Tierra Adentro
Protestas en Cali contra la reforma tributaria de Duque y Carrasquilla, 1 de mayo de 2021, autor: Remux, Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.

No puedo, ni quiero, ni debo renunciar a un sentimiento básico: la indignación ante el atropello, la cobardía y el asesinato.

Rodolfo Walsh

Lo que sucede en Colombia es digno de Pinochet, Videla y Somoza —pero peor, porque estamos en 2021. El mazo del eterno retorno golpea nuestra memoria. Veintiséis cuerpos muertos afloraron en los últimos cinco días en las calles de Cali, Bogotá, Medellín, y en numerosos rincones de la zona rural del país.

¿Quiénes son los difuntos? Los mártires de siempre, los manifestantes, “Los nadie1 del poema de Eduardo Galeano: jóvenes estudiantes, líderes y lideresas sociales, miembros de las etnias indígenas, elementos de una clase trabajadora que no tiene trabajo. ¿Cuántos muertos más habrá en esta lista negra? Imposible saberlo —escribo estas líneas el tres de mayo, a solo dos días de la jornada internacional de los trabajadores, otra fecha que vuelve a golpearnos la memoria.

¿Qué sucedió? Habría que explicarlo como un drama en tres partes y un epílogo desconocido.

Prólogo: El gobierno del presidente Iván Duque (el títere político del expresidente, exsenador y expresidiario Álvaro Uribe Vélez) enfrentaba un panorama político adverso; en 2019 su ministro de defensa renunció tras el escándalo mediático que suscitó el bombardeo del ejército a un campamento guerrillero con dieciséis niños; meses antes, el financiamiento de su campaña fue puesto en entredicho por sus vínculos con Odebrecht y sobre todo con el narcotraficante Ñeñe Hernández, abatido en Brasil en mayo de 2019.

Para completar, el asesinato de lideresas, líderes sociales y desmovilizados de las guerrillas que entregaron las armas tras el acuerdo de paz en 2016 no hacía sino aumentar, así como los falsos positivos: las ejecuciones extrajudiciales de las Fuerzas Militares cuyo número, que crece conforme se descubren las fosas comunes, se estima en más de 6400 —campesinos, jóvenes desempleados e incluso soldados que fusilan y luego disfrazan de guerrilleros porque valen más como un número para incrementar las “estadísticas de efectividad”. He ahí el telón de fondo.

Estadísticas de Temblores ONG (https://www.temblores.org/ ) sobre la violencia estatal en medio de las manifestaciones al 3 de mayo de 2021.

Estadísticas de Temblores ONG (https://www.temblores.org/ ) sobre la violencia estatal en medio de las manifestaciones al 3 de mayo de 2021. Estadísticas de Temblores ONG (https://www.temblores.org/ ) sobre la violencia estatal en medio de las manifestaciones al 3 de mayo de 2021.

Primer acto: En plena crisis sanitaria el gobierno de Duque propuso una reforma tributaria (impuestos a productos básicos como el arroz, el huevo y el café) para “amortiguar” el coste de la pandemia y unas supuestas pensiones sociales que terminarían pagando mayoritariamente las mismas personas a quienes debían beneficiar en un principio.

Entretanto, la rentabilidad financiera de los bancos subía como palmas (llenando el bolsillo de Luis Carlos Sarmiento Angulo, la versión colombiana e híbrida de Carlos Slim y los Rothschild) mientras la producción real del crecimiento económico (la agricultura, la manufactura y el comercio) bajaba en picada como cocos.2

Pero el peor agravante lo constituye el gasto de 4 mil millones de dólares en la compra de 24 aviones de guerra3 por parte del gobierno en tiempos de crisis económica y, peor aún, cuando la amenaza de las guerrillas es mínima en comparación con el resto de problemas de salud y educación en el país. ¿Cuál era la excusa? Una desventaja militar respecto al armamento de Venezuela. ¡El gobierno se ocupaba de una improbable y ridícula guerra antes que en los tanques de oxígeno y las vacunas para el COVID-19!

La reforma tributaria fue la gota que rebasó la copa; y la gente salió masivamente a protestar.

