Tierra Adentro
Ilustración de Carmen Lop

 

Bolaño fue poeta. Cualquier cosa que se diga después es secundaria. Esta aproximación al universo poético de Roberto Bolaño extrae su título de una entrevista incisiva — vendida como la última antes de su muerte —, en la que Mónica Maristain documentó las respuestas del autor ante preguntas nada generales. En esta entrevista, la periodista repasa juguetonamente el transitar en el mundo de Bolaño y le dice: ¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?, a lo que él responde: Yo nunca llevo la contraria.1

Tomando por significado de contrario el que nos otorga el diccionario de la RAE al final de su lista: “Persona que lucha, contiende o está en oposición con otra”, este texto partirá de la respuesta de Bolaño para trazar líneas sobre los contrastes, casi contradicciones, que van definiendo la poesía de este habitante patibulario.

Una lectura actual de la poesía de Bolaño busca su cartografía apoyándose en la obra narrativa, que por diversos motivos (entre los que mucho tiene que ver el mercado literario), ha logrado sacar de primer plano su escritura fundacional o poemas. Hemos de admitir que esta aproximación encuentra más importante centrar la vista en el argumento que nutre su poesía antes que referirnos a alguna recopilación en específico, porque un rasgo que caracteriza la obra poética de Bolaño es su unicidad y mutación; en espacio de treinta años (1973-2003) una sensación de particularidad o independencia es lo que más abarca, uno a uno, sus poemas.

Así, empezaremos por dibujar una Ciudad de México de 1968, cuando Roberto Bolaño llega por primera vez y reconoce el panorama general de la cultura literaria en nuestro país, rehusándose a la educación universitaria para dedicarse a leer y encontrarse en sus caminatas con personajes afines tanto a él como a sus textos. Gran parte de las novelas de Bolaño nos otorgan pistas sobre cómo se relacionó desde temprano con las letras a través de los personajes recurrentes en sus libros, abiertamente seudos del autor y sus amigos, quienes desean y encuentran identidad agrupándose en los espacios bohemios de los setenta. La posibilidad de que estas manadas sobrepasaran la efervescencia identitaria y construyeran con fuerza envidiable un manifiesto o consigna de lo que les hacía tamborear el pecho se debe a que su actualidad era delimitada por altas figuras que inmaculaban la escritura a mano de un academicismo muy alejado de la realidad visceral que se vivía en la capital y en los pueblos latinoamericanos. Es decir, para Bolaño y los vaqueros solitarios con los que fue encontrándose, la batalla y el enemigo que se mandaba hacer un traje a figura de Octavío Paz, eran claros. Dos rayos que atravesaban, cada uno desde sus cualidades opuestas, un presente que cuidaba la cuna de los sueños de la ciudad a la vez que los pervertía. A pesar de que México se inscribe perpetuamente en la historia como un lugar de tibieza al nunca otorgarle a su sociedad un reconocimiento de la verdad tajante o evidencia de los intereses politicos en contra del pueblo, los infrarrealistas, movimiento que funda Roberto Bolaño con su compañero Mario Santiago Papasquiaro en 1975, se encargaron de abrir una herida susceptible a esa verdad, gracias a la consciencia de lo que sucedía en otros lugares de latinoamérica, subráyese Chile, el lugar de nacimiento del escritor. La nostalgia por la promesa de un gobierno tomado por los civiles, resonaba en las plumas de los poetas de una izquierda reaccionaria. El eco del opresor llegó a mimetizarse incluso entre los humanistas intelectuales, lo que llevó a que los infrarrealistas entonaran la utopía:

 

Es necesario que el pensamiento se aleje de todo lo que se llama lógica y buen sentido, que se aleje de todas las trabas humanas de modo tal que las cosas le aparezcan bajo un nuevo aspecto, como iluminadas por una constelación aparecida por primera vez. Los infrarrealistas dicen: Vamos a meternos de cabeza en todas las trabas humanas, de modo tal que las cosas empiecen a moverse dentro de uno mismo, una visión alucinante del hombre. […] Quemen sus porquerías y empiecen a amar hasta que lleguen a los poemas incalculables.2

 

En este periodo temporal, Bolaño sabe que su intención en la literatura tiene sentido desde la palabra poética y no cualquier otra. Quema sus obras de teatro, no se acerca a la prosa y podemos imaginarnos cómo festejó en la casa de Bruno Montané, en el café La Habana o la Encrucijada Veracruzana, el levantamiento de los aullidos infrarrealistas. Este estandarte incendiario como motor de las letras del movimiento infra, conformado por cerca de 20 escritores, de los que sustancialmente destacan los dos poetas que nombramos, hizo que una producción poética, inspirada en las cloacas o en los subsuelos de la ciudad, empezara a materializarse. En una primera publicación, Pájaro de Calor, ocho poetas infrarrealistas (1976), se hace visible una comunidad consumida por sus propios miembros, que proponía el abandono de los escenarios construidos hacia adentro y el compromiso del poeta por crear herramientas para la aventura y la sublevación —tan necesaria para hacer frente al establishment literario y politico— al menos de los jóvenes de su generación.

