Tierra Adentro

Titulo: Be y pies

Autor: Gabriel Wolfson

Editorial: Tumbona Ediciones

Lugar y Año: 2015

Be y Pies (Tumbona, 2015) de Gabriel Wolfson cumple aquello que anuncia su elocuente contratapa: un ejercicio literario cruzado completamente por eso que el paladín del antinovelismo y entusiasta de la marginalidad, Enrique Vila-Matas, dio en llamar, el asco de relatar. Un libro, compuesto por dos únicos textos, “Be” y “Pies”, que se entrega a la constante, pero no definitiva, derogación del argumento y a una total fidelidad hacia la maleabilidad del lenguaje. Diferencia evidente en tanto que las prestaciones y rendimiento plásticos del lenguaje son trascendentales para Wolfson. De lo cual es evidencia su lúcida construcción de una prosa que exige de quien lee una entrega sin recelo al vértigo de su ritmo (muy en la estela de las de Saer o Bernhard). Construcción que se vale (como en los citados), casi exclusivamente, del retórico acomodo de comas para dosificar descripciones, memorias, escenas, reflexiones, las cuales no son contextualizadas sino, más bien, como acompañadas en su devenir. Y así suspender la trama como si ésta fuera inútil o insignificante. De ahí también que en ambos textos el protagonismo sea menos el de los personajes (Jota y Hugo, un peluquero, un oscuro empresario, un semi dramaturgo), que el de una suerte de objetivismo de la prosa que habilita un espacio sobre el que el lenguaje se extiende, demora, divaga y pliega sobre aquello mismo que narra. El mecanismo ralentiza el argumento ensanchándolo con implicaciones veladas y alusiones, y el efecto se acrecienta con la vecindad de los párrafos sueltos que hacen al libro y que no suponen ni indican una relación sucesiva, cíclica o gradual entre ellos.

Sin embargo, la pretensión de Be y Pies con y a través del lenguaje no es un hueco formalismo, ni el abandono al festejo de la escritura en tanto proceso, como tampoco una aplicación vintage del hedonismo barthiano. Aquello que la contratapa destaca como virtud en el trabajo de Wolfson, el idealizado límite desde el cual enmarcar su lectura, apunta también a lo que deja fuera y que, quizás, sea incluso más válido dado los temas que toca de manera oblicua. Como si debajo de ese oleaje prosístico que son las frases de Wolfson, intencionadamente o no, se moviera una trama vaporosa, apenas aludida, invizibilizada por la marea del lenguaje. Un argumento en el que, apenas se intuye, se juega más que el sólo deseo de conducir al lenguaje, en espiral, hacia el inofensivo callejón del onanismo. En el reverso de un literatura que se las ve, prioritariamente, con el lenguaje, que resta decibeles al argumento también hay, como en  Be y Pies, una forma de narrar en que el relato se da por consecuencia o accidente. Una trama residual, siempre entre su cristalización y el desengaño. Y no por ello menos relevante o atendible que el privilegio por la palabra. El relato de dos protagonistas, uno por texto, inmersos en una desdibujada precarización laboral y las concesiones para salir de ella. La reducida historia de Jota y Hugo sujetos de relaciones jerárquicas insinuadas, amablemente coercitivas que les prometen y conducen a aceptar propuestas de trabajo con un oscuro empresario y un semi dramaturgo. Una historia de propuestas laborales grises, diluidas e inciertas.

Así, la preferencia y apuesta literaria sobre la que descansa Be y Pies parece ser no tanto la acabada ductilidad de su escritura, como tampoco la sugerida y minimizada trama. Sino el diferencial entre ambas. La grieta que obliga a poner un pie en el argumento mientras el otro queda sobre los recursos con que se construye. O, como dice Maximiliano Crespi en Los infames (Momofuku, 2015): entre la fábula (el relato) y sus ficciones (los regímenes en que esos relatos se producen). La ágil lectura de Be y Pies es un poco como sentarse al borde de la grieta, en este caso del lado de los regímenes con que se produce el relato, y contemplar la otra orilla.

 

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