Arquitectura del fracaso de Georgina Cebey
Titulo: Arquitectura del fracaso
Autor: Georgina Cebey
Editorial: Secretaría de Cultura / Fondo Editorial Tierra Adentro
Lugar y Año: México, 2017
Si el pasado es un muro macizo de roca,
la memoria es una piedra
con la que uno se tropieza para recordar.
Georgina Cebey
En el origen, nos dice Georgina Cebey, quien se dedicaba a la arquitectura era una persona capaz de rematar tumbas con lápidas, no quien levantaba un techo para dar refugio. Una lápida es una piedra grabada. Arquitectura del fracaso (FETA, 2017) es un libro que teje el vínculo de las piedras con la memoria. Su autora obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos en 2017 con este libro que permite volcar la mirada sobre la ciudad, asirla desde diferentes alturas, a distintas velocidades.
Si bien la Ciudad de México ha sido un escenario recurrente en el cine y en la literatura mexicana contemporánea, la ensayista se aleja de los lugares comunes para dar voz “a los fracasos espaciales, al cascajo que no logra ser ruina y a la casa que es inhabitable; al monumento que es panteón y al cine que parece estacionamiento; al futuro que es pasado y al cristal que no deja ver nada”. Entre sus páginas, aparecen la Torre Latinoamericana y la estación del metro Insurgentes, la Cineteca Nacional y un edificio semejante a un libro monumental con las hojas abiertas, el Museo de Arte Moderno, y el Monumento a la Revolución, así como el páramo poblado de casas abandonadas en la periferia.
En los ocho ensayos que componen este libro, la escritora construye una analogía sugerente entre el cuerpo humano y la estructura de los edificios: las tuberías y los órganos, las grietas en los muros y la piel donde queda la marca del tiempo; de ahí, que pueda atribuirles la capacidad de ser también custodios de la memoria. Uno de los méritos de este libro es la manera en que transita el vínculo indisoluble entre la arquitectura, la historia de la ciudad y la vida cotidiana de sus habitantes. Cebey explora los cimientos reales e imaginarios de los edificios y, a través de ellos, la construcción de la identidad nacional.
La cercanía de la crónica con el ensayo está presente en cada texto, a través de una mirada que interroga, que rastrea. Resuena esa necesidad de preguntar qué pasó en cada sitio, de registrar los cambios para narrar después la genealogía de los espacios porque llevan a cuestas la historia de las personas. Una voz individual y otra colectiva se intercalan.
Uno de los ensayos mejor logrados, en el que se hace explícita la imposibilidad de hablar de una ciudad sin contemplar su memoria, es acerca de un supuesto memorial dedicado a las víctimas de la violencia: “Sobre quince mil metros cuadrados de un terreno federal que antes era custodiado por la Secretaría de la Defensa Nacional, aparece el Memorial a las Víctimas de la Violencia en México. Acero, hormigón y árboles dan forma a un espacio diseñado específicamente para recordar a los caídos durante el combate al narcotráfico. Como lápidas que se prolongan al cielo, setenta muros metálicos se multiplican sobre Campo Marte”. La autora disecciona la manera en que este espacio se cargó de significado en uno de los momentos más sangrientos de la historia de México: el sexenio de Felipe Calderón. Este memorial, dice Cebey, no cumple con su función, ya que cancela la posibilidad de nombrar a las víctimas: “el mayor descalabro fue la decisión de excluir del memorial la identidad de las víctimas: sin ellos, con el anonimato como bandera, ninguna dimensión humana podía recuperarse. Las estadísticas o cifras de muertos bien podrían servir a la ciencia, no así a la memoria”. Esta construcción cumple con otra función, afirma la autora, pone en evidencia la ineptitud del Estado y su desprecio por aquellos a quienes debería servir: “El memorial sigue en pie, sin embargo, es difícil ver gente recorriéndolo. Los únicos sujetos que están ahí son los militares que lo cuidan. La imagen es elocuente”.
No puedo evitar acercarme a estos ensayos bajo los efectos persistentes del último terremoto. Me pregunto cómo se describirá la transformación de nuestra ciudad, cómo volverán a habitarse los espacios que quedaron vacíos, dónde terminarán las casas colapsadas con los cristales rotos. El terremoto nos obligó a mirar compasivamente nuestra ciudad, a las personas a nuestro alrededor. Es una mirada que habíamos olvidado. Los ensayos son una manera de (re)conocer esta ciudad, una forma de reconciliación.