 

 

Ese halo de luz naranja pudo haber sido una gran poeta

[…] esa mujer que llora en el laboratorio

mientras las calles arden y yo caigo,

pudo haber sido una poeta

estamos muertos, nosotros somos los muertos

se oirá en esos días

[…] ella siente

que los motines volverán que la han vencido

esa vieja ocupada en su manicomio

sintiendo próxima su muerte y que en realidad

quisiera volver atrás, a una verdadera cama

ese halo de luz naranja que se apaga

sin alegría ni sufrimiento

pudo haber sido una gran poeta

la más amorosa

amada

mía.3

 

El título de este poema sugiere al lector una idea de mosaíco —rasgo recurrente en varios de sus versos—, mientras expone la escritura comprometida con la que Bolaño funda su universo poético. Es publicado en 1976, tres años después del golpe de estado en Chile, post matanzas estudiantiles y represión de los movimientos civiles en nuestro país, por lo que se lee una invitación a la poesía reaccionaria, ya sea tácita o explícita, pero desde el coraje que requiere cualquier cambio. Una invitación a la sociedad joven que, a pesar de su contexto, permaneció inerte en una vida sin compromiso; una vida en la que las ficciones sociales y políticas conformaron tanto como limitaron el imaginario.

 

Ilustración de Carmen Lop

Ilustración de Carmen Lop

 

Si bien hay cierto coraje en las palabras de Bolaño, también hay una frustración compasiva que reconoce la imposibilidad de esa mujer, el halo naranja o potencial que él y sus colegas reconocían en su generación. Hay que admitir que este poema se acomoda diagonalmente entre la mayor parte de su obra poética, a la que buscaremos referirnos como piezas que tácitamente, mediante la expresión libre del incalculable visceralismo de las palabras, sugerían una via distinta a lo hegemónico. Este poema nos sirve para sostener que, incluso a los 23 años, Bolaño ejecutaba en la poesía un compromiso politico, explícito también. Dicho compromiso se encarnaba, primero desde ese otro rasgo que reconocemos, el que lo dejaba ser contestario desde el verso visceral e inconexo, que pone todo el valor en el acto mismo de escribir sin institución; luego desde la furia de una necesidad: la de hablarle directamente a los lectores en busca del levantamiento. Es ahí en donde tantas preguntas y contrastes surgen. Tantas preguntas que muchos críticos pasaron para atrás, al dedicar de lleno su estudio a las obras claras y narrativas del autor (publicadas posteriormente), en donde lo poético y lo politico sigue siendo el tema, pero desde donde se desarrolla através del lugar y las acciones de sus personajes.

 

Mi pesadilla es un infinito

de flores, unas sobre otras, ocupando

todos los huecos de la página,

Arriba, abajo, al lado,

Sin dejar un espacio libre,

Avalanchas constantes de color y amabilidad,

En donde termina un relive empieza otro,

¿qué tipo de poesía se podría hacer allí?

tal vez el lento parpadear,

tal vez solamente el lento parpadear.4

 

 

La nostalgia por la promesa se iba manifiestando en un Bolaño más escéptico. Era atravesado el espíritu de los escritores que entendieron la poesía como única esperanza después del regreso de la dictadura y el nauseabundo proceder de intelectuales contemporáneos que se unían al poder.5

Bolaño, quien no podía creer cómo un país como México no escuchaba la destrucción de las bombas, iba configurándose fuera de su deseo inicial: conjurar cada letra en la dirección poética. Sin que esto cambiara su percepción de la poesía ni la de Mario Santiago, los infras emigran del país que les dio la aventura de la aventura e intentan sellar el movimiento reiteradas veces, lo que parece señal de que no lo quisieron conseguir del todo.

 

Atiende esto, hijo mío: las bombas caían

sobre la ciudad de México

pero nadie se daba cuenta.6

 

Con esto no queremos decir que Bolaño abandona la escritura poética, sin embargo, sí podemos sospechar el momento en el que la reubica: la poesía como aquello que se escribe a lápiz, el palpitar vital, pero ahora la mutación del valor que, sobre todo, compromete la muerte de quien escribe.

 

Ahí se perfila lo que Bolaño llama valor. Es una actitud y una conducta que se da en la vida y en la escritura, pero que resulta incurablemente existencial. Fue hablando de Alonso de Ercilla, en un texto de Entre paréntesis, donde con más claridad vino a definirla: “A Ercilla le queda algo que tienen todos los verdaderos poetas, si bien en sus formas más extremas y bizarras. Le queda el valor. Un valor que a la hora de la vejez no sirve para nada, como tampoco, entre paréntesis, sirve para nada a la hora de la juventud, pero que a los poetas les sirve para no arrojarse desde un acantilado o no descerrajarse un tiro en la boca, y que, ante una hoja en blanco, sirve para el humilde propósito de la escritura”.7

 

 

Su evolución en el mundo literario no le dejó otra opción más que reconocer la derrota de los ideales que sostuvieron los infrarrealistas en su juventud.

