Tierra Adentro
“Monstruos en batalla”, de la serie 8 años en 8 minutos. Fotografía intervenida, 20x28cm, 2021. Iker y Talía Barredo.

Fui mamá a los 31 años. Un año antes no hubiera imaginado que viviría un embarazo complejo, lleno de incertidumbres y soledad, mismas que se desvanecerían tras el nacimiento de mi hijo, Iker. No fue fácil ser madre soltera: el cansancio de la lactancia, los desvelos acumulados y dos trabajos; fue duro de sostener. Sin embargo, vivía con tranquilidad y esperanza de ser buena madre o al menos lo suficientemente intuitiva para comprender las necesidades de mi bebé. Lo que no me esperaba es que, con el paso del tiempo, la culpa se hizo presente, casi como un ser que me acechaba.

Poco después el duelo llegó: me había perdido, así como la libertad y la vida artística y social que algún día tuve. No tuve depresión postparto, sin embargo, realizaba las actividades cotidianas con un hueco por dentro y añoraba retomar la producción artística en mi vida, donde la había dejado. En ese tiempo estuve a cargo de un centro cultural de mi ciudad; coordinaba la programación de artes visuales, principalmente, y su cuidado arquitectónico, el cual era lo suficientemente complicado por ser una casona inglesa de principios del siglo XX. Disfrutaba mucho mi profesión, pero deseaba estar con mi bebé, así que mi mantra durante cuatro años fue “descansar del trabajo en casa y de la maternidad en el trabajo”. Desde muy pequeñito Iker me acompañaba a muchos de los eventos; viví momentos incómodos como lactar mientras presentaba algún evento frente al micrófono, tratar de calmar los llantos de cansancio o buscar un espacio para cambiarle el pañal sin incomodar a los presentes. Un poco más grande, me acompañaba a desmontajes de exposición, presentaciones de performances, teatro o cine. Me parecía importante que se familiarizara con diversas expresiones y sensibilidades, aun cuando estaba pausada mi producción artística. A veces lograba realizar algunos ejercicios domésticos para no “oxidarme”, mismos que ahora veo como vestigios de mi investigación actual: la memoria, los afectos y las tareas del cuidado.

Años después cambié de trabajo, me casé, nos mudamos y tenía un poco más de tiempo para mi hijo, así que pasábamos muchas tardes jugando tirados en el piso, haciendo una batalla campal de dinosaurios, creando robots supervillanos de papel, leyendo haikus o dibujando. El tiempo libre que había deseado en sus primeros años de vida, lo tenía por fin; no obstante, sentía culpa de disfrutar, de no ser tan “productiva” económicamente hablando. Empecé a inquietarme mucho por sentir que no disfrutaba completamente su infancia. Yo no sé si en la pandemia se exacerbó o qué, pero trabajé en hacer algo cada vez que ese sentimiento llegaba: encontré el juego libre y los procesos en cocreación como tabla de salvación. 

“Monstruos en batalla”, de la serie 8 años en 8 minutos, 2021. Iker y Talía Barredo. Fotografía intervenida, 20 x 28 cm.

En 2021 me propuse hacer una exposición individual, después de ocho años de silencio. Estaba bloqueada en su totalidad. Un día encontré unas pruebas de impresión de series fotográficas que había realizado en el pasado, las dispuse sobre la mesa del estudio y veía con añoranza esas imágenes que habían surgido en una época muy productiva. Trataba de hacer algo con ellas cuando mi hijo entró al estudio, las miró, me preguntó en dónde las había tomado, qué eran y, después de un silencio, se acercó para decir “creo que le hace falta un personaje aquí… ¿me regalas esta foto?”. Luego me pidió otra y otra más. Para el anochecer ya había hecho una pequeña novela gráfica con una de mis series. Las siguientes semanas fueron de juegos creativos en donde terminamos interviniendo todas las pruebas que tenía. 8 años en 8 minutos es el nombre de nuestro primer proyecto.

“Invasión dinosáurica I”, de la serie 8 años en 8 minutos, 2021. Iker y Talía Barredo. Fotografía bordada e intervenida, 10 x 28 cm.

