“Utopía gay” de José Rafael Calva: una novela olvidada
Bigote, cejas espesas, pómulos abultados, ojos verdes y expresivos: así era el escritor mexicano José Rafael Calva (1953-1997). Tengo frente a mí su fotografía. Bonachón, robusto, posa plácidamente, recién llegado, afuera de la Catedral de San Mateo el Apóstol en Washington D.C. Huyendo de la incomprensión familiar, de las amenazas por parte de funcionarios del gobierno y del rechazo del medio literario mexicano, Calva emprende una nueva vida en los Estados Unidos a comienzos de los años ochenta, entrando y saliendo del país por temporadas y dedicándose al trabajo doméstico. Su llegada a Washington es el punto de partida para desentrañar su historia personal y ofrecer algunas reflexiones en torno a su obra Utopía gay (1983), novela publicada hace ya casi cuarenta años. Fue en Washington donde Calva falleció por complicaciones de VIH-SIDA. Hablar de Utopía gay me orilla a tocar el tema de su vida trágica y desaforada.
He llegado a estas fotografías y otros documentos personales gracias a la amistad que tengo con Alison Calva, sobrina de José Rafael. Alison, gran poeta y guionista, en un extraño espejismo por su vocación, ha seguido las huellas de José Rafael y se ha dado a la tarea de reconstruir su vida a través del testimonio de familiares, colegas y amigos personales del autor. Aun hay muchos cabos sueltos por rastrear. La recolección oral, hemerográfica y testimonial sobre la vida de José Rafael llega a mí a través de Alison. Este texto sería virtualmente imposible sin su contribución.

José Rafael Calva. Fotografía perteneciente a su archivo familiar. Cortesía de Alison Calva.
No concuerdo con aquella tesis de Proust donde afirma que la vida personal debe separarse de la obra del autor. Por motivos que desconozco, la historia literaria en México ha erosionado la biografía de José Rafael Calva. Basta una breve consulta por los anales de la literatura mexicana para notar cómo estas dejan una impresión errónea de la vida de su autor. Como si, aun siendo uno de los autores gays mexicanos más destacados y transgresores, fuera algo así como un burócrata del sistema literario que fugazmente logró formar parte del mismo (cuando, en realidad, fue una figura a la que se excluyó sistemáticamente). Publicó tres libros hoy ya inconseguibles y fue columnista en el suplemento cultural Sábado del Unomásuno. Calva se licenció como periodista. Sus primeras columnas, criticando el gobierno de José López Portillo, le acarrearon amenazas y censuras. Gran parte de esta historia se conserva en el misterio.
Conocí los libros de José Rafael Calva por recomendación de mi profesor, el doctor Juan Antonio Rosado. Recuerdo que Rosado hacía frecuentes alusiones a El jinete azul (1985) como una novela escabrosa e inconseguible, donde el protagonista, un médico homosexual, destaza a sus víctimas para luego disolverlas en ácido. Retuve el nombre de Calva en la mente por muchos años, aunque no tuve la curiosidad suficiente de leer El jinete azul sino hasta tiempo después. Sus páginas no parecen tan bien logradas como las de Utopía gay. Hay algo demasiado artificial en las descripciones. Tal vez el verdadero erotismo recae en las finas descripciones de la anatomía masculina siendo cortada por un bisturí. No es el coito, sino la tortura, el motor del erotismo de tan siniestra novela corta.
Más tarde, adquirí en un puesto un ejemplar en buen estado de Utopía gay, la primera novela de Calva, publicada en la ya extinta Editorial Oasis. Posiblemente sean las instancias mediadoras de la literatura las responsables de la falta de reimpresiones, aunadas al hecho de que Calva no hubiera sido acreedor de ningún premio literario.1 Utopía gay estuvo muy próxima a ganar un importante premio. Al verlo perdido, su autor (con justa razón) argumentaba: “¿cómo iban a premiar una novela de maricones?”. Debido a su gran innovación estilística, el libro sin duda lo ameritaba. Releer hoy a José Rafael Calva es leer a contrapelo la homofobia en las letras mexicanas.

José Rafael Calva. Fotografía perteneciente a su archivo familiar. Cortesía de Alison Calva.
