a disolver en una cosa más monstruosa.

Dibujos de Daniel Guzmán

Dibujos de Daniel Guzmán

¿Cuál es tu fijación con la figura femenina? ¿La considerarías como una plataforma para ser adorada y al mismo tiempo destruida?

Yo creo que ése es el doble papel de la dio­sa madre, que da vida pero también destru­ye. Ellas son receptáculos de los muertos, vuelven a ser cavidad, a ser tumba… Nace­mos de eso y regresamos a una tumba que es un hoyo en la tierra. Esas dos formas de relacionarse con lo femenino están presentes en la serie. Hay muchas cosas de mi trabajo que tocan esta relación con la mujer, con el objeto amoroso —si lo quieres llamar así—, de una manera más sarcástica, tal vez con un humor oscuro. Aquí me interesaba más la parte sensual y carnal, por eso el uso de ma­teriales como el carbón, el pastel, el acrílico, para que se sintiera delicado, pero también pesado, como la acumulación de materia en algunas partes del dibujo.

Los materiales que empleas en esta serie pa­recen llevarse muy bien con el papel estraza, se forman unas arrugas que van centrando la imagen en él. ¿Cuál fue la razón para usar este papel en particular?

Es un papel con el que he trabajado durante mucho tiempo —lo he usado desde que esta­ba en la escuela—, aunque no he mostrado muchos dibujos sobre ese material. No me parece raro que ahora tuviera el rol principal; en vez de usar un papel más fino, opté por usar uno mucho más humilde, mucho más barato, pero con otras cualidades que el re­finado no tiene.

¿El título Death Never Takes a Vacation viene de una canción de blues?

Sí, es una frase de una canción que se llama «Death Don’t Have no Mercy», del reverendo Gary Davis. Estaba escuchando la canción y de pronto me saltó la frase. Esa frase englobó todo lo que estoy haciendo ahora y de cierta manera se convirtió en la marca de las cosas que quiero hacer en un futuro. Todos los dibu­jos de esta serie llevan un sello que tiene esa frase en la parte de atrás. Ahora todo lo que haga —dibujos, discos y demás— va a llevar este sello atrás, una forma de ubicarte en ese momento de transición entre el presente y lo que vendrá.

También te permite reevaluar lo que has hecho para llegar a este punto en tu carrera. Parece que estás retomando un dibujo mucho más ex­presionista, de cierta forma.

A mí siempre me han gustado los expresionis­tas, Gross, Beckmann, Dix, Munch. Por otro lado, en la serie había un acercamiento hacia otro tipo de dibujo que me gusta, que trata la figura femenina como Matisse, de Kooning, Philip Guston; por ahí va.

¿Ésta es una continuación de lo que se exhibió en el Drawing Room, en Londres, a finales del año pasado?

Toda la serie ya estaba hecha, tuvimos la oportunidad de presentarla allá y lo que hici­mos fue llevar una parte a Londres para Chro­mosome Damage. Se presentó una selección de treinta dibujos de la serie, que yo mismo  escogí. En Death Never Takes a Vacation se presentó otra parte de la serie —aunque no están todos, ya que son más de ciento diez dibujos.

No habías tenido una exposición en Kuriman­zutto desde el 2009. ¿Qué se sintió regresar a casa?

Me sentí muy tranquilo y bien recibido. Fue muy emotivo. Siempre han estado abiertas las puertas para exponer, pero por muchas cir­cunstancias no se había dado. Ahora llego con esta nueva serie y creo que todos esta­mos contentos de que haya sido así.

Me parece admirable que se hayan dado a la tarea de presentar una exposición, de manera formal, centrada en el dibujo. No es común que se presente algo así en la galería.

Yo creo que sí, creo que ellos son muy respe­tuosos con la naturaleza del trabajo que uno haga, así como del tipo de técnica y soporte que uno escoja. Me parece que en eso no hay ningún problema con la galería, ellos no tien­den a empujar hacia un lado u otro, nunca han dicho que algo tiene que ser de cierta ma­nera. Siempre están abiertos a los proyectos que presenten los artistas, comprometiéndose con cada uno de ellos. Si algún artista quiere presentar una exposición de puros ladrillos, así se presenta; si alguien quiere presentar una exposición con puras bailarinas, también se hace. En ese sentido no hay límites.

En relación al formato, ¿fue una decisión cons­ciente la de producir toda la serie en el mismo tamaño? ¿A dónde te gustaría llevarla?

Va a seguir en el mismo formato y con la mis­ma técnica. Estoy localizando puntos de inte­rés formales y de resolución de la figura y de los temas. Creo que eso puede ir encontran­do otro camino, pero bajo las mismas reglas.

Dibujos de Daniel Guzmán

Dibujos de Daniel Guzmán

Esta serie, más que un homenaje, me parece una especie de guiño a José Clemente Orozco.

