Tierra Adentro
Foto de Kristina Nor. Recuperada de Pexels.
Foto de Kristina Nor. Recuperada de Pexels.

Aliviar, es decir, una tentativa hacia lo ligero. 

Tentare. Probar con el tacto. Palpar. Experimentar.

Aliviar el dolor, volver táctil la ligereza que está contenida en el dolor.

El dolor es, primero que nada, exceso.

Exceso de cuerpo, de mundo, de decir.

Exceso, en su motivación original, implica abandono.

Del francés abandonner, dejar en poder de.

Seré más preciso. El dolor es ceder, suspendernos ante el mundo, ante el cuerpo, ante el decir.

El dolor también es, muchas veces, inflamación.

Inflammatio, en el esplendor de la lengua latina, aquella que sabía exactamente dónde empezaba y terminaba el logos griego, significa incendio adentro.

Que un órgano se inflame asumiría que desconoció sus bordes.

El abandono de la forma es la pulsión que inaugura al fuego.

El fuego no tiene caducidad, solo admite intermitencias entre una ceniza y otra.

El cuerpo sí es caduco.

El cuerpo solo tiene derecho a emular una sola vez la ceniza.

Aliviar el dolor es intentar alejarse de todo fuego.

Es decir, retrasar la caducidad de la carne lo más posible.

Y así, aceptar que el dolor es, sin más, un recordatorio de la vigencia del cuerpo.

Dolor emana del eco latino dolare, labrar.

Se labra el cuerpo en el dolor.

Me refiero a que se somete al organismo a una resignificación de sus límites.

El cuerpo está ahí, moviéndose con la gesticulación insistente de los días. No siendo más de lo que ya era, hasta que algo modifica la carne.

Se le exige al órgano una manera que no es la suya.

El dolor es cambio.

Cambio, esa palabra tan brusca que asociamos con una fisura sin retorno, es en su inicio celta, una aproximación a la curva (Kambo). 

Kambo, o mejor escrito, kamb-, doblar.

Aliviar el dolor, es decir, resistirse al doblez.

Doplus, dos veces la misma cantidad.

El dolor sería, evidentemente, alojar en una sola persona, dos veces un cuerpo.

Me explico mejor, asumirse en dolor sería algo así como no caber dentro de uno.

Ir hacia afuera. Pasarse de la raya. De nuevo, el exceso.

O mejor dicho, la pérdida de equilibro.

Perder o perdere, dejar. Equilibrio o aequus (igual), libra (balanza).

Dejar la igualdad.

El dolor, un cuerpo entregado a la asimetría.

Aliviar el dolor, es decir, devolverle a la carne su simetría.

Regresar a la igualdad.

El alivio es, entonces, un problema geométrico.

La geometría más que preocuparse por las propiedades de la forma, testifica la naturaleza de los cambios.

Un analgésico es una afrenta contra el cambio.

La analgesia es la suspensión del dolor.

Pendere, estar colgado.

Aquí, el cuerpo como un péndulo.

Su oscilación entre el equilibrio y el exceso. 

Aliviar el dolor, o en otra sintaxis, aspirar a la pausa. 

Desde Homero, pauein, cesar, apaciguar.

O mucho antes, desde el indoeuropeo paus-, dejar.

Un analgésico implica infringir una distancia.

Distancia con el propio cuerpo.

Distantia, armado del prefijo dis-, divergencia.

La raíz sta- donada del verbo stare, estar detenido.

Detener el dolor.

La mayor distancia a la que puede aspirar un cuerpo de sí mismo es el sueño.

Preciso esto último, el analgésico superlativo al que puede acceder el cuerpo es el sueño.

Sosegar, o más bien, sedare, calmar.

Llega Sor Juana a decir, y claro que yo le creo:

el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo.

Decir que la muerte alivia todos los dolores es una mentira.

Cuando alguien muere, dicen Ya va a descansar.

Campsare, doblar.

Algo así como que morir es desdoblarse.

Regresar a la unidad.

Regresar tanto que ya no se advierte forma alguna.

Algo sin forma no puede concretar la simetría.

Lo que estoy tratando de mostrar, y al contrario de lo que la oralidad se permite, es que la muerte no es analgésica porque en ella ya no existe la oportunidad de la forma.

Solo el cuerpo en gerundio exige las maneras del volumen, de sentir y, en consecuencia, padecer.

Lo que quiero decir es que en la muerte no hay una tentativa sobre el cuerpo.

Tentare. Experimentar.

Si la experiencia corporal queda anulada, el analgésico no tiene dónde ser.

Es redundante, pero para que algo duela, se necesita cuerpo.

La muerte no es una consecuencia del cuerpo, es su negación.

Para reconocerse cuerpo se necesita dolor.

Lo que quiero decir es que el cuerpo reafirma sus maneras cuando el órgano discute sus límites.

La analgesia implica así una contención del cuerpo. 

Una tentativa de retrasar su motricidad, más nunca anularla.

El cuerpo exige la continencia. 

Una regulación de sus ambiciones hacia afuera.

Posponer la desaparición.

Aliviar, levis, sublevar.

Aliviar el dolor, es decir, sublevarse contra la desaparición del cuerpo.

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