Utopía gay cuenta la historia de Adrián y Carlos, una pareja gay que vive en la Ciudad de México. Las primeras páginas se despliegan, caóticas, a manera de monólogo interior, sin signos de puntuación. Los epílogos de William Faulkner y Laurence Sterne sirven como marcas textuales para entender este tipo de voz narrativa. La novela gira en torno al sorpresivo embarazo de Adrián, quien en el primer capítulo anuncia que está esperando un hijo de Carlos. Adrián trabaja en el gobierno y pide unos meses de inhabilidad, en los cuales se esfuerza por ocultar su embarazo de su propia madre. Las descripciones científicas apelan a la verosimilitud y no hacia el humor o el absurdo. Mientras tanto, Carlos, que impone una tesitura más racional dentro del texto, es un profesor de filosofía, un “marxista de la Ibero en la UNAM”, que arroja largas diatribas y reflexiones sobre la sociedad, la cultura, la economía y, sobre todo, el marxismo. El embarazo masculino es solo el detonante para forjar una novela de ideas, una especie de tratado filosófico donde, al igual que en el Corydon de André Gide, el tema que cobra mayor fuerza es la identidad homosexual.
Los narradores no se identifican como “feminoides”; se gustan entre sí por su masculinidad, por saberse viriles y “homosexys”. Estos términos (raros a los ojos de nuestra época) suponen una toma de postura que critica la homosexualidad por verse condicionada por la ideología en turno. Sentencia Carlos: “El homosexual, por represión o impotencia (…), no ha construido su mundo propio en la sociedad sobre bases reales, pero en realidad tiene las mismas capacidades que el heterosexual para llevar una vida normal”.2 Al mismo tiempo que se defiende la identidad homosexual frente a la sociedad opresora, los personajes critican sus códigos y convenciones; de ahí que se defina al “joteo” como “un acto más de higiene mental para echar fuera todo el veneno que nos corroe”.3 La pareja convive ocasionalmente con Olga y Gisela, dos travestis que jotean y hablan en femenino, cuya voz contrapuntea el discurso intelectual de la novela, casi al borde de llevarla a los terrenos del humor y lo camp.4
Aunque Calva no ataca la religión directamente, su libro no deja de tener un elemento blasfemo: la madre es un pilar en la sociedad mexicana, como evidencian la cultura visual posrevolucionaria y el cine de oro. El narrador no reconoce la familia, la heterosexualidad, la maternidad o la atracción hacia la mujer como verdades fundamentales; todo lo contrario. El estilo de Utopía gay es depurado y verborreico, un torrente explosivo de invectivas contra la clase media, el sistema económico y la cultura en México. Prosa agitada, irascible, casi el monólogo interior de una borrachera. Calva era, en efecto, alcohólico. Aun en México batallaba con su adicción, por lo que debía asistir a reuniones de Alcohólicos Anónimos con determinada frecuencia. La sobriedad no ocurrió sino hasta que arribó a los Estados Unidos. Con orgullo portaba las monedas y parches que conmemoraban el tiempo de sobriedad.
En cierto punto de Utopía gay, el autor rompe el pacto narrativo en voz de los personajes e intercala un “prólogo” que devela el mecanismo metatextual y paródico detrás (fundiendo, a la vez, sus opiniones con las de sus personajes): “la homosexualidad hoy está muy injustamente reprimida, al punto que, por ejemplo, en México oficialmente no existe (…); debemos todos esforzarnos por llevar su existencia a plena luz, para así poder demostrar que es algo constructivo y perfectible”.5 Esta estructura atípica claramente es deudora de Cervantes en Don Quijote. La novela es, pues, un tratado que imagina una sociedad utópica de amor homosexual entre varones. No es un libro con tintes autobiográficos, por más realista o verídica que a ratos sea la descripción de la vida gay en pareja. Calva –debo insistir– padeció la incomprensión de su familia y no había podido vivir una vida gay convencional hasta entonces, cuando redactó la obra. De esa insatisfacción nace, sin duda, su Utopía.
Los dos mil ejemplares, que conforman el primer tiraje de la novela, probablemente se distribuyeron y leyeron en un circuito gay reducido de bares y cafeterías. No podría ser de otra manera, puesto que fue publicado en una editorial independiente que duró poco tiempo. Llama mi atención que, en una revisión de literatura gay mexicana reciente, el autor menciona casi de pasada que Utopía gay fue una lectura frecuente entre su círculo, un libro entre tantos más.6 ¿Se leyó como sátira al pie de la letra? ¿Incomodó a sus lectores? Me atrevo a sugerir que, al agotarse el tiraje, la vida del libro continuó en fotocopias, destino parecido al del poemario Digo lo que amo de Abigael Bohórquez en la década de los setenta.