Segundo acto: Si un pueblo marcha en medio de una pandemia es porque su gobierno es más peligroso que el virus. Con manifestantes en todas las ciudades y zonas rurales de Colombia, el 28 de abril sentó un precedente histórico.

Casualmente la semana pasada el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), arrojó sus estadísticas anuales sobre la pobreza y mostró que la política de reactivación económica fue un fracaso, pues solo se crearon 270 mil empleos cuando se perdió el doble y las cifras de la pobreza también subieron al doble4.

¿A quién se le ocurre combatir el hambre con un alza en los impuestos de los productos alimenticios que consumen las clases más pobres? Al presidente y a su ministro de hacienda. Por tanto se decidió un plantón que duró dos días para pedir el retiro de la reforma tributaria. La represión de “las fuerzas del orden” no se hizo esperar y dejó, según los primeros datos, una decena de muertos y cientos de heridos.

En ese momento la situación era grave pero las cosas todavía no se habían salido de control. Sin embargo, el 30 de abril, Álvaro Uribe —que realmente dirige el poder militar y político del país— apretó el gatillo: a través de su cuenta de Twitter exhortó a la fuerza pública a usar las armas “para defender el orden” y a la ciudadanía a apoyar su violencia legal (siendo Uribe mismo quien organizó, entre otros, los grupos paramilitares de las CONVIVIR en los noventa5):

uribe

Las afirmaciones de Uribe fueron el preludio a una ola de brutalidad policíaca, vandalismo y una atmósfera de estado de sitio que ya es una masacre y está a poco de convertirse en una guerra civil. Horas más tarde los administradores de Twitter borraron la declaración por la incitación a la violencia, como ocurrió hace algunos meses con Donald Trump.

(Aunque nos distraiga de los hechos actuales, la relación ideológica entre Trump y Uribe merece una acotación.6)

El gobierno retiró la reforma tributaria prometiendo ajustes para pasar una nueva propuesta y al día siguiente el rapaz ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, presentó su renuncia.

Tercer acto: Pese a la victoria parcial de los manifestantes el mal mayor ya estaba hecho: más de mil casos de violencia policial (cabezas rotas, rostros desfigurados, ojos perdidos por el impacto de las armas policiales), nueve casos de agresión sexual (¿a quién se le ocurre aprovechar el caos para violentar a una mujer, un joven?) y una tasa de muertes que hasta el día de hoy se estima en veintiséis pero que podrían ser muchos más.

Desde luego, este marco abre el campo a las acciones de vandalismo y crimen de una sociedad conformada por hijos de la miseria, la exclusión y el abandono político. Los medios oficiales en Colombia dicen poco o nada al respecto, pero una cadena solidaria de información a través de redes sociales se ha establecido entre los manifestantes, que denuncian los brotes de violencia policíaca.

Nos están matando. Nos siguen matando. El miedo, el insomnio y una tensión nerviosa se apodera de la sociedad. Una estela de sangre cubre las calles del país y un dolor indeleble se acumula como un karma social a espaldas de un gobierno que cada vez parece más una dictadura.

Epílogo: …

1 Los nadies

Sueñan las pulgas con comprarse un perro
Y sueñan los nadies con salir de pobres
Que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte;
Pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznitas cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba

Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada. (…)

Texto completo diponible en: http://www.rizoma-freireano.org/los-nadies-eduardo-galeano

2 El tema se explica con cierta amplitud en la siguiente columna: https://cuartodehora.com/2021/04/25/banca-impuestos-y-crisis/

6 En sus más recientes declaraciones, Uribe habla de “La revolución molecular disipada”, una delirante narrativa conspirativa con tintes antisemitas, fascistas y militaristas según la cual Foucault, Guattari, Deleuze y los pensadores franceses de Mayo del 68 promueven la revuelta individual (premisa falsa) para desarticular del Estado de Derecho debido a su origen judío y a ser hijos de padres homosexuales. Así pues, el deber de los jefes de estado es usar el aparato militar estatal y todas las armas que estén a su alcance para reprimir esta “revolución molecular” de corte comunista que los llevaría a una guerra civil. Una aguda exposición al respecto se encuentra en: https://threader.app/thread/1389352891715133441