A 30 años, el Género sigue en Disputa
Hay libros que se constituyen en la teoría y aparecen como espectros en los modos de vida; palabras que archivan un secreto, signos a punto de confesar algo. Son escrituras que se presentan, a primera vista, como códigos cerrados e inaccesibles, pero que, al mismo tiempo, guardan elementos reconocibles.
Así podría narrar mi primera aproximación a El género en disputa (1990) de Judith Butler. Una obra inscrita en su propia marca genérica: la teoría; es decir, poseedora de un hermetismo que requiere de esas herramientas que usualmente se adquieren en las academias.
Sabía, por recomendaciones que recibía de esas feministas que iban marcando mis lecturas y prácticas, que se trataba de una obra que posibilitaría modificar algunas de las preguntas que ya comenzaban a surgir sobre el género, y sabía, también por ellas, que abrir cuestionamientos siempre resulta en controversias y rivalidades.
Y sí, la disputa no solo surgió en torno al género, sino a las formas de abordarlo. Es importante recordar que el título completo de la publicación es: El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Lo que a simple vista parece una figura retórica de los sujetos del feminismo resultó en una puesta en abismo sobre la concepción misma de género, y un reto para su apropiación en algunas prácticas feministas.
Butler, en este texto, no apela a las formas disolutivas de la identidad, sino precisamente a la dislocación de este concepto y se pregunta: “¿Hay una región de lo ‘específicamente femenino’, que se distinga de lo masculino como tal y se acepte en su diferencia por una universalidad de las ‘mujeres’ no marcada y, por consiguiente, supuesta?” (Butler, 2007, pág. 50). Bajo la perspectiva de la filósofa, hacer evidente lo “performativo” del género es, entonces, reconocer como meta política “la construcción variable de la identidad” (Butler, 2007, pág. 50).
Han pasado 30 años desde la publicación de El género en disputa y el escenario de las violencias parece no modificarse tan rápido; sin embargo, lxs participantes de las diversas formas de cuestionar las relaciones de poder, incorporan los planteamientos que han logrado salir de las academias para performar en las calles.
La subversión de la identidad se expresa en resistencias y manifestaciones políticas que se revelan en el cotidiano, sobre todo de los cuerpos no binarios y/o transexuales. Por mencionar sólo el ejemplo más evidente, la revisión coercitiva del género propuesta por Butler, ha posibilitado que los aportes teóricos y académicos acompañen las propuestas sobre leyes en torno al cambio de identidad sexo genérica.
El inicio de la reflexión no significa el agotamiento de la misma; Butler propició una controversia académica que ha disputado la categorización, no solo de las narrativas del sexo/género, sino que, al recuperar las reflexiones de Michel Foucault (1926-1984), focaliza sus cuestionamientos en torno a cómo “el poder, más que la ley, incluye tanto las funciones jurídicas (prohibitivas y reglamentadoras) como las productivas (involuntariamente generativas) de las relaciones diferenciales” (Butler, 2007, pág. 90). Esta aportación al debate ha permitido reconocer que no son solo las alteraciones ‘materiales’ o sus versiones institucionales las que posibilitan modificar las configuraciones de la violencia de género.
Para algunxs, en esa década de los noventa, que hoy parece lejana, el texto de Butler resultaría básico para el desarrollo de propuestas teóricas y de acción que se alejaran de los que comenzaban a gestarse como espacios cerrados, con guiños a modos de vida disciplinares e incluso hegemónicos.
Butler, con su desestabilización de algunos pensamientos fundacionales del feminismo, puso en movimiento los debates en torno a las corporalidades y lxs sujetxs políticos alejadxs de la definición biologicista como eje de la expresión subjetiva de la identidad. Es decir, El Género en disputa permitió pensar en más de una categoría, por tanto, pone en tensión lo que hasta ese momento se pensaba como un sujeto político estable del feminismo. Sin embargo, ese guiño alegre por la posibilidad de construcción de sociabilidades otras que no quedaran fuera de los funciones jurídicas y productivas se observan, hoy, como un horizonte lejano.
Si la palabra es ese bien mayor que se pretende en Occidente, Butler apunta justo al centro del lenguaje para exponer que en consecuencia de una “performatividad sutil y políticamente impuesta, el género es un «acto» que está abierto a la parodia (…) y a las exhibiciones hiperbólicas de «lo natural» que, en su misma exageración, muestran su situación fundamentalmente fantasmática” (Butler, 2007, pág. 283). La promesa política y subversiva de Butler se disimula en un texto filosófico que, al mismo tiempo, satisface algunos paladares académicos, abriendo un espacio para el cuestionamiento y la hegemonía.
Aprovechar la data, ese recordatorio temporal de la aparición del texto, me obliga a la pregunta: ¿se ha modificado en algo, el orden que (im)posibilita la vivencia, no sólo de los cuerpos que obedecen a la norma, sino de aquellxs que se articulan fuera de los márgenes integradores? La obra de Butler, al rescatar las reflexiones y debates de otras teóricas feministas, se propone como un detonante para configurar las estrategias y las acciones que hoy resultan urgentes, frente a los cuerpos que se violentan en lo gramatical y en lo operativo.
Propongo que la (re)lectura de El género en disputa se efectúe a manera de un juego espiral que permita ir y venir: por sus métodos, por el contexto que evoca a los acontecimientos y a lo que reprimen, por sus estrategias para la formulación de gramáticas disidentes y, sobre todo, por la posibilidad de la reescritura de disputas que contemplen no solo las violencias, sino las experiencias que hoy ocupan las calles, a la expectativa de más pasos.
Referencias
Butler, J. (2007). Género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad . Barcelona: Paidós.