En un artículo aparecido en Unomásuno, Calva denunciaba la falta de reimpresiones de sus libros, especialmente de Utopía gay, el cual anhelaba relanzar con un nuevo prólogo (¿uno, ahora sí, al comienzo de la novela?) y un final alternativo, versión que permanece inédita hasta la fecha. Poco antes de fallecer, el autor recurrió a su propia columna para hacer glosa de una publicación académica de la investigadora Claudia Schaefer.7 Si bien Calva celebró la atención de la crítica sobre su obra, aprovechó la ocasión para lamentar la falta de reimpresiones: “Una relectura reciente de mi novela me hace sentir que no ha perdido actualidad y que el discurso sigue siendo elocuente”, aseguraba el autor.8 Los enfoques críticos recientes de Utopía gay no contribuyen a resaltar la vigencia de la novela. Yo pienso, incluso, que la han fosilizado en su época.9
Aun hay mucho por investigar sobre los vínculos entre Calva y la comunidad LGBT de su contexto. El autor describió El jinete azul como “la primera novela leather en México”. En efecto, algunas fotos personales durante su vida en Washington muestran al autor portando la indumentaria leather, más que como una simple moda de fetiche por el cuero, como parte de recurrentes prácticas sexuales de sumisión y dominación. Que Calva abanderase El jinete azul como una novela leather me hace cuestionar si su relación con el activismo gay mexicano fue o no tan diligente o pública como podría parecer. Estudios recientes detectan puntos de contacto entre las ideas de sus libros y el activismo gay de la época, pero es difícil precisar si en algún punto se vinculó a la FHAR (Frente Homosexual de Acción Revolucionaria). Todo apunta a que su participación en México fue discreta o nula.10

José Rafael Calva. Fotografía perteneciente a su archivo familiar. Cortesía de Alison Calva.
Calva defendió la identidad homosexual desde la trinchera que le correspondía: la literatura. En 1983, Calva fue entrevistado en La hora 25, programa de televisión conducido por Luis Spota, para hablar públicamente sobre su homosexualidad y concientizar a la audiencia sobre los primeros casos de la epidemia del SIDA en nuestro país. A pesar de ello, Calva optó por no involucrarse de forma activa en la escena gay en México. Es probable que haya adoptado la imaginería leather y S&M de sus primeros viajes a Estados Unidos (y no que la haya puesto en marcha en México). Recordemos que El Taller, mítico bar fundado por Luis González de Alba, que enarboló la estética y los códigos del gay bear y lo leather, abrió sus puertas hasta 1986. Calva, para entonces, ya vivía por largas temporadas en Estados Unidos y, dos años más tarde, obtuvo la residencia gracias a la ayuda de su padre.
Fue en Estados Unidos donde Calva descubrió un mundo gay más agitado. A su llegada a Washington, Calva presenció el momento temprano del activismo y la lucha contra el VIH-SIDA. Desde comienzos de 1985, apoyó a pacientes terminales en la clínica Whitman-Walker. Sería, pues, más plausible sostener que quizá se involucró en las marchas de ACT UP en Nueva York (en una foto, porta la playera de dicho movimiento con un triángulo rosa) y que pudo haberse acoplado sin tapujos a la escena LGBT+ en Washington. Aunque Washington no ofrecía una vida tan efervescente como Nueva York, fue el lugar que vio nacer al movimiento lésbico pionero The Furies y el primer movimiento gay afroamericano asociado a la Iglesia Pentecostal.11 ¿No habría preferido Calva desarrollar una vida gay convencional en San Francisco, o bien radicar en Nueva York?

José Rafael Calva. Fotografía perteneciente a su archivo familiar. Cortesía de Alison Calva.