No sólo en este momento, desde hace un buen rato he tenido un diálogo cercano con las for­mas de ver y realizar las cosas de Clemente Orozco. La capacidad de síntesis y de expre­sión en el modelo que tenía el maestro siempre me han cautivado. Eso por una parte; y mucha gente también ve cercana esta serie a otro au­tor de Jalisco: Chucho Reyes, que hacía obras sobre hojas de papel de china y que trabajaba motivos folclóricos, cosas un poco naive, pero que tenían una solución elegante sobre este papel para envolver regalos, que es muy frá­gil. Por ahí tiene unos guiños a eso también.

Si no existiera alguien como tú, consciente de la escuela donde aprendió, de sus inspiraciones y puntos de referencia, no habría alguien echán­dole flores a los muertos. ¿Crees que es impor­tante, de cierta manera, rendir homenaje a la escuela tradicional mexicana?

No busco hacer un homenaje, sino un acer­camiento a los artistas. Para empezar, no los veo como personas muertas, esto es un tra­bajo vivo porque se conserva, lo puedes leer, percibir; es palpable. Ésa es la magia del arte, de los creadores. Las cosas están ahí para te­ner un diálogo, pero ese diálogo nos permite crear un vínculo con los que están vivos, con nuestros contemporáneos. Yo lo veo así, es un diálogo vivo, no con algo que está muerto o que está en el pasado. Digo que es una forma de encontrar una relación en el pasado pero ubicada en el presente, lo que te interesa en este momento.

¿Fue difícil seleccionar sesenta y cinco piezas para esta última exposición? Sintetizar la serie a casi la mitad suena a un proceso complejo.

No fue tan difícil. Para empezar, vimos toda la serie junta. Hice una primera selección y se la mostré a la galería, se hizo uno que otro cambio pero desde el inicio ellos estuvieron de acuerdo conmigo. Pensamos que esa can­tidad era suficiente para la exposición, con la intención de no cargar demasiado el espacio con los dibujos.

Muchas de las obras en la exposición están presentadas como núcleos, algunas imágenes parecían ser derivaciones de otras. ¿Qué me puedes decir de esta transición?

Todas van en una cadena de transición, de repetición. Hay unos cambios más drásticos entre una y otra, pero en general se van acom­pañando a lo largo de la serie.

¿Sería una transición de lo bello a lo grotesco?

No pienso nunca en términos de belleza y feal­dad. Me gustaría que se conservara cierto hu­mor en la forma de hacer las cosas, hasta en cómo presentar los textos de lo que aparece ahí, de lo que se dice. A lo mejor me gusta­ría que fuera un poquito más oscuro el final de algunas piezas. Como un carácter un poco más sombrío, menos lumínico, pero no por eso menos vivo.

Algunas piezas de la exposición estaban acom­pañadas por textos, ¿qué me puedes decir res­pecto de esto?

Así es, se trata de las primeras piezas que hice de la serie. Hay varias referencias literarias: es­tán Sartre, Camus… Yo estaba leyéndolos al empezar con la serie, entonces tomaba algu­nos fragmentos que para mí venían al caso con ella.

¿Cuál es tu siguiente paso?

Continuar con esta serie, llevarla hasta un punto donde yo crea que ya se canceló. Creo que lo que tengo que hacer ahora es sentar­me a verla toda, evaluar todos los caminos que tiene y hacia dónde pueden llegar algunas cosas, todo esto sin un final inmediato. Hay que dejarla fluir y ver hasta dónde topa toda esa materia, sin detenerme. Tampoco voy a dejar de hacer otras cosas, tengo ahí algunas esculturas y acciones pendientes.

También estás en el proceso de formar un co­lectivo de artistas.

Así es, ya está formado el colectivo que pre­sentamos en la galería Diéresis, en Guadala­jara, para la exposición La llamada de un Dios extraño, entonces por ahí saldrán otras cosas que no tienen nada que ver con este lado del dibujo, pero quizás están empapadas de cierto nivel sombrío o cierto nivel de diálogo con esto que hemos platicado.

¿Ya tiene algún nombre ese proyecto?

Sí, se llama Gabinete Homo-Extraterrestre. Surgió de un libro que tenía José Luis Sán­chez Rull que habla acerca de la percepción de lo femenino en ciertos puntos de la histo­ria, la cercanía con las brujas, con este lado pagano y oscuro de lo femenino y la sexuali­dad. El término «gabinete» lo sugirió Sán­chez Rull como un grupo de estudio que se dedicaba a analizar este fenómeno, traba­jando en la exposición de Guadalajara nos pareció divertida la idea de que podíamos ser un gabinete, pero de extraterrestres, algo todavía más visceral.

Dibujos de Daniel Guzmán

Dibujos de Daniel Guzmán

Tú ya has tenido experiencia como curador en el pasado, pero en este caso el colectivo es con gente muy cercana a ti. Me imagino que así todo fluye mucho mejor.

Sí, como lo comenté en una plática en soma, los conoces y confías en su talento, confías en tu intuición y eso te permite abrirte a su trabajo.

Esto también te permite ver otras posibilida­des de tu propia obra.

Así es. Un acercamiento a las cosas que me gustan, como la música, la literatura, ciertos fenómenos religiosos que nos interesan.