A finales de ese año tuvimos dos pérdidas que nos cimbraron tremendo: la muerte de mi prima hermana y un mes más tarde el fallecimiento de mi suegra. Fueron meses muy tristes, sobre todo después del gozo creativo que habíamos vivido. Desde la complejidad del duelo, la vida se vuelve más vulnerable, los miedos salen a flote, las preguntas no se detienen. Recordé a una conocida que un año antes había perdido a su marido y a su hijo -de la misma edad que el mío- y me preguntaba: ¿cómo alguien se recupera de esas pérdidas? Si eso me pasara, ¿cómo podría retomar la vida sin los seres a los que más amo? Me di cuenta que solo el arte podría salvarme, así que inicié un largo proceso de reconocimiento, aceptación, confrontación con la Talía artista, no la del pasado, sino otra cargada de otras sensibilidades, con la intuición más abierta para conectar y resonar con el entorno. Retomé proyectos, generé redes de creación y afectos, viajé a una residencia de artista fuera de México, lloré mis pérdidas y aplaudí mis logros. Y sí, la culpa a veces llegaba diciendo por qué no dedicas más tiempo a tu familia en vez de a tus proyectos soñados. La respuesta era y sigue siendo: por miedo a un día estar sola y no saber qué hacer.

“Bisabuela Mercedes”, de la serie Los jardines que siempre existieron, 2023. Talía Barredo García. Transferencia fotográfica en tela, hoja de higo, raíces y textil, 40 x 30 cm.

Ese proceso ha permitido habitarme desde otros lados, tratando de ser más paciente, menos dura y prejuiciosa conmigo misma, con más juego de por medio, a ser más observadora de los lugares en los que siento una profunda paz y también a indagar en momentos familiares y desempolvar historias silenciadas para visibilizar algo que sabía que existía. De ahí surge Los jardines que siempre existieron, proyecto de apropiación de fotografías de mi archivo familiar, intervenido con plantas y textiles que hablan de mis ancestras, principalmente. Aunque en esta serie no permití a Iker que hiciera sus contribuciones dibujísticas, fue un gran ayudante en el taller de gráfica.

Creo que mis abuelas develaron el porqué de cada una de las series fotográficas que había hecho en el pasado. Las formas de los afectos a través de las tareas del cuidado, las historias ocultas y la preservación del recuerdo de ciertos espacios; la recolección de plantas y semillas; la materialidad a través de procesos análogos fotográficos y, por supuesto, maternar.

Después de la catarsis de tantas historias y con las manos activas, deseaba iniciar otro proyecto con Iker, cuando comenzó a lanzar los primeros signos de prepubertad, separando juguetes viejos y tesoritos -como él los llamaba de pequeño- de los actuales, diciendo que ya era muy grande para conservarlos. Y claro que está creciendo, pero deshacerse de sus minidinosaurios o de su camarita fotográfica de madera me parecía absurdo. Estaba todo listo para donarlo cuando le propuse hacer unas cianotipias con esos tesoritos y juguetes que sí conservaría. Mucho sol, mucho juego y mucho tiempo en el taller improvisado en la lavandería nos dieron una linda serie que a la fecha seguimos trabajando ya de manera digital.

A nuestros últimos experimentos creativos le sumamos las viejas cámaras análogas y eventualmente hacemos film soup. Me parece que esta técnica frente al mundo de las pantallas tiene grandes enseñanzas en torno a la paciencia y la sorpresa de los resultados. Por el momento no hay una serie terminada, solo es juego y descubrimiento.

“Registro de eclipse total”, Film soup, abril, 2024. Iker y Talía Barredo.

Maternar implica tantas cosas, entre ellas pensar constantemente si estoy haciendo las cosas bien, si las experiencias juntos serán solo recuerdos o se convertirán en herramientas para su vida. No tengo prisa por saberlo, con estar presente, mantenerme creativa y disfrutar, me basta.

“Algún lugar a las 7:30 am”, Film soup, junio, 2024. Iker y Talía Barredo.

Autores
Artista visual, gestora y curadora. Licenciada en Diseño Gráfico por la UAdeC y Master 1 (DNSEP- Diploma Nacional Superior de Expresión Plástica) por la Escuela Europea Superior de la Imagen de Angulema, Francia. Ha cursado diversos diplomados en gestión cultural, prácticas artísticas contemporáneas, mercado del arte, pedagogía del arte, entre otros. Su obra parte de la fotografía y aborda temas como la memoria, las relaciones transgeneracionales y la naturaleza. Tiene particular interés en los procesos análogos y el textil. Cuenta con ocho exposiciones individuales y más de 50 colectivas en México, Francia y España. Becaria del Sistema de Fondo de Creación para los Estados en cuatro ocasiones en diversas convocatorias, artista residente en Escuela Itinerante (Uy 2022) y Fundación Marcelino Botín (Esp, 2008). Actualmente es coordinadora de artes visuales del Instituto Municipal de Cultura de Saltillo.