Fueron ingenuos y generosos, reconoce en el discurso que pronuncia cuando gana el Premio Rómulo Gallegos. Este discurso sostiene la intención de nombrar a sus compañeros ya muertos, nunca alejados de la primera fila de lucha desde la cual vieron pasar el tiempo sin que su grito revolucionario tuviera reminiscencia real, aunque este texto reconoce que a partir de ello muchísimos anacrónicos adeptos encontraron en sus letras un camino al levantamiento, o a lo que dolosamente nos parece un sinónimo —a las generaciones posteriores en contextos como el de nuestro país—, a la nada. Como interpreta Francisco Carrillo a partir de los pronunciamientos sagaces que el autor escribe para recibir el premio en Caracas y luego en Sevilla: “Frente a la épica que acompaña a la muerte de los poetas de su generación, Bolaño se imagina liquidado por unos herederos que se ubican en las antípodas de esos poetas que en sus vidas encararon algún episodio heroico y literario, es decir, heroico y politico.”8. Esto como desenlace de la intención que la poesía de Roberto Bolaño mantuvo primigeniamente, nos hace una sugerencia de por qué su obra poética, posterior a su reconocimiento como autor de culto, permaneció (igual que en sus inicios) como la esfera más particular, aquella que “no le ruborizaba tanto en comparación con su narrativa” porque le era más propia aunque no más fácil.

Desde una vision particular, algo que permite la derrota del movimiento infrarrealista, es reforzar aun más el sentimiento que con honestidad residía en la poesía de Bolaño al ser el último sobreviviente. Mientras los reflectores se posaban sobre sus novelas, mientras la academia escribía sobre ellas y estas se vendían a montones, sus poemas podían vivir en la nostalgia, aún el subsuelo, sin que se les pidiera nada más que eso: la memoria de lo que hizo que todo empezara, la demanda de una promesa compartida y la libertad de un Roberto Bolaño que regresaba a escribir.

 

 

  1. Mónica Maristain, Playboy, 2003.
  2. Primer Manifiesto Infrarrealista, 1975
  3. Roberto Bolaño, “Generación de los párpados eléctricos/Irlandesa No.2 Constelación de Sanjinés”, Pájaro de Calor, 1976.
  4. Roberto Bolaño, Leamos a Bolaño, un regalo inédito de 1978, 2020.
  5. En la misma entrevista mencionada, responde a la pregunta ¿Qué le dirías a Salvador Allende?: “Poco o nada. Los que tienen el poder (aunque sea por poco tiempo) no saben nada de literatura, sólo les interesa el poder. Y yo puedo ser el payaso de mis lectores, si me da la real gana, pero nunca de los poderosos. Suena un poco melodramático. Suena a declaración de puta honrada. Pero, en fin, así es.”
  6. Roberto Bolaño, “Godzilla en México”, Los Perros Románticos, 2000.
  7. Miguel Casado, Lo que aún no tiene forma me protegerá, 2020.
  8. Francisco Carrillo, Excepción Bolaño, Crisis política y reescritura de la derrota, 2014.

Autores
Tania Langarica - Cuernavaca, 1993. Cree en lo poético como dirección política. Se interesa en las manifestaciones disidentes así como en los espacios olvidados del individuo. Es egresada en literatura por la Universidad del Claustro de Sor Juana, estudió Filosofía en La Universidad Iberoamericana y actualmente en la UNAM. Sus poemas han sido publicados en antologías como Químicas Sanguíneas (2016) y Poetas del Asfalto(2017) así como en diversas revistas electrónicas e impresas como Tierra Adentro(2017) y el Periódico de Poesía de la UNAM (2018). Su primer poemario individual No hay manantiales en la carne fue publicado por el FEDEM en el 2018. Escribió la tesis “La razón poética como aliciente político” en 2019, en donde advierte la relación de los temas que más la atraviesan. Ha llevado su escritura al performance poético en la campaña Embrace your Nature para los hoteles Mélia, y a otras disidencias sonoras como fue el caso de Rizoma en donde danzaron la letra de uno de sus poemas. Hoy investiga la experiencia laboral en México desde la poesía en su proyecto “La pas” y construye la plataforma Arte Nocivo.

Ilustrador
Carmen Lop
Nació en la Ciudad México. Cursó la Licenciatura de Diseño de la Comunicación Visual en la ENAP con la especialidad en Ilustración. Ha publicado su trabajo en varias editoriales como la SEP, La Secretaría de Cultura, Malpaís Ediciones, y otras internacionales como Oxford University Press y Pearson de Chile. También ha incursionado en la docencia impartiendo talleres, conferencias y cursos de Ilustración y Diseño, en la Universidad del Valle y Museo Franz Mayer, entre otros.Desarrolla proyectos personales que abarcan otras disciplinas creando su propio trabajo como autora. Ha realizado el arte y escenografía para obras de teatro de Corvus Producciones, con temporada en el Centro Cultural Helénico y también se sumó a colaborar en el estudio multidisciplinario de Jan Hendrix. Protege su contenido con técnicas tradicionales principalmente.
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