Antes de asentarse en Washington, Calva consideró la posibilidad de vivir en Baltimore y también en Nueva York (ciudad que, a la postre, le resultaría abrumadora). Quizá en Washington descubrió algo más acorde con su temperamento. Apasionado de la ópera, vivir en Washington le permitía hacer viajes ocasionales a Nueva York para asistir a representaciones de Wagner y así nutrir sus investigaciones en torno a la música culta. Pienso yo que esta afición fue inculcada a través de otro gran musicólogo: Juan Vicente Melo (a quien, por cierto, Calva le dedica unas páginas de Variaciones y fuga sobre la clase media, un libro de memorias y remembranzas que evoca a su familia).
Fue en la Navidad de 1992 cuando Calva descubrió que era VIH positivo. Aunque tuvo acceso a medicación antirretroviral (costosa y de difícil acceso por aquel entonces), el escritor confesó en una carta que esta no le ayudaba mucho, pues el tratamiento debía combinarse con una dieta y horarios de sueño muy estrictos. Tras someterse a distintos tratamientos experimentales “severos” y probar con toda suerte de homeopatías, la enfermedad derrotó a Calva. Para julio de 1997, su salud se encontraba en grave estado y hacía grandes esfuerzos para seguir escribiendo. A comienzos de aquel año, su madre viajó a Washington para apoyarlo en el peor momento de su enfermedad. Ella cuidó del escritor hasta sus últimos días, ambos acompañados en soledad por Midnight, su gato. Madre e hijo dormían juntos en la misma cama. Calva fallece a los treinta y nueve años de edad.

José Rafael Calva. Fotografía perteneciente a su archivo familiar. Cortesía de Alison Calva.
José Rafael dejó sin publicar un manuscrito sobre sus últimos días viviendo con VIH-SIDA, Genio y figura, así como otra obra literaria de reflexiones varias titulada Espejo ahumado. Al parecer, también se conoce la existencia de un libreto operístico de su autoría inspirado en Pedro Páramo. Al igual que Reinaldo Arenas, José Rafael Calva selló sus últimos días con la enfermedad y el exilio. Si hubiera sido publicado hoy, Utopía gay habría sido considerado un libro escandaloso (tal vez por la trama y no tanto por su lenguaje o su apertura para tocar la cuestión homosexual). Se trata de un libro osado, experimental, estremecedor, que encara la realidad de frente, donde la poesía perfora el discurso para hablar de la libertad identitaria: y piensa que si quieres puedes rebelarte / ser tú mismo / seas como seas / pienses como pienses.
CDMX, 20 de septiembre, 2022 – 2 de octubre, 2022
*Varios datos han sido omitidos por respeto a la memoria del autor
**Todas las fotografías del archivo familiar han sido cedidas por Alison Calva
- Agradezco al Dr. Juan Antonio Rosado por la observación.
- José Rafael Calva, Utopía gay, México, Editorial Oasis, 1983, p. 73.
- Ibíd., 61.
- Ver Brandon P. Bisbey, Between Camp and Cursi. Humour and Homosexuality in Contemporary Mexican Narrative, Albany, SUNY Press, 2022, pp. 66-77.
- Ibíd., 59.
- José Porras Alcocer, “Memoralia de las aceras olvidadas. Una semblanza gay de la Ciudad de México”, p. 91, en Antes del orgullo. Recuperando la memoria gay, ed. Jorge Luis Peralta, Barcelona, Editorial Egales, 2019.
- El artículo se ha reeditado en una recopilación posterior. Ver “The Power of Subversive Imagination: Utopian Discourse in the Novels of Luis Zapata and José Rafael Calva” en Danger Zones: Homosexuality, National Identity and Mexican Culture, Tucson, The University of Arizona Press, 1996, pp. 37-58.
- José Rafael Calva Pratt, “Utopía gay. Cumpleaños y reconsideración”, Sábado suplemento cultural del Unomásuno, 9 de agosto, 1997. Agradezco a Alison por la referencia.
- Bladimir Ruiz, “Utopía Gay de José Rafael Calva y las contradicciones dentro del discurso narrativo de la diferencia”, Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, vol. 30, no. 2, 2006, pp. 291–309.
- Ver Omar Durán-García, “Aesthetic Misdiagnoses: Biomedicine, Homosexualities, and Medical Cultures in Mexico, 1953-2006”, 2021, University of Columbia, Tesis Doctoral.
- Aunque creció como católico, en algún punto de su estancia Calva se convirtió al protestantismo. ¿Acaso estuvo al tanto de los puntos de contacto entre el activismo gay y el culto protestante de la comunidad afroamericana en Washington?