¡Viva la tinta!
Esto es de celebrarse. Esto es como la punta del iceberg que se extiende, tal vez, hasta el fondo de la tierra que descansa en lo profundo. Exploré y me encontré con más. Más todo. Con senderos que se abren.a través de cualquier elemento que se interponga. Rompen piedras, abren océanos. Poco a poco, pero cómo sería de otra forma. Algo se aproxima. Una ola. Digital pero bien palpable. Y contundente. Ya viene; desde aquí se divisa el triunfo de la narrativa gráfica mexicana.
Tuvo que ser a través del webcómic. Tuvo que ser así porque el mercado no lo permitía. Quién iba a comprar cosas hechas por mexicanos. Quién en México iba a leer historias de gente joven, historias que no se llevan al cine. Aún. Quién. Muchos. La plataforma digital también nos ha dado estas certezas. No son millones pero ya cientos de miles los lectores que buscan a los autores mexicanos. Y los encuentran porque en el internet todos estamos al mismo tiempo, en el mismo lugar. En el espacio infinito, todas las narraciones y las artes caben. E importan. Ya no nos tenemos que preocupar por la gran Historia, por la épica que redima al pueblo. Porque ahora es el tiempo de las historias. Así, con minúscula. Es necesario. Es una liberación. Es parte del proceso durísimo que ha tenido este país para que se empiece a leer y escribir e ilustrar narrativa gráfica de calidad. La ha habido antes, no podemos olvidarla, pero no tal vez con la apertura, solidez y consistencia de ahora. El cómic de autor ya no es el que hacen sólo un par en todo el país. Está cambiando. Mudando. Y ahora está el webcómic, que es de muchos, y cada quien lo trabaja desde su muy asaltada trinchera no sólo por los prejuicios, sino por sus propias marcas, ritmos, colores, personajes, formas y obsesiones.
No todo es armonía, eso sí. Hay cosas al interior que combate el webcómic. Por un lado, el meme, la botana del entretenimiento digital; por el otro, su contrario que existe en un pedestal: la novela gráfica. Aún la pensamos como el clímax del artista, donde muestra la totalidad de sus capacidades. No creo que sea así. La novela gráfica no es indispensable ya para demostrarlo. El tamaño importa, pensamos. O nos lo hacen creer. Pero la novela es más que su extensión. Se puede ser exhaustivo y profundo en no más de treinta páginas. O menos. El webcómic lucha contra esa innecesaria y vieja idea. Explora y enseña que es posible crear universos congruentes página por página. Se construye con lo mínimo pero tiene efectos máximos. Y sí, puede llegar a ser novela, pero es más un objetivo secundario. Porque en el webcómic, más que el resultado, leemos el proceso. Del artista y de la historia. Se desdobla, entonces, la lectura. En muchas.
Podemos ver, entonces, los otros procesos que hay en la narrativa gráfica mexicana. Los propios. Hay que decirlo ya: no habrá nunca un Moebius, un Alan Moore, un Stan Lee, un Jack Kirby. El perfil del artista mexicano es otro. Marvel y DC no existirán: somos demasiado cínicos (y estamos muy cerca de Estados Unidos) para tener súper héroes como los anglosajones. Sí, tenemos a Kalimán, al Santo en sus fotonovelas, El Bulbo, Ultrapato y no tantos otros, pero ya son años de ellos. Están y no en la escena nacional. Otros tiempos nos tocan. Unos donde -todavía- existe y circula El libro vaquero mientras el (web)cómic de autor aumenta en cantidad y calidad. Los héroes están muertos y nosotros los hemos asesinado. Pero no necesitamos de ninguna consolación, porque un panorama muy fértil se nos muestra.
Suenan y se dejan leer voces nuevas. Jóvenes, pero nada más por edad. Porque son autores nada ingenuos con su trabajo. Conocen sus raíces. Que nacen de libros, películas, series (animadas), videojuegos y, claro, cómics. Y tal vez hasta alcanzan a divisar hacia dónde van. Por eso siempre hay más qué decir acerca de su obra. Y hay más de quiénes hablar. Pienso en Jours de Papier, Virus Visual, Ari y la cafetería de los horrores, José García, Ritalink, El Dee y muchos más que merecen ser mencionados y mi memoria no me lo permite. Son caminos que empiezan. Que no anulan los que están detrás. Los honran. Cabrera, BEF, Sandoval y Clement (por decir algunos nombres) siguen ahí. Aquí, más bien. Presentes.
No podemos, sin embargo, negar algo: queda por mucho por hacer. Consolidar. Diversificar. Falta pulir. Faltan guionistas. Faltan editoriales. Pero se acercan. Miren: este campo florece. Ni me disculpo de este tono profético. Porque lo que he hecho aquí, con estos textos, es (de)mostrar síntomas. Espacios de posibilidad en un medio artístico que crece y crece y crece.
Corren ríos de tinta digital. Lo que nos queda por hacer consumirlos y dejarnos consumir por ellos. Y sumergirnos. Y unirnos a la corriente. Crear también con ella. Transformarla en tormenta que arrase con todo. Y cantar victoria.